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el periodico de saltillo

Abril 2018

Edición No. 350


Utopía

Peña y Meade

Eduardo Ibarra Aguirre.

¿En qué se parecen y mucho el presidente Enrique Peña Nieto y su candidato a sucederlo, José Antonio Meade? La interrogante va más allá del programa y las políticas, el rumbo nacional que se definió en sus trazos básicos en 1982 y acaso antes. El clásico Daniel Cosío Villegas lo denominó, en 1974, el estilo personal de gobernar.

Probablemente forma parte del estilo personal de Peña Nieto esa recurrencia con la que en actos oficiales pronuncia discursos en los que habla de sí mismo como “el presidente de la república”. Por supuesto que lo es y para bien y para mal, seguramente una entremezcla de ambos, lo muestra y demuestra diario.

Hacer discursos y referirse a sí mismo en tercera persona del singular, acaso no tenga mayores significados, pero realizarlo en forma sistémica si bien puede no ser para el diván del doctor José Luis Musi, sí lo es para encontrarle significados políticos, aparte de los humanos.

Pregunté por varios lados a observadores agudos y una de las respuestas para registrarse es que “nunca pensó que lo lograría”, que es para convencerse de que desempeña la máxima responsabilidad institucional.

En todo caso el mexiquense de Atlacomulco y su grupo ya se van y como a todos los presidentes “una figura espectral los persigue. Obras, logros y aciertos que pudieron tener son olvidados; en cambio, errores, descuidos, acciones involuntarias negativas y hasta dicharachos se convierten en su sello frente a la historia”, como escribe Pablo Cabañas Díaz en Forum en Línea. La particularidad será que los escándalos por ejercicios presupuestales sumamente opacos y bienes e inmuebles mal habidos -presuntos o reales- estarán a la orden del día como sucedió en 1995 con Carlos Salinas y su “hermano incómodo” Raúl.

Y a Meade Kuribreña, como describe Arturo Cano en la crónica sobre su registro como candidato, no le bastaron los elogios vertidos por jilgueros y oradores del partido tricolor, los aliados del SNTE en su expresión partidista conocida como Nueva Alianza, fundada por Elba Esther Gordillo y ahora controlada por el enriquecido Juan Díaz de la Torre, y la muy rentable franquicia familiar del Verde.

Instalado en muy buena forma en el tercer lugar de las preferencias ciudadanas de acuerdo a la mayoría de las encuestas, Pepe Toño (para sus socios y cuates) insiste y persiste en hablar de sí mismo aunque sus compañeros de partido, él jura no tenerlo, y de sector lo atiborren de elogios: “‘Tengo mucho que agradecer y ofrecer a México: estudios sólidos, profesionalismo y experiencia, principios y valores. Me he preparado 20 años sirviendo a México, sin escándalo, con honestidad y con resultados’, dice de sí el candidato de la continuidad, esa palabra que sustituye al programa” (La Jornada, 19-III-18).

Seguramente el profesionalismo y los valores que no tengo derecho a negar, fueron insuficientes para establecer un freno al trasiego de recursos hacendarios a las campañas electorales de 2015, a los gigantescos recursos que recibió la fundación de Josefina Vázquez Mota de parte Relaciones Exteriores y el desvío de recursos de Rosario Robles en Desarrollo Social, de acuerdo con la Auditoría Superior de la Federación.

Elogio en boca propia es vituperio, lo saben muchos paisanos, pero no José Meade. Y mientras persista en esta línea discursiva de autoelogio e insista en rehuir el deslinde (que por supuesto no es sinónimo de “pleito”) con el gobierno de Enrique Peña, su gran elector, pues terminará consolidándose sólidamente en el tercer lugar.

 

 
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