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el periodico de saltillo

Abril 2018

Edición No. 350


Saltillo estancado gracias a sus alcaldes

Jorge Arturo Estrada García.


Los políticos son como los cines de barrio, primero te hacen entrar y después te cambian el programa.
Enrique Jardiel Poncela .

El único que saca partido del capitalismo es el estafador, y se hace millonario en seguida.
John Dos Passos.

 

Saltillo es una ciudad con mucha historia. Con muchos rezagos y carencias, también históricas. Con una larga tradición de malos, pésimos e inefables presidentes municipales, apoyados por varios nefastos gobernadores. Actualmente, es un polo de desarrollo, casi obsoleto, que retrata la falta de visión, talento y de trabajo honesto de los empresarios y la clase política local contemporánea.

Claro que no todo ha sido malo, los saltillenses han logrado mucho. Pero sabemos que las decisiones de la gente en el poder marcan los destinos de generaciones de ciudadanos, para bien o para mal. Y, cuando los políticos, se alejan de los ciudadanos, para volverse aliados de los hombres de negocios, las cosas tienden a empeorar. Los equilibrios se rompen, los rezagos se acumulan y el deterioro en la calidad de vida se precipita y los negocios al amparo del poder se multiplican. Así surgieron diversas fortunas saltillenses. Desde las que ahora se catapultan carreras políticas o se intentan generar imágenes de respetabilidad. Actualmente la vaca está muy flaca, pero ni así la sueltan.

oscar flores tapiaLos ciudadanos también cargamos con la responsabilidad del deterioro de nuestra ciudad. La mayor parte del tiempo permanecemos apáticos, desunidos y solamente desaprobando en redes y en cafés los excesos y deficiencias de los encargados de regir los destinos de la comunidad.

Sin embargo, en diversas ocasiones, cansados de los excesos, las injusticias y la impunidad los saltillenses con decisión, valor, unidad y solidaridad, se han convertido en factor decisivos para generar los cambios y someter a los autoritarios. Así se realizaron en los 70’s y principios de los 80’s los exitosos movimientos sociales en la autonomía universitaria, el movimiento urbano popular, la huelga Cinsa-Cifunsa, el movimiento prodignificación de la universidad, entre algunos otros.

Sin embargo, como una característica particular, entre la extensa historia local encontramos con frecuencia a dinastías de presidentes municipales, muchos de ellos de no grata memoria por sus desempeños en el cargo. Junto a ellos, también aparecen personajes que fueron colocados en la alcaldía para satisfacer las ambiciones de negocios y control de las élites. Así, padres, hijos, hermanos, primos, y hasta nietos son catapultados para proteger y expandir los negocios familiares desde el palacio municipal.

La trayectoria de la capital de Coahuila ha sido difícil, su vocación más exitosa, fue definida por la visión acertada y el empeño de unos personajes estratégicos, pero esto hasta años recientes.

El Saltillo postrevolucionario y postcardenista, que se fue formando a través de llamado Milagro Mexicano generó una ciudad de enormes desigualdades, sin servicios, sin vivienda digna, con el suelo urbanos acaparado por cinco familias, y con amplios cinturones de miseria de las que se nutrían de mano de obra barata en las contadas factorías que enriquecieron ampliamente a la clase dominante local.

En 1577, las condiciones en las que se dio la fundación de nuestra ciudad fueron muy difíciles. El ecológicamente devastado, pavimen- tado y seco valle en que habitamos, era en aquel entonces un oasis surcado por arroyos, riachuelos y varios centenares de manantiales con sus míticos “saltillos” de agua; además estaba tapizado de coníferas, y poblado por aves acuáticas, venados, osos, conejos y hasta impresionantes bisontes. Casi un paraíso, aunque rodeado de tierras y nativos hostiles para los colonizadores quienes trataron inútilmente de someterlos; y muy alejado de la naciente “civilización” novohispana del centro del México.

El valle no estaba despoblado a la llegada de Alberto del Canto y sus dos docenas de acompañantes. Varias naciones de nómadas milenarios, del semidesierto del noreste, lo usaban como su hábitat y disfrutaban de sus recursos. Ellos, luego serían eiquetados como chichimecas que es el gentilicio con el se les conoce ahora. La convivencia fue díficil. La villa prosperó con la ayuda de familias de tlaxcaltecas importadas por Francisco de Urdiñola.

