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Marzo 2013
Edición No. 289
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benito juerezRecordando a Juárez, el hombre, el estadista y
la política actual



“Al Estado le corresponde garantizar la seguridad y la estabilidad…”
Lic. Benito Juárez


Jesús M. Moreno Mejía.


Mucho se ha dicho de Benito Juárez García, abogado y ex presidente de México, cuya vida y obra sigue siendo vigente, no obstante que vivimos épocas diferentes, pero con los mismos principios legales y la misma Patria.

Hoy nos proponemos abordar una parte de la historia de Benito Juárez, separándolo del mármol de su ficción, del mito, del discurso oficial, de la solemnidad, tratando de verlo simplemente como hombre y como estadista, pero también en comparación a la política actual.

Nuestro afán no es iniciar polémica alguna sino analizar la figura de Juárez, a 207 años de su nacimiento, y como dijera Boris Berenzon Gorn, historiador y analista de temas nacionales:

“Frente a las viejas creencias decimonónicas religiosas y que Benito Juárez ardería en los infiernos por anticlerical y laico, lo cierto es que (el Benemérito) parecía tener pacto con la divinidad ya que muere en el momento preciso para no convertirse en dictador, que más tarde sería Porfirio Díaz”.

“Ni antes de que pudiera completar una obra para redondear el mito; es decir dejó al suspenso del imaginario colectivo construir su propia leyenda. De ahí que a (poco más de) doscientos años de su nacimiento, ni toda la historia ni toda la literatura han servido para escudriñar (lo suficiente) e interpretar a Juárez”.

Es por ello que Juárez merece dársele el calificativo de “héroe–mito nacional”, pero no escapa a una indagatoria más a fondo sobre su vida para “desmitificar su figura a fin de sacarlo del ideal de mármol y hacerlo eternamente humano”, como lo afirma el propio Berenzon Gorn.

Porque Juárez ha sido utilizado como paradigma de la justicia, de la libertad, de la política (no confundir ésta con lo que hoy estamos acostumbrados a ver y escuchar de nuestros políticos, que sólo hacen politiquería), y por ello nunca ha faltado el discurso de representantes de izquierda que de derecha (incluyendo a casi todos los Presidentes de la República, excepto a Fox quien ordenó retirar su efigie de Palacio Nacional).

El Benemérito de las Américas (como fuera denominado por el Congreso de República Dominicana), líder del liberalismo político y económico del siglo XIX, concebía al derecho como el principio que moderaba el quehacer de los ciudadanos entre sí viviendo en sociedad, así como a ésta última frente al Estado.

Por ello -afirmaba-, es al Estado a quien le corresponde garantizar la seguridad y la estabilidad de la Nación, permitiendo el libre comercio y la instrucción pública (Educación), que en su conjunto es lo que carecemos actualmente.

“La Ley como norma suprema, decía Juárez, está por encima de la sociedad y el Estado, pero éste se encarga de su cabal cumplimiento” y sin embargo el país, en ese entonces, estaba fraccionado en todo, pues los intereses de los poderosos (el conservadurismo y el alto clero) y las presiones extrajeras por una deuda prácticamente impagable con Francia, España y Gran Bretaña.

Sin embargo, como hombre de extracción indígena zapoteca, que aprendió el español hasta la adolescencia, supo superar su condición, estudiando y escalando puestos públicos con honestidad y buscando el bien común, hasta llegar al máximo puesto de Presidente de la Nación.

Desde sus orígenes se dio cuenta de la explotación económica y laboral de la clase poderosa, incluyendo los altos prelados de la Iglesia, pero sobre todo privando a la clase indígena de su principal derecho: la libertad.

Porque la libertad es una facultad natural del hombre, para obrar y pensar de una manera u otra, y no con limitaciones impuestas por otros hombres, salvo las que la ley impone por igual al ciudadano, pues cada quien es responsable de sus actos, lo que no ocurre a quien tiene la condición de esclavo, de explotado.

Celebramos hace tres años el bicentenario del grito de independencia de nuestra Nación, y todo parece indicar que seguimos dependiendo del poderoso (política o económicamente); carecemos de seguridad pública y de estabilidad económica, pues estamos sujetos a los vaivenes de las condiciones que nos impone el vecino país del norte, incluyendo las acciones del crimen organizado.

Suponíamos que habíamos entrado en una etapa democrática a partir del 2000, pero todo parece indicar que no sólo hemos caído en la inmovilidad sino en el retroceso, pues los principios y valores patrios (basados en los universales), han caído en el olvido lo mismo por parte de nuestros gobernantes que de nosotros los gobernados.

Salgamos del marasmo en que nos encontramos, exigiendo al gobernante sus funciones de dar a los gobernados lo que merecemos, recordando que ellos son los mandatarios y nosotros los mandantes (no al revés como muchos lo entienden), pero pongamos lo que de nuestra parte corresponde.

Abandonemos toda práctica que esté reñida con la corrupción, como la “mordida”, el cumplimiento cabal de leyes y reglamentos, respetando el derecho de los demás (sin olvidarnos de los nuestros, que terminan donde comienzan los de otros), dando el buen ejemplo con buenas acciones, modos (cortesía) y buen trato a los demás.

De otra manera, no es posible exigirle a nuestros gobernantes que sigan el ejemplo de Juárez, que con todo y los defectos que haya tenido como hombre, seguirá siendo el paradigma de la justicia, de la libertad y la política.
¡Hasta la próxima!

 
 
 
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