Adolfo Olmedo Muñoz.
Desde la víspera de este mes, en algunos medios tradicionales de debate político, se sembró la posibilidad de que, en los idus de mayo, hubiese, por fin, cambios en el equipo de campaña de José Antonio Meade. Aunque algunos “lángaras” profesionales de la mentira, se apresuraron a decir que se cambiaría a todo el equipo, incluyendo al candidato Meade, quien, quiéranlo o no, sigue avanzando firmemente. De cualquier manera, un albur que no está tan descabellado si es que el expulsado es Aurelio Nuño, principal rémora en la campaña presidencial del priista “Pepe Toño”.
Ya se destituyó al líder nacional del PRI, Enrique Ochoa, pues se achaca la incolora campaña inicial de su partido, descobijando a su candidato en aspectos que antaño fueron contundentes como la movilización de cuadros, sectoriales y territoriales de ese instituto político, ¡único con estructura digna de llamarse PARTIDO POLÍTICO! Todavía en los primeros días de junio, las “encuestas” favorecían a López Obrador con un porcentaje de 48 puntos.
El boquiflojo inútil de Anaya era colocado en un segundo lugar con 30 puntos, en medio de una ola de rumores, de que se buscaba ya, el “voto útil”, no se de dónde pues los partidarios de Margarita, no creo que le tengan ningún aprecio, mientras que los de Meade, no lo toman en serio.
Sin embargo, en lo personal no creo que haya necesidad de llegar a ese extremo de cambiar toda la baraja del equipo del candidato del PRI; simplemente con acotar correctamente la presencia de Nuño, con gente experimentada del partido, de esos que se les ha querido avergonzar por su lealtad de filiación, pero que son infinitamente más dignos que toda esa bola de payasos de la farándula, del circo, y de cualquier lupanar clientelar de los hoy tristemente célebres “chairos”, reptan actualmente en busca de una ubre para mamar.
El candidato del Revolucionario Institucional deberá apuntar sus baterías para demostrar que tanto AMLO como Anaya, son lo mismo, colocados en los dos polos; Populista de izquierda (SIC) y populista de derecha, pero populistas ambos, y que cualquiera de los dos, llevaría al país a una crisis que retrasaría a México a mediados de la última década del siglo pasado, si no es que más lejos, algo así como al rancho del “peje”.
Todos, porros de izquierda y porros de derecha, se dicen “luchadores sociales”; puras ¡patrañas! que simulan buscar un bien social, para un pueblo convertido en una masa, que como la define el sociólogo francés, Gustav Le Bon, no es más que “una agrupación humana con rasgos de pérdida de control racional; susceptible de ser mayormente sugestionable y de contagio emocio- nal, imitación, sentimiento de omnipotencia y anonimato por parte del individuo que la integra”.
El candidato del tricolor deberá ¡ya!, dar un buen golpe de timón y barrer el traspatio del partido que lo convoca a luchar por un nuevo impulso para el desarrollo de nuestro país. Basta de escrúpulos a ultranza, deberá si es necesario, deslindarse de su amigo el Presidente Peña Nieto. Nicolás Maquiavelo se lo hubiera recomendado… desde “endenantes”.
Urge demostrar que no hay más que dos caminos: el populismo o la renovación con rumbo.
Por otra parte, el castillo de naipes que a lo largo de casi dieciocho años fue urdiendo el chairo mayor (AMLO), está cada día más endeble, y solo falta un garnucho o papirotazo para que, a coro, junto con la caterva de marionetas que ha ido reclutando, tengan que cantar “Todo se derrumbó” por tercera ocasión.
¿Pero por qué creemos que deben hacerse cambios?, bueno pues porque nos recuerda los días subsiguientes de aquel idus de marzo en que arteramente fue asesinado Luis Donaldo Colosio, 23 de marzo de 1994, durante una campaña corrida a contrapelo, no porque hubiese rechazo social, por el contrario, Colosio había marcado un deslinde, no con su partido, sino con un sistema ya corrom- pido hasta los huesos y que era mangoneado por Salinas de Gortari.
Recordemos que el coordinador de esa campaña era Ernesto Zedillo Ponce de León, un gris “político” que había surgido, de entre otros puestos, de la Secretaría de Educación y quien luego de la muerte de Colosio, fue ungido por “mano negra” para que se convirtiera en el nuevo candidato y a la postre presidente, quien durante todo su mandato demostró que había sido impuesto en contra de su voluntad. Amargura que lastimó más a la población que siguió alimentando el rencor que hoy los ciega, enrolándola en una masa a punto de perder la razón, y posiblemente hasta, el futuro de México.
El “mal humor” de quien había sido coordinador de campaña de Colosio, no surgió por que fuera fiel a Luis Donaldo, sino porque en su fuero interno era un antisistema; tecnócrata al servicio del liberalismo a ultranza, un lacayo del poder económico, pero, sobre todo, de Carlos Salinas de Gortari, del que luego de conocer la podredumbre de la política de entonces, se distan- ció, pero por defensa propia, no por escrúpulos.
Esa es también la razón por la que algunos estudiosos de la política se preguntan hasta cuando se plantará José Antonio Meade y exhibirá la escoria de un sistema de partidos acorralado, desgraciadamente hoy, por otra podredumbre, la parte más oscura del populismo ciego, sordo, insensible y huero de un diálogo de razón.
¿Qué tiene que perder Meade?, ¡nada! Aun perdiendo -todo es posible- habrá marcado con energía el nuevo rumbo de lucha contra la corrupción EN TODOS LOS ÁMBITOS, pasando primero revista a sus contrincantes en la campaña, pues de todos los demás no se hace un solo ser confiable; el canalla de Anaya es un oscuro merolico, motivador de ferias de cofradías, cuya carrera… “carrera” política la ha hecho traicionando a quienes le han tendido la mano, y que está presto a volverles a traicionar, apoyándose en lo que suspira, un “voto útil”, ¡de quien sea!… igualito que López Obrador.
Su oratoria, una cáfila de disparates, de ocurrencias emanadas de un equipo de trabajo nutrido con desagradecidos, como los de López Obrador, solo que, resultando hasta hoy más “chachalaca” que la gallineta de hace seis años, también en campaña, desagradecidos estos que han sido reclutados de los misales reac- cionarios, y, ¡de donde sea! con tal de hacer ruido.
Poco, pero en lo que resta de la campaña, quien ira repuntando, de poquito a muy poquito, es “El Bronco”. El maneja otra forma de populismo, con plantea- mientos que puedan escandalizar, algunos de ellos contrarios a los intereses de las mayorías, pero que, por lo mismo, resultan a la postre una buena estrategia de lucha. Bueno, al menos eso pensaba Pericles allá a finales del Siglo V antes de nuestra era.
De Andrés Manuel López, a pesar de la retahíla de estupideces proferidas, que han dado mucho de qué hablar (más como chistes que cosas serias), creo que no puedo expresar más que una desdeñosa lástima. Si hubiera dedicado los 18 años de “precampaña” a estudiar, quizá le alcanzarían para tener los mismos blasones profesionales que el candidato Meade.
En realidad, merced a esa ceguera e irracionalidad de la masa, la moneda sigue en el aire, y a pesar de “sus” encuestas, falta la decisión final de los votantes, de los cuales, quiérase o no, el PRI cuenta con un padrón mayoritario. “Sorry” pero así es, solo falta el acto de conversión del YO MERO. “Paris bien vale una misa”.