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el periodico de saltillo
Septiembre 2014, edición #307



Las casas con galeras


Homero Gómez Valdés.

Las casas con galeras. Sin albures… por el momento…

Allá por mediados del siglo XX, todavía existían en Saltillo casas que tenían cuartos que servían de bodegas. A esas bodegas les llamaban galeras.

Las casonas eran hechas de adobe con paredes de un mínimo de cuarenta centímetros de grosor, los cuartos medían cuatro metros de ancho por seis metros de largo, y la altura era de seis metros.

Las habitaciones destinadas a las galeras eran iguales a las de habitación.

Los techos eran de morillos o sea troncos de pino cortados en luna nueva para que duraran y después de los morillos, se ponía tableta también de pino y luego un terrado de cuarenta centímetros de grueso impermeabilizados con un atole de jabón de lejía.

La casa del tío Manuel Valdés Dávila, hermano menor de mi abuelo Rafael, daba de la calle de Matamoros a la calle de Centenario. La entrada a la casa era por Matamoros y a las galeras por centenario.

Como muchos, el tío se dedicaba a refaccionar a los campesinos para que tuvieran el alimento y la semilla para que sembraran. Los refaccionadores daban un bulto de semilla de cien kilos de trigo, de maíz o de frijol que rendía por bulto unas cinco hectáreas. También proporcionaban los bultos de grano suficientes para que se alimentara la familia durante la siembra y hasta la cosecha. Así, si se sembraban diez hectáreas de trigo, el campesino era refaccionado (Como ejemplo), con doscientos kilos de trigo para sernilla y otros dos bultos de trigo como alimento.

Como esos doscientos kilos le dejaban una cosecha de entre dos toneladas a tres toneladas por hectárea, entonces el campesino recogía entre veinte a treinta toneladas dependiendo si había poca o suficiente lluvia.

A la cosecha, al campesino refaccionado, no le dolía pagar los bultos que le habían prestado y otro tanto como interés.

Los refaccionadores como el tío Manuel, o el Padrino Crispín, se enriquecían con este sistema que a pesar de lo aparentemente caro, producía riqueza en la región, ya que promovía el esfuerzo del campesino para salir adelante con la familia. Sobre todo, los apoyos eran en tiempo y forma, ya que de otra manera no funcionan las cosas.

Las galeras de ellos siempre estaban repletas de grano y ahí es donde la chiquillería nos íbamos a subir en las escaleras de barrotes para arrojarnos de mil maneras a las camas de trigo o de maíz.

Con el escándalo que producía nuestra algarabía, acudían las mujeres con escoba en mano o los tíos con cinturón en ristre para ahuyentarnos, pero los chiquillos éramos muy ágiles o los tíos se divertían con nosotros porque nunca nos alcanzaban.

En donde no se decía nada, era cuando el maíz estaba en mazorca y andábamos trepados arriba de las mazorcas, ya que así se desgranaba mucho maíz y se les ahorraba trabajo a los adultos y de ese modo nuestro espíritu travieso, producía algo.

En fin, había abundancia ya que no solo se producía el sustento del campesino y su familia, sino que había para vender y comprar otros satisfactores.

Algunos vendían su cosecha de inmediato, y otros se esperaban hasta noviembre o diciembre para obtener mejor precio en los molinos de La Colmena o del Fénix .

Esos molinos empezaron a surtir la harina y el salvado para la comunidad citadina y para el campo, con lo que se aliviano la carga a las mujeres que antes molían el trigo en molinillos de mano.

Con la harina las mujeres hacían las ricas tortillas de harina cuyos olores nos tenían atados a la cocina de las abuelas. Si la harina no era cernida entonces se tenìa la harina integral con la que se cocinaban las ricas “panochas” que con una cucharada de cajeta de membrillo o de durazno, o de chabacano y cubiertas de nata fresca, hacían nuestras delicias.

Con los molinos industriales, las mujeres fueron ganando tiempo libre. Algunas, lo aprovechaban para hacer tejidos, bordados o deshilados, hacer tartas y compotas, y otras se fueron haciendo adictas a las radionovelas y con ello fuero en muchos casos también haciéndose flojas e irresponsables.

Las casas con galeras por supuesto nunca deben de confundirse con las casas congaleras que a pesar de ser de buena música se les llamaba de mala nota.

 
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