La capital de Coahuila podría ser considerada el hermano mayor de Monterrey. El desarrollo de ambas capitales se dieron casi en paralelo durante siglos. Claro, con resultados diversos y notorios ahora en el siglo 21 más que nunca. Nuestras fábricas nunca destacaron por innovación y buenos empleos, nuestras universidades se quedaron rezagadas, la educación está por lo suelos, los servicios públicos y la seguridad son decadentes, al igual que las industrias de “Clase Mundial” que demandan obreros de salarios bajos para mantenerse competitivas en la “Detroit de México”.

En pleno siglo XXI nuestros ipecos y políticos nos quieren repetir la fórmula: importar a miles de familias que acepten trabajar por sueldos precarios para ellos mantenerse en el negocio y sin importarles si la ciudad está preparada para recibirlos. Esas políticas públicas generarán una crisis, peor que las que ya padecemos.

Los hospitales públicos están desabastecidos de medicinas, carecen de equipo moderno, de camas, de doctores y hasta de sábanas. Las citas se programan hasta con cinco meses de distancia. No se dan abasto. Y los planes incluyen incorporar a 34 mil derechohabientes nuevos traídos de otras entidades.

La inseguridad en la capital de Cohuila es notable. Desde hace varias décadas solamente se cuenta con un puñado de policías y un montón de boletines con cifras maquilladas acerca de los “avances”, de los alcaldes, en la materia: “en 50 días redujimos a 20 por ciento los delitos”.

El caos vial es enorme. Nadie quiere usar el transporte público, sólo los más pobres lo hacen. Los clasemedieros, en cuanto pueden adquieren un par de autos que los ayudarán a trasladarse y a saturar las vialidades urbanas.

El sistema de transporte público e industrial además de obsoleto es patético y caro. Diariamente se trasladan a 30 mil operarios a las plantas de Ramos y Derramadero en vehículos que en promedio albergan a 30 personas por viaje. Así, caravanas de 1000 de microbuses y camiones atraviesan las estrechas arterias de Saltillo y zona conurbada, seis veces al día.

La modernización de la insfraestructura para ese modelo de producción es prácticamente inexistente. A lo más, actualmente, van a ampliar, 1.7 kilómetros, 17 cuadras, en la ruta a Zacatecas, anuncian construir un puente en el bulevar Isidro López y algo más de infraestructura vial cosmética pero el problema de fondo prevalece. No hay dinero es la excusa. Claro, hay 50 mil millones de pesos que mes a mes llenan los bolsillos de políticos corruptos, banqueros voraces y empresarios ligados a ellos. Miles de millones que se pagarán durante cuatro generaciones más. Y Saltillo y Coahuila están estancados y sin desarrollo, el crecimiento es enorme y anárquico. Los alcaldes y los gobernadores fallaron.

Además, anuncian un Teleférico que no se necesita. Se requiere un par de sistemas de metrobus, un sistema de Bus Rapid Transit, BRT, que aporten soluciones viales de alto impacto cruzándolo de extremo a extremo. Pero, ya sé eso no está contemplado en los compromisos de nuestros alcaldes y gobernantes que están en permanente campaña y proyectos políticos basados en demagogia.

La escasa iniciativa privada local y sus sucesores se han enfocado en que sus juniors se dediquen a la política, a negocios con el gobierno, a la construcción y a la apertura de restaurantes y antros. Ellos se mudaron al norte, entre los arroyos y las aguas negras, que demandan sean entubadas con cargo al erario, mientras ellos desarrollan fraccionamientos lujosos.

A partir de la década de 1970 se desencadena el crecimiento y desarrollo de Saltillo. A lo largo de estas décadas han desfilado por la presidencia municipal una serie de personajes que aportaron poco y progresaron mucho:

Luis Horacio Salinas se convirtió en constructor y desarrollador inmobiliario. Juan Pablo Rodríguez se convirtió en fraccionador público y privado. Enrique Martínez fue alcalde de las obras de Óscar Flores Tapia. Mario Eulalio Gutiérrez impulsó su perfil de constructor. Carlos de la Peña, despegó como constructor y mentor de una generación de tesoreros y funcionarios municipales y estatales. Eleazar Galindo Vara, hizo la policía montada para perseguir a pandilleros.

Rosendo Villarreal hizo un mercado inservible y puso horario para sacar la basura. Miguel Arizpe Jiménez, le devolvió dignidad al cargo pero solamente aportó un par de Pares Viales. La obra mayor de Manuel López, fue la concesión para la planta de aguas residuales para el GIS. La de Oscar Pimentel, fue implementar el cinturón de seguridad. La aportación de Humberto Moreira, fue hacer dos veces el mismo puente en avenida Otilio González. Ismael Ramos, lució por arreglar las cuentas del exalcalde Humberto Moreira. La de Fernando de las Fuentes, fue arreglar la alameda.

