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Octubre 2013
Edición No. 296
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rufino rodriguezI.M.S.S.



Rufino Rodríguez Garza.

Al IMSS le hacen falta hospitales, los actuales están sobresaturados. A los pacientes se les observa en sillas y en el suelo, pues no hay suficientes cuartos y camillas. Aunque se han abierto nuevos nosocomios, éstos al poco tiempo resultan insuficientes. No dudo que haya personal flojo, caprichoso e incompetente, pero en su mayoría son buenos elementos.

El servicio médico es tardado por la gran cantidad de pacientes. Las y los enfermeros hay días que no descansan ni un instante, inclusive ni su tiempo reglamentario de media hora para tomar alimentos, pues hay horarios en que no se dan abasto para atender a los derechohabientes que llegan a urgencias -por ejemplo- sábados y domingos. Otro evento que el personal de enfermería realiza es llenar formatos burocráticos y estadísticos, ingreso de pacientes y los tratamientos médicos indicados por los doctores.

Aún con su enorme carga de trabajo, las enfermeras se dan tiempo para sonreír y apapachar a pacientes de todas las edades. Las enfermeras son las de mayor carga de trabajo, nadie lo duda, pero también los médicos que llevan la responsabilidad de sanar y salvar vidas.

El promedio de pacientes en un hospital normal por enfermera es de ocho para cada una, pero en las instalaciones del IMSS el número se duplica e inclusive se triplica en muchos casos. Otro evento que las enfermeras y los enfermeros realizan es llenar formatos burocráticos y estadísticos, ingreso de los pacientes y los tratamientos médicos indicados por los doctores.

Los baños son otro punto negativo en el nosocomio, hay pocos, sin mantenimiento, sin extractores y las más de las veces sin aseo constante; pero cabe mencionar que la suciedad de dichos baños es causadas por los propios pacientes, quienes por falta de cultura no ayudan a mantener las instalaciones limpias y en óptimas condiciones de operación.

Los edificios del IMSS cuentan con aire acondicionado, pero no lo ponen a funcionar por el ahorro malentendido de energía eléctrica, mientras que las salas y sitios de hospitalización están saturadas y los olores, los humores humanos se vuelven insoportables, el paciente casi se calcina. El caso del aire acondicionado se repite tanto en épocas de frío como de calor.

El personal de intendencia deja mucho que desear, se observa basura por todas partes, pues sólo una vez por turno pasan a dar trapazos. El personal de vigilancia está subrogado y las más de las veces exagera en el desempeño de sus funciones. Me estoy refiriendo a las salas de urgencias, donde el personal médico se reduce al mínimo ¡¡nunca se accidente o enferme en fin de semana!!

Platico estos datos que observé ahora que por problemas de “piedras” en el riñón he tenido que hacer uso del Seguro Social. Soy derechohabiente desde los 60s y ésta es la primera ocasión que solicito hospitalización y operación para la enfermedad renal. Siempre he tenido buena opinión del IMSS. Aquí nacieron mis hijos y a mi esposa la han operado. También soy pensionado por esta institución y aunque la pensión es poca, ayuda para completar el gasto diario.

Aquí no hay preferencias, a todos se les trata igual, todo es cuestión de paciencia; claro hay quien tiene dinero que se va a la consulta privada y a los hospitales particulares, donde se cobra hasta por respirar. Habrá gente que se pueda dar el lujo de contratar un seguro de gastos médicos mayores con un alto costo, o que algunas compañías les proporcionan a los ejecutivos de sus empresas. Nosotros modestos mortales tendremos que hacer filas y esperar nuestro turno.

Después de múltiples estudios, de cientos de preguntas, escaners, radiografías, “urotac” (de urología), unas muestras de sangre y orina y la consabida firma de un familiar responsable, pasé a observación, luego a esperar cama seis días porque están escasas y después la operación. Son trámites y papeleos sin fin. Bien dice el dicho español “más vale el peor cuarto de hotel que el mejor cuarto de hospital”

En el hospital uno se topa con enfermos imaginarios o hipocondriacos, gente muy humilde que por primera ocasión se topa con la medicina alópata, porque toda su vida se curó con remedios caseros. Gente con pretensiones, que se viste a la última moda o cholos tatuados y con ropa estrafalaria. Eso sí, la inmensa mayoría con teléfono celular.

Los doctores son muchos pero carecen de escritorios, todos son ambulatorios, la mayoría de blanco, como todo el mundo, aunque algunos sólo se distinguen porque traen el estetoscopio.

Aquí se oyen lamentos, llantos, quejidos, gritos de dolor y la siempre presencia de la desesperación reflejada en los rostros de los ya “impacientes” enfermos por las largas horas de espera, la larga espera por una camilla o en su caso por una cama para poder aliviar sus males.

La comida es suficiente y apropiada a cada uno de los pacientes, eso si fría, sin sal y sin azúcar.

Los católicos y los evangelistas se pelean por ofrecer alguna bendición u oración, así como también por ofrecer un pan con café que mitigue las largas horas de sueño y de hambre que se van acumulando diariamente a los familiares de los pacientes internados, aprovechando también para dejar su mensaje proselitista y ganar gente para sus respectivas iglesias. Son tolerados por las autoridades. En los católicos se da el caso de que pasan regalando rosarios e himnarios, y también pasa un sacerdote rezando por los enfermos que así lo requieran.

En el Seguro Social hay que tener fe y sobre todo la paciencia del buen Job, mucha paciencia. Esperar turno en los quirófanos y aceptar que aún sin estar completamente restablecido te despachen a tu casa porque hay una lista de gentes esperando tu cama.

Como corolario podemos mencionar que aunque el primer nivel o contacto de esta institución nos parezca inadecuado, lento e ineficaz, en niveles donde se requiere atención médica especializada y donde se pone en riesgo la vida de los pacientes contamos con el Seguro Social que está ahí para auxiliarnos, pero lo mejor de todo esto es su gente, quien se echa a cuestas la responsabilidad de atendernos y sobre todo sentirnos cuidados y que estamos en buenas manos.


 
 
 
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