por Augusto Hugo Peña Delgadillo.
Por fin logramos llegar a donde queríamos, a un cambio de gobierno y de gobernantes; hemos de partir -así lo supongo- hacia un estadio mejor a donde, como dijo en un principio AMLO: “Los pobres primero”. Ahora vamos a ver si esta promesa se convierte en la realidad que esperamos; seamos muy pacientes, porque el cambio del paradigma es amplio, disperso y dificultoso. Tengamos paciencia.
Si el pueblo estuviera a gusto con este gobierno, ¿Por qué habría de querer cambiarlo por otro diferente en sus propuestas y acciones? Lo va a cambiar, y no como algunos dicen, por causas viscerales y odio o venganza, sino por necesidad y por supervivencia; el sistema político PRIAN, nos guste o no, se ha agotado, se ha ahogado en sus propias mentiras, promesas incumplidas y corruptelas, esto es lo que la mayoría de la gente percibe, y por ello se ha inclinado a otorgarle la confianza a Morena, un partido político novedoso que ha trabajado para cooptar la simpatía de los más pobres, por medio de un sistema propagandístico sustentado en el método mercadológico moderno -el que en la realidad es el más antiguo de todos- como el saber construir una pirámide lo mismo que una choza, empezando con la cimentación bajo el suelo para evitar el hundimiento de la construcción. Así empezó Morena a sustentarse en las bases sociales, la mayoría, los más pobres.
Ya fortalecidas las bases, se comenzó a atraer a las clases medias sin olvidarse de los ricos, pero sin permitir que los segmentos privilegiados de la sociedad, continuaran beneficiándose de las bases. Lo primero que hizo fue ganarse la confianza, paso a paso, con promesas cumplibles, y así llegó hasta el final de la contienda electoral, con bases firmes sin mayores aspavientos ni soberbia. De esa forma Morena logró su cometido, el que ahora estamos viendo este 2 de julio.
Ganó quien tuvo mejores propuestas y mejor desempeño; ganó quien tenía que ganar según la lógica del mercado electoral; ganó el que no hizo trampas en el rejuego electoral, quien sólo hizo uso del único método para ganar, que es el de ganarse la confianza de las mayorías, y por eso ahora tenemos un presidente electo que no tuvo la tentación, la oportunidad ni la intención de robarse la elección, como otros partidos lo hicieron en el pasado reciente. Ganó Morena y ganamos la mayoría, ¿no es acaso, en la democracia, la regla, de que la voluntad mayoritaria se imponga sobre la minoría? Nada tiene de extraño que haya ganado el mejor.
Ya cambiamos de régimen de gobierno, ya sacamos de la cosa pública a quienes nos ofendían y robaban, ahora debemos cambiar nosotros, tenemos que politizarnos más y mejor, y politizar a los jóvenes, para que aprendan la forma de no dejarse engañar y robar por la clase política, y que hagan de la crítica su mejor ejercicio, que se metan en la cabeza que la pasividad los convierte en entes pusilánimes, y que sepan que los funcionarios públicos, desde el presidente hasta el más modesto de los burócratas es nuestro empleado, y que debe servirnos y no servirse de nosotros ni de nuestros bienes.
Las sociedades que avanzan más son las que tienen mejores políticos, dirigentes y líderes; son mejores porque la sociedad es mejor y más cívica, mejor educada; la diferencia entre un político o funcionario público de Noruega con los de México, es enorme, porque enorme es su cultura y politización.
Entonces ser más cívicos y mejor educados es la clave para evitar tener gobiernos nefastos; si nuestra educación es rala, vayámos mejorandola, sobre todo, hacer lo posible porque mejoren las nuevas generaciones, empezando por nuestros hijos, parientes y gentes cercanas, sembrando en sus mentes la semilla de la política como una ciencia y un arte.
Por lo pronto, con este triunfo electoral que tuvimos en buena lid, este 1º de julio, debemos estar contentos, pero no suficientemente satisfechos porque aún sigue la transición del gobierno que termina, hacia este nuevo que comenzará en diciembre. Esperemos que no haya exabruptos y tampoco marrullerías de parte de los salientes; debemos ser pacientes con el nuevo gobierno, esperando que se resuelvan primero las necesidades de quienes menos tienen, de los pobres, de las víctimas de estos últimos seis gobiernos. El nuevo gobierno debe dar claras muestras de que el triunfo electoral fue gracias a la voluntad de una mayoría insatisfecha, por lo que tiene que ser cauto en sus acciones, sin olvidar que su principal promesa fue la honestidad y acabar con la corrupción.
Lo cierto es que el cumplimiento de las promesas se irá dando conforme pasen los meses, como también lo es que la honestidad se debe mostrar de inmediato, y que la corrupción deberá erradicarse paso a paso en todas y cada una de nuestras instituciones. Hay un video que circula en las redes que reza: “No porque llegó un gobierno honesto, de un día para otros los mexicanos vamos a ser honestos”. Me parece que más que un punto nodal es un reto a los ciudadanos para que actuemos con honestidad y poder ser ejemplo para los gobernantes; un pueblo deshonesto y desorganizado, es el caldo de cultivo para que los gobernantes y la clase política sea deshonestos. Seamos, cada uno de nosotros, un buen ejemplo, empezando desde nuestro propio hogar y lugar de trabajo, de tal suerte que si obramos bien, de esa manera, tendremos los suficientes argumentos para exigir a nuestras autoridades, un mejor desempeño y una honestidad a prueba de ácido. López Obrador no ganó esta elección, la ganamos todos los mexicanos, pobres y ricos, los que sabemos qué sobre todas las cosas y los intereses, México es primero. O, ¿usted qué opina?