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el periodico de saltillo
Agosto 2014, ed. #306


“A quien Dios no le dio hijos, el diablo le dio sobrinas”


Manuel Padilla Muñoz.

Por las noches, a la hora de sus oraciones, con su cuerpo mermado por sus 92 años, su espíritu quebrantado por la decepción de una vil traición, sola, sin hijos y esperando pacientemente su muerte, en la oscuridad de su recámara, a la Tía Lola la escucho musitar: ¡maldita, maldita, mil veces maldita!

Dios, en sus inescrutables designios, nunca le dio hijos, solamente siete sobrinos que son su única familia en este mundo. Una de ellas, la despojó de todo su dinero que logró reunir para su vejez; la condenó a la miseria mientras la sobrina hizo millonarios a sus hijos con dinero que debe quemar las manos de una persona cuerda y de buenos sentimientos.

Hace más de 50 años, la Tía Lola y su esposo Ale, emigraron, como muchos mexicanos a tierras norteamericanas en busca de mejores posibilidades de vida. Llegaron a aquellas latitudes, como muchas veces escuché decir a mi abuela, “con una mano atrás y otra adelante”, sin dinero, con la esperanza de encontrar un trabajo que les permitiera vivir. Se enfrentaron a un mundo desconocido, con una lengua extraña, con personas que hablaban otro idioma difícil de aprender para ellos, sin amigos y solamente esperanzados a la caridad de algunas buenas personas -muy contadas, por cierto- que les brindaron una ayuda para apenas sobrevivir. Así, enfrentando miles de vicisitudes, el Tío Ale logró conseguir un trabajo que les permitió llevar mejor vida.

Hace poco más de 10 años, murió el Tío Alejandro y la Tía Lola quedó completamente sola viviendo en la ciudad norteamericana. Desde entonces, la máxima aspiración de la Tía Lola era regresar a Torreón, la tierra que la vio nacer, donde vivieron toda su vida su madre Taurina y sus hermanos Isaura y Manuel (mi padre, por cierto, de quien me siento muy orgulloso) para ser sepultada, según me hizo prometerle, junto a ellos en el panteón municipal.

En ese lapso de tiempo, la sobrina traidora le pidió dinero para pagar la casa que adquirió. “Para no pagar intereses leoninos”, le suplicó. Le prestaron el dinero que, supuestamente les iba a pagar. Nunca lo hizo. Hoy, que la Tía Lola le reclamó el pago, la sobrina, le asegura que le pagó al Tío Ale. Pero, como éste ya está muerto, nunca se sabrá la verdad. La Tía asegura que nunca recibieron tal pago. Luego, le prestaron a la sobrina dinero para que su hijo, estudiante entonces, pagara daños causados en un choque automovilístico. La Tía tuvo que vender la casa que fue de su madre en esta ciudad para ayudar al jovenzuelo y nunca le pagaron. A otro de sus hijos, el menor, le prestó dinero para salirse de su casa “porque ya no aguantaba a su madre” y solamente le ha abonado 500 pesos. Cuando menos tuvo un poquito de vergüenza. Le prestó otros miles de dólares para, según ella, pagar su divorcio. Con todos estos antecedentes se concluye que la sobrina ya la estaba robando desde hace tiempo pero faltaba el golpe mayor, uno contundente, que llevara a la muerte rápida a la Tía Lola.

En los primeros meses del 2012, la sobrina, sin decir nada al resto de sus hermanos, fue a Alburquerque, Nuevo México, por la Tía. Le dijo que ya nada tenía que hacer en el extranjero donde podría morir sola y que era más aconsejable regresar a Torreón, donde la atenderían sus sobrinos y llevaría mejor vida. La Tía Lola odia estar en un “rest home” (asilo para anciano) y creyó las falsas palabras de la sobrina. En cuestión de tres días, rápido, para que nadie se diera cuenta y sin dejarla despedir de sus amistades, la sobrina la hizo malbaratar sus propiedades. Fueron al banco donde estaba depositado el dinero que ascendió a varios millones de pesos y la sobrina los pidió en efectivo o en cheque de caja. De acuerdo a las leyes de EU, eso no era posible, le dijeron.

