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Noviembre 2013
Edición No. 297
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celularUn segundo, una vida




Fidencio Treviño Maldonado.

La doctora Carolina R. salió a las 6 de la tarde de su trabajo en un hospital privado en Monterrey, aborda su coche a las 6:20, su hijo Josué, de 9 años, la espera en la puerta del club de futbol Santacruz, el niño se acomoda en el asiento trasero del auto a las 6:40 y siguiendo la ruta a su casa, la doctora levanta a su hija Shara de 14 años, quien por las tardes estudia música, Shara acomoda en el asiento de atrás el violín, en su estuche, la pregunta consabida de la madre -¿Cómo te fue..?, la respuesta de la adolescente —Bien, el beso y el cinturón de seguridad, le hace compañía a su madre en el asiento llamado copiloto.

Junio, el sol a plomo a esa hora pico en Monterrey y la Gómez Farías. La adolescente esta entrenida en su celular y de pronto llena de euforia le dice a su mamá —Mira mami, mi tía Angelita me invita a Laredo, el sábado, van mis primas. La doctora trató de leer el mensaje que su hija ponía a un lado, bastó un segundo, el golpe fue seco, Josué salió disparado por enmedio de las dos mujeres rompiendo el vidrio frontal del auto, la doctora aun con las bolsas de aire del coche Focus quedó prensada y muerta, Shara a los siete días pudo contar a su parientes lo poco que recordaba, aun con graves heridas. Un camión materialista estaba bien estacionado a un lado por una descompostura, todos los vehículos le sacaban la vuelta en esa ruta.

Autopista Monterrey-Saltillo, kilómetro 58, septiembre del 2013, Cristina Ramírez de la P. de 18 años alegre venía hablando por su celular, manejaba a alta velocidad su vehículo, una familia, el abuelo, un hijo de 10 años y su nieto también menor de edad, en el acotamiento de esa carretera fueron brutalmente arrollados cuando se disponían a cambiar una llanta, en ese segundo, esta jovencita que alegre departía por teléfono con quien sabe quién, de esta catástrofe sólo un niño está aun grave en un hospital de Monterrey.

Son ya millones de vidas segadas por la pendejez, costumbre, maña, juego y estupidez de personas que manejando un vehículo, a la vez maneja también un celular, que escucha, habla, recibe, lee , escribe y manda mensajes, se twitea, googlea o se textea como dicen los chicanos, todo en sus teléfonos móviles. Hay miles de testigos y protagonistas de estos accidentes que andan en sillas de ruedas, otros están en periodos terminales, en terapias intensivas, muertes cerebrales, con cirugía reconstructiva, amputados y como testigos imputables los panteones de todo el mundo.

Desde hace pocos años muchas carreteras, bulevares y calles han sido escenario de accidentes que como causa y efecto directo son la distracción por atender sus celulares. De por si viajar en cualquier carretera o vía del país es un peligro, caminos en malas condiciones, trabajos sin señales, las autopistas caras y también muchos tramos de paga en pésimo estado, más el riesgo de asaltos por los malosos o la misma policía, que está para resguardar y que muchos turistas o viajeros nacionales les temen al pasar por una población “X”, aunado a lo anterior está el descuido o importamadrismo de los “chateadores”, itinerantes y viajeros que por atender sus aparatos de comunicación se llevan por delante a vidas inocentes.

A. Guerra, oficial de caminos (policía federal de caminos), me cuenta que de dos años a la fecha, suman miles de accidentes causados por ese motivo, inclusive ya no es el exceso de velocidad sino por motivos de mensajes de los multicitados aparatos. En Monterrey, Nuevo León, el departamento de Tránsito también lleva un recuento por esa causa y su distracción ha costado muchas vidas y dinero, testigos de estos accidentes dicen que la causa o motivo sólo bastó una mirada a la pantalla del aparato móvil y el golpe seco al pegar o chocar contra algo se dio, en la mayoría de los casos no hay tiempo de reaccionar y sobreviene la catástrofe. El caso más reciente fue de un conductor del tren rápido en Santiago Compostela, España, que venía grabando el velocímetro de la máquina que conducía a más de ciento cincuenta kilómetros por hora, esa tragedia costó muchas vidas y ejemplos hay muchos .

Lo que dura un mensaje llegar a su destinatario, tal vez un segundo o menos en el tiempo medido y en el espacio cibernético, es el tiempo en que sucede la transición de la vida a la muerte cuando se descuida y provoca un accidente automovilístico, llevándose en ese mensaje/instante a la tumba.. Esta es la guerra de la tecnología y el costo que se paga.

 
 
 
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