Augusto Hugo Peña Delgadillo.
Ante el desbordamiento criminal sin precedente en nuestra historia reciente, y abrumado por los reclamos ciudadanos, el gobierno federal y la mayoría de los de los estados han optado por bajar la guardia, simulan mientras llega la hora del relevo; actúan como las ratas del cuento: “Ya no quieren queso, solo quieren salir de la ratonera”. Esto lo dice en su columna de El Universal del 31 de mayo, Alfonso Zárate, presidente del Grupo Consultor interdisciplinario “GCI”.
Cierto es que el gobierno federal, priista para nuestra desgracia, no sólo le saca el bulto al crimen y a la violencia que genera, la que muchas veces es perpetrada por delincuentes ligados a policías y funcionarios públicos; descuidan y abandonan los quehaceres en los demás rubros, como el de la salud, la educación, el combate a la pobreza, etc., etc., además desvían de las instituciones federales, estatales y municipales, los recursos destinados a las operaciones normales de las instituciones hacia las campañas electorales, y sus bolsillos, por medio de empresas fantasmas, como los casos de Veracruz, Coahuila, el estado de México, Quintana Roo, Chihuahua y otras entidades en las que estos ilícitos están documentados, y sólo en los casos de Veracruz, Quintana Roo y Chihuahua, hay funcionarios sometidos a juicio e incluso encarcelados. Mas en Coahuila, el estado de México, Tamaulipas, Nayarit y otra docena de entidades, nada se ha hecho porque el gobierno federal los defiende.
La criminalidad en todas sus facetas, -en lo que va del año- se incrementó exponencialmente (un 40%) de forma solo explicable debido a la impunidad que impera. Esto nos dice que el columnista de El Universal, Alfonso Zárate, tiene toda la razón; las ratas ya no quieren queso sino salir de la ratonera. No es posible -para los que hacemos periodismo amateur o profesional- no hablar de las encuestas porque estamos a un mes de las elecciones. Por eso mencionaré lo que me llamó mucho la atención; se trata de un promedio de encuestas publicado por Enrique Galván Ochoa en su columna DINERO en La Jornada este 1º de junio. Le da a MORENA/AMLO 52.8% de preferencias electorales; a Ricardo Anaya por el Frente PAN/PRD/MC 25.7%, menos de la mitad que a López Obrador; al PRI con Meade Kuri, solo le da el 19.1%, muy cerca de Anaya; al Bronco le otorga, según esta muestra demoscópica, 2.7%, o sea nada.
Ante este panorama en el que los grandes empresarios metieron su cuchara para evitar que AMLO llegue a la presidencia, lo que hay que observar es que entre más sean los ataques contra MORENA, más se incrementan las diferencias entre López Obrador y sus contrincantes. ¿A qué se debe? Precisamente, no a que AMLO sea un iluminado sino solamente a que es una opción diferente a las que plantean el PRI y el PAN, los que han gobernado en los últimos 6 sexenios -cuatro veces el PRI y dos el PAN-, y por ello precisamente, es que el elector no les confía ni les guarda respeto y simpatía, por la razón que han sido los peores gobiernos en los últimos 88 años.
La visión generalizada de los electores en su mayoría, reprueban al PRI particularmente, y al PAN por los resultados en los dos sexenios en que gobernaron Fox y Calderón, con la salvedad que hay un sector que engloba un 15% de la población: la clase media que se siente élite y por ello repudia a López Obrador, ya que lo consideran de clase baja. Este fenómeno es el que quiero explorar, basándome en la visión del Cardenal Armand Jean du Piessis, duque de Richelieu, duque de Fronsac y par de Francia, quien catalogó sabiamente a la clase media, como el sector más ambivalente de la sociedad, ya que por un lado está hambriento, y lucha desesperadamente por ser parte de la élite no sin antes enriquecerse para ubicarse al tú por tú con la realeza. Pero siempre hay peros… Temen, pavorosamente, no caer en la pobreza.
Esta clase media, a la que creo pertenecer está extraviada, está obnubilada, teme al cambio de paradigma gubernamental y prefiere -por falta de fe y confianza en un cambio radical- que las cosas continúen tal como están, aunque sean desastrosas para las mayorías de los ciudadanos que son a los que eufemísticamente califican de clase baja. Si se analiza bien a quienes gobernaron los últimos 6 sexenios, ninguno es de la élite; Salinas y Peña Nieto pertenecían a familias rapaces dentro de la cosa pública, mendaces, falsarios e inútiles por naturaleza, y mediocres social y políticamente hablando. Miguel de la Madrid y Zedillo no eran más que funcionarios de medio pelo, de media talla en sus capacidades y de clase media del montón; Vicente Fox era un ranchero que vendía Coca Cola para sobrevivir en la clase media, mediana. Y Felipe Calderón de clase media mediana, fue gracias a su familia, parte de la oposición al PRI; sin embargo y considerando que ninguno de estos seis era de la clase de abajo, fueron llegando uno a uno a partirle la madre al país, a nuestras instituciones y a los de abajo. Cada uno de estos seis, a su manera, amplió la brecha entre los pobres y los ricos, mostrando que ninguno de ellos tuvo aptitudes para bien gober- nar, pero si la tuvieron para robar y enriquecerse.
Miguel de la Madrid se murió pero dejó a sus vástagos multimillonarios, sobre todo a Federico; Carlos Salinas el más rico, canalla y perverso de estos seis, es el único que conserva poder político, gracias a que es un experto en todo tipo de trácalas, le vimos esas cualidades cuando sumó a sus haberes a Diego Fernández de Cevallos como su lacayo principal; Ernesto Zedillo, el más discreto de todos, se fue a EEUU a disfrutar de lo que se robó; Vicente Fox, quien sigue siendo un palurdo, desde su hacienda, que antes fue un pinche rancho quebrado, hoy da consejos de política, come frijoles y eructa caviar. Para mí, él representa el excremento de la política nacio- nal, y sin embargo y a pesar de serlo, se niega a dejar de figurar y cree, como pobre diablo que es, ser un factótum de la política del porvenir.
De Felipe Calderón hay mucho que decir, pero me circunscribo sólo a pocos señala- mientos sobre su persona: es vicioso, sanguinario, inepto, corrupto, y ajeno a todo aquello que sea patriotismo; De Peña Nieto, ¿qué decir de Enrique Peña Nieto? Eso se los dejo a los pocos, pero estimados lecto- res de mis escritos, pero les recuerdo que todo lo que ha acontecido estos cinco años y medio que lleva en el gobierno, se lo debemos a sus corruptelas, sus ineptitudes y su mala fe.
A Peña Nieto lo considero el peor presidente de México desde que tengo uso de razón. Ya dicho todo lo anterior, ¿por qué los mexicanos, en su mayo- ría, no querrían un cambio de gobierno y de gobernantes? O, ¿usted qué opina, apreciable lector?