Tía y sobrina regresaron a Torreón y al día siguiente fueron con la gerente de la sucursal Bancomer, Rodríguez Triana, donde abrieron una cuenta cuyo titular único era la señora María Dolores Padilla viuda de Morales y como única beneficiaria, la sobrina. Existen, sin embargo, algunas inconsistencias. De acuerdo al contrato de apertura de cuentas, en el renglón de nacionalidad de la titular, como no tiene documentos vigentes para abrir una cuenta bancaria, pusieron que era de nacionalidad norteamericana, lo cual es una falsedad pues la señora Dolores JAMÁS SE NACIONALIZÓ NORTEAMERICANA. Para ello debería haber una copia de una carta de cambio de ciudadanía, la que no existe. Luego, en el renglón de documento de identificación, la funcionaria bancaria puso una FM2 008989616 01; consultado el INM dijo que ese documento no existe, por lo que usarlos para fines legales es un delito federal cometido por la funcionaria de Bancomer Patricia Vera Urbina; este documento se otorga solamente a extranjeros que vienen a México y les permite tener cuentas bancarias. No existe copia de este documento en el expediente bancario. Se supone que la funcionaria bancaria, que actuó a nombre de Bancomer, tuvo a la vista ambos documentos y debió anexarlos al expediente; el caso es que no están en dicho documento de apertura de cuenta y ello indica, a todas luces, que hubo contubernio para despojar a una anciana de 92 años, que nada sabe del sistema bancario mexicano. Esto es un verdadero delito que debe ser castigado por la ley. ¿Así es Bancomer y sus funcionarios de fraudulento?

Días después, la mala sobrina se hizo co titular de la cuenta, y en unos días la saqueó hasta el último centavo. Logrado su objetivo de fraude, lanzó a la calle a la Tía Lola habiendo llegado con unas cuantas prendas de vestir a mi casa donde desde el 20 de agosto del 2012 está arrimada.

Ante gigantesco fraude, se presentó la denuncia formal integrándose así la Averiguación Previa 233/2012 en la Mesa 2 de la Delegación I de la Procuraduría General de Justicia de Coahuila que atiende delitos patrimoniales diferentes al robo.

Casi dos años y la averiguación previa no se consigna a un juez por no estar terminada. Ineficiencia de autoridades que beneficia. Más que nada, a la acusada. ¿Será gratuita esta tardanza?, me pregunto. La Tía Lola no comprende que en su tierra natal, Coahuila, feudo gobernado por Rubén Moreira, la justicia no existe, es una utopía. No alcanza a entender que en Coahuila la justicia es para los ricos, para los que tienen dinero para comprar policías, agentes del Ministerio Público y jueces no para los pobres como lo establece nuestra Constitución. Seguro estoy que si hubiera dinero para “aceitar las maquinaria de la justicia”, la denuncia hace mucho tiempo estaría terminada y bien integrada. Pero, como no lo hay… Así funciona el gobierno moreirista, la “nueva forma de gobernar”.

Por todo lo anterior, el mayor deseo en esta vida de la sobrina maldita es que la Tía Lola muera para consumar completamente su atraco. Le apuesta al paso del tiempo; cree que desapareciendo de este mundo la dueña del dinero termina el proceso judicial. Equivocada está pues la ley establece procedimientos que permiten seguir el caso hasta hacer justicia, es decir dar a cada quien lo que se merece. Y creo que quien deliberadamente provoca la muerte de una persona y le roba su dinero tiene que pagar su delito en esta vida. ¿Qué se sentirá -me pregunto- que una persona provoque la muerte de una Tía anciana e indefensa? Para una sinvergüenza, nada.

manuelpadillaperiodista@hotmail.com

 
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