La gestión de Jorge Torres López, fue cobrar salario de alcalde mientras movía millones de dólares entre Coahuila, las Bahamas y Texas. Jericó Abramo construyó dos biblioparques caros y arregló la alameda. La obra mayor de Chilo López, fue una cochera en la banqueta de la presidencia municipal y poner lanchas en la alameda. Manolo ha roto récords. En 100 días cumplió sus 100 compromisos. Lo malo que el desastre en la ciudad crece a ritmo más acelerados que sus proyectos políticos. Al parecer esas metas están ancladas en el discurso de la postverdad.

Algunos ricos saltillense tuvieron malas experiencias políticas, Alejandro Gutiérrez está encarcelado y Jorge Torres López es un prófugo de la justicia tejana. Aunque la gran mayoría hizo de su paso por la función pública una mina de oro de inagotables recursos, que se transmiten por generaciones. En contraste, políticos sin pedigree, miembros de la nueva clase política, ascienden en sus carreras o disfrutan en libertad plena de enormes fortunas.

En momentos clave los saltillenses estuvieron a la altura de las circunstancias. Defendieron sus ideas y combatieron a los abusivos, y los derrotaron. Es una historia plena de gente valiosa y líderes inteligentes. A los habitantes de esta ciudad los hemos calificado de apáticos, conservadores y cerrados. Y, en los hechos han mostrado ser hospitalarios, solidarios, valientes, laboriosos y con apertura de criterio. Somos desconfiados y competitivos pero finalmente amistosos cuando ya lo mereces. Cuando los acompañas en construir un entorno de convivencia armónica.

La vida pública de Saltillo ha tenido episodios de llamar la atención: un par de coyunturas, una en 1975 con Oscar Flores Tapia como gobernador, y en 1993 con Rogelio Montemayor de mandatario, que marcaron hitos en los despegues económicos locales. Es notorio es que los momentos de mayor despegue económico y social de la ciudad se han dado de la mano de gobernadores que enfrentaron y derrotaron los intereses de la Familia López del Bosque, los sempiternos “dueños de Saltillo”.

Flores Tapia logró la instalación de General Motors y Chrysler en la región, lo que elevó la calidad de los salarios, de los empleos y las condiciones de vida de los trabajadores, por primera vez se dieron repartos de utilidades. Montemayor, por su parte, consolidó el clúster automotriz que marcó la independencia total de la ciudad a la hegemonía de los López del Bosque.

Las épocas de bonanza las hemos desperdiciado, y lo que ahora tenemos es una ciudad aplanada construida en pendientes. No por razones del flujo de agua como se hizo en los siglos XVI y XVII. Ahora, lo hacen para aprovechar hasta los pliegues de los cerros que limitan el valle para construir cadenas de microviviendas caras y mal comunicadas. En las tierras bajas surcadas por los arroyos insalubres es en donde brotan los fraccionamientos caros. También, los lechos de los arroyos rellenados con escombros son cimientos de decenas de fraccionamientos. Algunos de estos rellenos albergan con descaro las torres más altas de la ciudad: Elite y Saltillo.

Actualmente, algunos ipecos locales, algunos de ellos incrustados en el gobierno riquelmista como Jaime Guerra, buscando servir a las trasnacionales sin importar el impacto social y de calidad de vida de la ciudad están planeando importar mano de obra barata. Para que acepten los trabajos que los saltillenses no quieren. Ya planean traer a ocho mil obreros. Ya contrataron varios miles en el año pasado. Pretenden bajar los niveles salariales locales y cancelar oportunidades de progreso de los jóvenes locales. Quieren repetir el modelo de los López del Bosque, en el siglo pasado, de mantener el control sobre los salarios a costa del progreso y la calidad de vida.

En el marco de todo esto se dan las elecciones más competidas de la historia moderna del país. Meade se rezaga a la tercera posición, lo que vuelve más inciertos los escenarios. También, en lo local, tres cachorros de la revolución institucionalizada, el PRI, juniors de familias que encontraron bonanza en el Saltillo del Milagro Mexicano, ya se lanzaron pos del Palacio Rosa, para suceder al lagunero Miguel Ángel Riquelme: Enrique Martínez, Manolo Jiménez y Jericó Abramo.

Habitamos en una ciudad al borde del colapso. Con servicios públicos que apenas funcionan. Con calles saturadas, sin policías ni transporte eficiente. Pero ya están imparables los proyectos de nuestros políticos.

jjjeee_04@yahoo.com
Twitter: @adelante_ramos

 
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