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el periodico de saltillo
Agosto 2014, ed. #306


Abanderados de La libertad

Alfredo Velázquez Valle.

Hemos estado pasando tiempos difíciles en este inicio de siglo XXI. Las cosas no parecen ir por un rumbo en el cual tuviera uno la seguridad de pensarse libre de flagelos, de incertidumbres.

Tal parece, que las condiciones en las cuales hemos estado viviendo, llevaran en ellas mismas, la semilla de la destrucción, de la fatalidad.

Hace apenas cien años, vivíamos los estragos de una guerra mundial provocada por los apetitos voraces de grupos con intereses muy particulares, a los cuales, no importó llevar a la muerte, a más de nueve millones de seres humanos.

Otros tantos, provocó esta guerra, al ser los tratados de Versalles, uno de los motivos que desencadenaron el rearme alemán que, aunado a la crisis económica del mundo capitalista de 1929, devino en una nueva conflagración mundial hace apenas setenta años.

Hoy, como ayer, las banderas de guerra se extienden sobre el mundo. Las causas, las mismas que el sistema económico que nos domina no provoque. Sea Siria, Israel, Irak, Afganistán, Gaza, o Ucrania, los motivos, están en el propio andamiaje del modo capitalista de producción, que depreda, no solo al hombre mismo, a los ecosistemas también.

La globalización de la economía de mercado, sustentada en el principio de la explotación de los seres humanos y los recursos, para la extracción particular de beneficios capitales acumulables, ha provocado la tragedia de más del noventa por ciento de la población mundial. Solamente los pocos oligopolios que se benefician con este modo de producción, que históricamente nació de las entrañas de la sociedad feudal en decadencia, han visto en él, la culminación de un especial modo de vida, al cual no quieren renunciar. La estabilidad disfrutada por unos pocos es la incertidumbre para el resto de la humanidad.

De otra forma, la apropiación del producto del trabajo alienado, es para las élites económicas, y sus correspondientes políticas, lo que el despojo y pauperización lo es para las restantes clases sociales.

En éste ámbito, donde la lucha de clases se revela con toda su fuerza, los grupos sociales desplazados, marginados o excluidos de “las bondades” del libre mercado, o neoliberalismo económico, buscan (tristemente), no las causas de su condición, más bien, desorientados por los distintos medios (de consenso o coerción), al servicio del capital, buscan la manera de salir lo mejor librados posible, del oscuro hoyo en que los ha sumido su condición de explotados.

La astucia del sistema para evitar la fatalidad que conlleva su historicidad, ha encontrado las maneras de contener el descontento de las masas, y así, preservarse en la reproducción de las relaciones económicas mismas.

La impronta de las estructuras sociales, y creación, en última instancia, de esas relaciones económicas de producción, ha dejado en las mentes de los hombres una actitud por la cual, observan los fenómenos, los interpretan, y practican su realidad. Son estas instituciones, que en su carácter de aparatos ideológicos, como lo son la escuela, o los juzgados, o aparatos coercitivos, como los ejércitos o las policías, los que inhabilitan a una realidad que, de ser comprendida por los explotados, les sería adversa a quienes oprimen.

Hoy, que la sombra del fascismo es poco menos que tangible; cuando las imágenes que del otro lado del mundo nos llegan del este de Ucrania, y Maidán, o la represión de los habitantes palestinos de la franja de Gaza por parte de un Estado israelí que mucho imita la política nazi de la segregación y el racismo, o cuando nuestros conciudadanos son vejados en sus derechos fundamentales, por una patrulla fronteriza norteamericana, no puede uno menos que indignarse; y preguntarse, también, ¿Hasta que (des) medida el orden económico mundial, a través de los Estados nacionales, impulsa, por medio de las instituciones sociales, en tiempos de crisis y depresión, estas posturas, estos densos velos, que impiden la unidad de los trabajadores, de las masas, de los pueblos por sacudirse el flagelo de un “orden” que deshumaniza?

En 1942, cuando la ofensiva de los ejércitos de la Alemania de Adolfo Hitler, comenzaba a ceder en las llanuras de Rusia ante la ofensiva del ejército soviético, las primigenias potencias aliadas (Francia, Gran Bretaña y U.R.S.S.), en consonancia con los países que simpatizaban con la causa de la democracia occidental (en oposición a las potencias fascistas) echaron mano de sus instituciones, políticas y sociales, para fomentar entre la población mundial el rechazo a un sistema social, el fascismo, que anulaba, franca y decididamente, la personalidad del hombre, abolía sus derechos como ciudadano, negaba sus conquistas laborales e imprimía la censura en sus bocas.

En México, el rechazo discursivo al fascismo, también se orquestó desde las estructuras mismas del Estado y a través de sus propias instituciones sociales, como lo fue el caso de la escuela pública.

En efecto, será a través de la sociedad “Abanderados de la Libertad”, como se pretenda crear un espíritu de unidad nacional en torno a la defensa de la patria, contra las potencias fascistas, a las cuales el gobierno del presidente Gral. Manuel Ávila Camacho, había declarado la guerra en mayo del ´42; así, el amor a la patria y un sentimiento de adhesión ciudadana, a la libertad, otorgaron sentido a un discurso oficial de unidad a toda costa y por encima de todo tipo de intereses.

El reglamento de esta sociedad, que convocaba fervorosamente a una unidad, por sobre todo y todos, llamado “Abanderados de la Libertad”, sentenciaba, en su último párrafo (ultimátum, al fin) a aquellos a quienes no quedara claro el discurso patriótico y libertario, del Estado mexicano que:

“Ser Abanderado de la Libertad, constituirá una garantía de buen mexicano, de hombre legal con el país en que vive, de persona capaz de ser libre y de aspirar a merecer la libertad; Quienes se nieguen o se resistan a ser Abanderados de la Libertad, demostrarán con ello que no quieren a su Patria, que tienen un sentimiento de traidores a su país y que en cualquier momento dado pueden ser quintacolumnistas, espías o enemigos de México.” (MX0530AHSECFDC48F3E3F3).

Una convocatoria draconiana, para la defensa de “la libertad”, y la lealtad a la patria, no dejó de ser un contra sentido; aunque en ello, en el sustento de este discurso, había mucho de inteligencia para la supervivencia del propio Estado mexicano.

 

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