Jesús González Ortega, General republicano que pretendió instalar en
Piedras Negras su gobierno en 1865
Rigoberto Losoya Reyes.
El Maestro Justo Sierra señala (1956) en su obra “Juárez... su obra y su tiempo”, un pasaje sumamente interesante cuando el General Jesús González Ortega se enfrentó a Benito Juárez con el propósito de asumir la presidencia de la república en 1864, durante los aciagos días que nuestro país sufría la invasión francesa y la sede de la república era el modesto y austero carruaje presidencial. El argumento legal que aducía este inquieto militar era que el periodo presidencial de Juárez había terminado y que de acuerdo con el artículo 82, de la Constitución de 1857, que señalaba:
Artículo 82.- Si por cualquier motivo la elección de presidente no estuviere hecha y publicada para el 1 de diciembre, en que debe verificarse el reemplazo, o el electo no estuviere pronto a entrar en el ejercicio de sus funciones, cesará sin embargo el antiguo, y el supremo poder ejecutivo se depositará interinamente en el presidente de la Suprema Corte de Justicia.
Como es de comprenderse, el gobierno de la república no estaba en condiciones políticas ni sociales para llevar a cabo un proceso electoral en medio una guerra injusta producto de una invasión.
En medio de esta laguna legislativa de la Constitución donde no se previó un estado de invasión extranjera durante una inmediata elección presidencial, la situación quedó a la interpretación del propio presidente Juárez y los integrantes de su Gabinete.
Ante este torbellino de ambiciones personales donde se disputaba un Poder que se les iba entre las manos, surge la figura del General Jesús González Ortega, quien el 14 de enero de 1861 es nombrado por Juárez ministro de Guerra y Marina, ministerio en cual permanece poco tiempo; sus diferencias con el presidente le orillan a renunciar. A la muerte de Ignacio Zaragoza, asume el mando del Ejército de Oriente. Defensor de Puebla por 62 días de sitio.
En enero de 1864 envía una comisión al señor Juárez para pedirle que renunciara a la presidencia, sin embargo, como jefe del Ejército de Occidente es derrotado dando un giro inesperado a su suerte.
Justo Sierra define a González Ortega como “uno de esos hombres cuya vida se compone de violentas oscilaciones”.
El gobierno republicano ya había acordado desconocer a González Ortega como presidente de la Corte Suprema de Justicia mediante un decreto. La causa en que se fundamentó fue el abandono voluntario del cargo. Ante esto, el General González en un intento de conseguir adeptos para desconocer a Juárez decide trasladarse a Piedras Negras en noviembre de 1865, lugar que ocuparía el gobierno para instalar su capital.
Cuando llegó a Piedras Negras tuvo noticias de la vuelta de Juárez a Chihuahua y de los decretos que le perjudicaban. Le escribió al gobernador de Coahuila, Andrés S. Viesca citándolo para una conferencia, y fue a esperarlo en Eagle Pass, Texas.
En la entrevista, el General le expresó que viajaba solo y sin apoyo militar con el propósito de presentarse ante el señor Juárez, llevando como única fuerza la que le daba la ley para pedirle el puesto de la presidencia de la república. A esto contestó Viesca que no podía entrar en explicaciones sobre los decretos expedidos por Juárez y agregó que él estaba dispuesto a proceder contra el General si éste pasaba a Piedras Negras.
González le suplicó le permitiera cruzar a la Villa de Piedras Negras y como el gobernador no accedió, pidió por último y a título de favor que el estar en territorio coahuilense, lo aprehendiera y lo enviara a Chihuahua. Viesca no quiso entrar en arreglos y el General desistió de tan inusual petición.
Su intento fallido de convertirse en presidente de la república le perjudicó más tarde, cuando en enero de 1867, don Benito Juárez visitó Zacatecas en su recorrido triunfal hacia la capital del país. En esos días de festejo, que sellaban el triunfo de la república sobre el ejército invasor, fue aprehendido en esa misma ciudad el héroe zacatecano Jesús González Ortega y fue trasladado en el mayor misterio a Saltillo y luego a Monterrey, donde, sin que mediara juicio alguno, se le mantuvo preso durante más de 18 meses.
El reconocimiento nacional a sus méritos y su reivindicación pública tardaron en llegar: fue en enero de 1881, menos de dos meses antes de su muerte, cuando Manuel González lo restituyó en su jerarquía militar y pagó por fin lo que él mismo calificó como “una deuda de gratitud hacia el caudillo de la reforma y hacia el heroico defensor del suelo patrio contra el ejército invasor”.
Los restos del general González Ortega fueron trasladados a la rotonda de los hombres ilustres. |