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el periodico de saltillo
Agosto 2014, ed. #306


Inofensivos niños migrantes están
revelando la injusta desigualdad económica


Adolfo Olmedo Muñoz.


La humanidad ha transitado a pasos muy acelerados en los últimos lustros. Recientemente se puso en boga un renovado debate sobre el curso evolucionista de la raza humana. Se dice que seguimos “evolucionando” como especie humana, lo que supondría valores “humanos” más elevados, pero, tal vez sea todo lo contrario y esté triunfando un utilitarismo mezquino y el salvaje capitalismo de los países autollamados arrogantemente como “civilizados”, como sinónimo de avanzados o evolucionados.

El asunto no es nuevo, la historia registra miles de situaciones donde se revela que el peor y más feroz enemigo del hombre es el hombre mismo; Un demiurgo del lado más oscuro del homo sapiens, y por lo que el ser humano se fijó desde hace miles de años, la búsqueda de métodos adecuados para el control de esos instintos que ponen en peligro la supervivencia de la raza humana, y se crearon múltiples códigos normativos de conducta lo que, desde el siglo XVIII ufanamente se enarboló como el paladín representativo de Occidente, desde las revoluciones, tanto la norteamericana como la francesa en 1789, para forjar el código fundamental para la convivencia pacífica y de respeto a los derechos humanos. El bienamado Pacto Social en el caso de Francia.

Bajo un manto de mansos corderos y defensores de los derechos del hombre, los yanquis (inmigrantes en nuestro continente) emprendieron, por aquella misma época, su “destino manifiesto” la rapiña para apoderarse de todo lo que se les ponía a su paso. Y no tuvieron empacho en acarrear la peor calaña de donde fuera.

Aunque ya desde entonces con muchas reservas para con los mexicanos, supuestamente dolidos por el arrebato de más de la mitad de nuestro territorio, luego de una “socarrona” migración promovida por los gringos para que familias de hambrientos inmigrantes europeos, “colonizaran” las tierras de lo que hoy es Texas.

Prostitutas, ladones, asaltantes, asesinos, defraudadores, asaltabancos, cuatreros, violadores, milenarios usureros, además de fanáticos esquizofré- nicos. Incluso y muy a su pesar, congregaciones enteras de africanos negros, que robaban y esclavizaban, y eran traídos por sus mercaderes esclavistas (asociados con ricos tratantes holandeses), mientras se deshacían de los “hostiles” indios americanos. Para ellos era, y sigue siendo valida la sentencia de que: “El mejor indio es el indio muerto”.

Con nuestro país, el encuentro de desencuentros con los yanquis ha tenido miles de facetas. Cuando se les pegó la gana y necesitaron la fuerza laboral de los mexicanos, se pusieron blanditos, pero cuando les apretaban las protestas internas de los otros inmigrados pero con ínfulas de dueños absolutos, o de raza superior, pues simplemente “cerraron las fronteras” que prepotentemente habían fijado para su conveniencia.

Miles de gallardos mancebos jaliscienses y hermosas tapatías, además de oriundos de Sonora, Chihuahua, Durango y tantos michoacanos, y más recientemente de oaxaqueños y de otros rumbos del país, dieron su vida en los campos de labor para hacer de la economía yanqui una fuerza de primer orden a nivel mundial.

Solamente en el período de la Revolución Mexicana miles de familias emigraron llevando no sólo su fuerza de trabajo, sino sus bienes, pero sobre todo, su dignidad de seres humanos de carta cabal.

Hoy, los gringos se hacen bolas. El asunto se les ha ido de las manos y amenaza con crear una determinante crisis en el seno de esa sociedad fundada en la imagen acartonada de la publicidad, de la “tierra de las oportunidades” “la tierra prometida de la democracia”, “el cenáculo de los hombres libres”, y no se cuantas patrañas más, pero ellos, se las creen todas.

Hoy, la publicidad no les alcanza para tapar el sol con un dedo. Su perfidia se ha dejado caer por sobre la humanidad de niños hambrientos, temerosos de la inseguridad que el desorden económico provocado por ese capitalismo que enriqueció a los yanquis en la medida que empobrecía, e intervenía a las naciones latinoamericanas, de las que hoy son expulsados esos niños.

Hoy si le preocupa al “Tío Sam”, no tanto por humanismo, sino por que no saben qué hacer con niños, a éstos no los pueden dañar visiblemente, a estos no los pueden balear so pretexto de que lanzó “mentadas de madre” a los perros de la patrulla fronteriza, a estos menores… no los puede amenazar con dañar a sus familias, aunque estén en sus países de origen, pues como niños, y esa clase de niños en pobreza extrema ¡ya no tienen nada que perder!

Los norteamericanos no pueden, no deberían, actuar como sus protegidos judíos que en embates genocidas acribillan a civiles indefensos, niños y mujeres, familias enteras de palestinos exterminados sin ningún pudor; ni conocen siquiera esa palabra.

Recientemente se habló también de una cumbre mundial, para denunciar los maltratos de que son víctimas miles, cientos de miles de niñas, que en países poco civilizados, son obligadas a casarse en contra de su voluntad a pesar de ser menores de edad, miles de ellas, sufren también mutilaciones genéticas en rituales salvajes. Civilizaciones arcaicas que practican la circuncisión, más como ritual que como medidas de higiene, que es en lo que se escudan.

Por todo el orbe, se han “denunciado” abusos de pede- rastas y traficantes de menores, niños y niñas, a la iglesia católica la han “satanizado” por ello. Y todo mundo habla de las tragedias que viven los niños en esta era de capitalismo salvaje. ¿A dónde van a ir a parar?, ¿Quiénes serán esos ciudadanos el día de mañana?

¿Los dejarán vivir, para que sean ejemplos vivientes de las felonías de esta etapa de nuestra historia “humana”? Yo creo que no. Igual que los judíos no responderán por los crímenes genocidas que están come- tiendo en Palestina, los mecanis- mos del más perverso instru- mento de la mercadotecnia, la publicidad, se echará a andar y el mundo permanecerá a ciegas mientras pequeños seres humanos, la esperanza de nuestra especie, es confinada en pocilgas improvisadas, cárceles militarizadas, tratados como animales, al tiempo que perver- tidos como el “gobernador” de Texas, Rick Perry “invierten millones de dólares, para militarizar, más, la frontera con nuestro país”.

¡¿Lo que hace la codicia por el poder político?!. El tal Perry, es un ejemplo (dentro de todo lo que podríamos hallar), de que los orgullosos “gringos” siguen siendo unos vulgares caverní- colas.

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