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el periodico de saltillo
Noviembre 2014, ed. #309


Complicidad


Homero Gómez Valdés

Cuando alguien abusa ya sea en la persona o en los bienes de otros, está cometiendo un latrocinio.

Cuando este mal crece, y son las instituciones las que cometen ese abuso en contra de la ciudadanía, El abuso se torna en ser institucional.

Cuando las empresas grandes y pequeñas atropellan los derechos de los demás, y aprovechan la impunidad que les da una autoridad laxa, o… ¿Tendenciosa? El abuso se desparrama y crece.

Nos hemos acostumbrado a ser conformes con todo lo que nos hacen y no reclamamos, ni el robo de la feria de la combi ni los sistemáticos robos en las cuentas bancarias a través de servicios o productos que nos cobran sin haber contratado, y que el banco con complacencia nos rebaja, o los cargos indebidos disfrazados de “seguros”, o de aparatos medidores que están al servicio de ellos pero nos los hacen ver como nuestros. Como los que nos hacen las compañías de agua, de gas, de teléfonos, con eso de que en los supersotes o supercitos, cuando uno paga el importe con un poco de feria sobrante le dicen “Se lo redondeo”, y en verdad, ya se lo redondearon.

Pero ya todos estos pillos tienen acostumbrada a la sociedad para que no se quejen ante la esquilma que se les hace. Por eso ya nadie reacciona cuando la hacen víctima de los atropellos que van de menores a mayores en cada vez. Tal pareciera que en esta sociedad, ya no hay seres humanos, o que estos se convirtieron en zombies sin alma, sin capacidad de raciocinio. Recuerden las hecatombes

Pero dentro de la ética de ser sociables, hay un pequeño problema.

Cuando uno permite que se cometa un delito de robo, de extorsión de atropello en contra de su persona o de otros, y no lo denuncia, no solo es culpable de ser la víctima, al no denunciar también se convierte en cómplice del delito, o sea en doblemente tarugo ya que esos delitos los cometen los delincuentes en contra de uno con la complicidad voluntaria de la víctima.

El estado catatónico en el que se encuentran los seres que se complacen en ser víctimas está ya en un punto en el que se previene un estallido de grandes consecuencias.

Al parecer, los gobiernos promueven esta permisibilidad de actos para medir el grado de tolerancia hacia actos hasta anti naturales, sólo para medir la capacidad de reacción de sus gobernados. Si ven que todavía el burro aguanta, pues… ¡échenle encima otro poco de carga!, ¡Ah! Y dos garrotazos más para ver si respinga o por lo menos rebuzna, pero si no, pos… ¡Se puede seguir echándole más carga y garrotazos hasta que se pandee y se caiga muerto! Al fin que ya lo estaba en vida.

Cuánta razón tiene ese pueblo que dice en su filosofía que el tres por ciento son ellos y los demás su ganado.

Pero eso el ser dejados al grado máximo conlleva a una consecuencia que tarde o temprano vendrá: Un estallido en el que gran parte de esto que se llama humanidad se masacrará.

No soy agorero, ni brujo, ni adivino, solo soy un ser al que en la Historia le ha gustado observar los movimientos de la humanidad, y las consecuencias que han repercutido en ella.

Así que si eres víctima de un atropello y no lo denuncias, entonces, ¡También eres cómplice de los verdugos ya que eres como ellos: Un delincuente.

El tener Valor Civil, ha desaparecido, pero para poder salvar esto que llamamos sociedad, tenemos que rescatarlo. Para hacerlo se necesitan dos potenciales individuales…
¿Ya las adivinaron? : La primeras, es voluntad para empezar a hacer algo, la segunda es la fuerza de voluntad para mantenerse constante en la lucha hasta conseguirlo.

El ser estúpido para seguir soportando la ignominia es voluntario.

Pero, aquí, cabe hacer una inocente preguntita… Y tú, ¿Qué tan voluntario eres?

“Estas son las mañanitas… Despierta pueblo…”

 
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