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el periodico de saltillo
Julio 2014, ed. #305


Todos manoseados

Fidencio Treviño Maldonado.

Parodiando el tango “Cambalache” que entre otras cosas dice /vivimos revolcados en un merengue y en el mismo lodo/ todos manoseados///. Esto en un país en donde la teoría de la liberación está en boca de los políticos, lo que para muchos -incluyendo los que mandan- es más fácil engañar, que convencer. Una patria en donde los tribunales no funcionan, la inseguridad es el peor de los desastres y los ciudadanos vivimos aterrorizados por los delin- cuentes, por la policía y las mafias al servicio del poder, el caos de lo absurdo y la indolencia de nuestros jerarcas, con la despiadada mentira y la promesa del espejismo de la abundancia, en el monopolio político de dimensiones exacerbadas de la empresa absurda, imperios de costumbre construida en un mundo de mentiras, batallas por el poder, anteponiendo y disfrazando la lucha contra el hambre, los camaleones trepados en la piedra del sacrificio vigilan sus víctimas.

Nuestros políticos no han evolucionado ni un ápice, su capacidad no da para más, no tiene el pueblo un momento histórico reciente que festejar, la vanguardia en que avanzan y proyectan otros países ni siquiera la podemos copiar. El rosario y cascada de penas en que viven millones de habitantes con servicios nulos son ya uso y costumbre, y no pasan de ser simples gráficas y cifras que se difuman ante la corrupción y el desdén de los dueños de la caja y el dinero, es decir estamos inmersos en un amasijo de cieno y lodo, donde las naves no tienen ni siquiera una pizca de esperanza de despegar.

Ahora, más allá de que los pobres y miserables formen polígonos que aun no aparecen en ningún mapa, el mismo pueblo vive con el Jesús en la boca, por un lado los gánsters disfrazados de fiscales, cobrando hasta por el aire que respiramos y por el otro, la mafia en manos del mismo gobierno, con el Estado de Derecho todo maltrecho y reformas para beneficio de la Casta Divina, solapando errores y corruptelas de los grandes y zares de la política.

La telaraña de reformas que inventan los onagros y tartufos que nos gobiernan no es otra cosa que acomodar a su amigos, parientes al nombrar cientos de comisiones, de subsecretarías y otras chambas de buena paga, porque la verdad ninguna reforma por luminosa que sea va a sacar el buey de la barranca, y menos cuando los incipientes, delgados y endebles hilos de nuestra economía no son capaces de sostener una abejorro en vuelo y si antes nuestra economía estaba pendientes de alfileres, ahora ni siquiera hay donde pegar los alfileres.

Y retomando el tango “Cambalache” que dice “Cualquiera es un señor, cualquiera es un ladrón, los inmorales nos han igualado”, y sólo basta ver los jefes de la comuna a nivel nacional para percibir que desde hace muchos años son los mismos, nada ha cambiado, sus figuras están congeladas, sus nombres se han perpetuado y como monos fantasmagóricos y caricaturescos brincan de un sillón a otro, todo un imperio de la fortuna, mientras en otros países los cadáveres son conservados en formol, en México los políticos mantienen el cadáver de lo que queda de un país, una patria que ha resistido de todo, independencias, revoluciones, reformas, tiranías disfrazadas e investidas de democracia.

El poder hegemónico representado por el culto a la personalidad, algo peligroso porque estamos a un paso del fascismo, con tanta carga fiscal, el caos y la anarquía reinan en los partidos, con una Constitución a la carta, con precios módicos para complacer caprichos megalomaniacos muy propios de nuestra clase política. La cultura política que se practica en el país la definen lo inerme ante el autoritarismo, los fraudes electorales, la autonomía de la demagogia y la fuerza de la corrupción al servicio del mismo gobierno que persiste en preservar la salud mental de la élite del poder. Esto desde luego con la indolencia, pasividad y el permiso que le da un pueblo, manco, ciego, sordo, cojo, mudo y lo peor; dócil, sumiso y según se ve domesticado.

kinotre@hotmail.com

Cambalache: Tango. Autor: Enrique Santos Discépolo

 
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