El Pacto por México y la victoria electoral de AMLO

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por Augusto Hugo Peña Delgadillo.

 

El factor AMLO fue el principal, más no el único que acabó el 1º de julio en un triunfo descomunal
de Morena y de una estrepitosa debacle del PRI/PAN/PRD y los que en concierto los acompañaron
en la contienda. El Pacto por México precipitó la caída del sistema político porque se trataba
de una entrega del país a la oligarquía y a trasnacionales. Se trató de un pacto contrario a los
intereses de México y los mexicanos orquestado por el PRI, el Consejo Coordinador Empresarial
y los más ricos del país conformados en un grupúsculo canalla denominado: “El Consejo Mexicano
de Negocios”, encabezado por Claudio X. González, Alberto Bailleres y Germán Larrea Mota Velazco.

 

El 20 de diciembre del 2012 en el Castillo de Chapultepec, Peña Nieto convocó a los dirigentes del PAN y el PRD para firmar un pacto que traicionaba a México y a los mexicanos con el fin de entregarle a los que elaboraron el texto del pacto, -los del Consejo Mexicano de Negocios y del Consejo Coordinador Empresarial-, para reformar la Constitución a sus conveniencias. Por el PRI signó el pacto Peña Nieto, por el PAN fue Gustavo Madero y por el PRD Cristina Díaz.

El quid eran las reformas, energética, laboral, educativa y fiscal entre otras, para poder “legalmente” entregarle estos sectores a la Iniciativa Privada y a empresas trasnacionales ligadas a oligarcas mexicanos como Claudio X. González, Olegario Vázquez Raña, Carlos Slim, Roberto Hernández, Alejandro Ramírez, Alfredo Harb Helu, Alberto Bailleres y Germán Larrea entre otra veintena de multimillonarios. Hicieron lo mismo que Carlos Salinas que impulsó la refor- ma del artículo 27 de nuestra Carta Magna y el Tratado de Libre Comercio de América del Norte.

La implementación del Pacto por México dejó a su paso una cauda de devastación social y destrucción del tejido comunitario. Lejos de poten- ciar el crecimiento económico y el bienestar de la ciudadanía, las nuevas normas signadas en el Pacto por México, inauguraron un nuevo y devastador ciclo de despojo de los bienes estratégicos de la nación, de la profundización de la desigualdad y del deshilachamiento inmisericorde del tejido social, provocando una violencia incontrolable por las fuerzas del Estado y un malestar profundo en todos los sectores de la población; pauperizaron a más de 70 millones de ciudadanos, prostituyeron las instituciones todas, del Estado; crecieron exponencialmente las ejecuciones extrajudiciales en las que hubo más de 230 mil asesinatos, más de 30 mil desapariciones forzadas y 19 mil secuestros; desnaturalizaron las funciones del ejército y corrompieron e inutilizaron las policías federales, de los estados y municipales. Y sin embargo y a pesar de este pandemónium, no se han concretado dichas reformas porque el pueblo no las quiere y para nada le convienen.

Otro factor que determinó la debacle de los partidos y entronizó a Morena, fue la corrupción personal de Peña Nieto y de los de su círculo inmediato; el caso Odebrecht en el que están coludidos Emilio Lozoya y el propio Peña Nieto. La Estafa Maestra echada a andar por Peña Nieto, José Antonio Meade Kuri, Rosario Robles y Luis Videgaray en la que se esfumaron 7 mil 700 millones de pesos.

Los secretarios de Hacienda Videgaray y Meade Kuri de la mano de Rosario Robles, involucraron a 7 u 8 gobernadores y a rectores de varias universidades, en el desvío de esos 7 mil 700 millones de pesos hacia las campañas del PRI y hacia los bolsillos de muchos de ellos; el empeño de Peña Nieto en dar carpetazo a los casos de crímenes de lesa humanidad como los de Tanhuato, Nochixtlán, Tlatlaya, y el más paradigmático, el de los 43 normalistas de Ayotzinapa, en medio de una masacre inhumana, ante las propias narices del ejército, de la policía federal, la del estado de Morelos y las municipales de Iguala y Cocula.

El pueblo damnificado por las reformas no se quedó con los brazos cruzados, hubo protestas hasta la saciedad y nadie hizo caso de ellas; el gobierno federal y la clase política los despreciaron y denostaron y el gobierno de Peña Nieto siguió con la máxima salinista: “Ni los veo ni los oigo”. Siempre se negaron a atender los reclamos haciéndose como que nada sabían; se dedicaron a robar y hacer trapacerías en todas las secretarías en aviesa colusión con el presidente y los secretarios de Hacienda.

Ante cada protesta decían que todo estaba bajo control y que solucionarían el asunto, nunca lo hicieron. En lugar de escuchar la tempestad que se avecinaba, los firmantes del pacto y sus sucesores al frente de sus partidos, se hacían de la vista gorda y sólo sonreían con el cinismo que les caracteriza. Estos malhadados seudo políticos que firmaron el pacto, no supieron o no quisieron entender que lo que habían firmado, amén de ser una traición a la patria, signaban su propia desintegración.

Peña Nieto, el PRI e incluso los ciudadanos creían a pie juntillas que el dinero robado y acumulado por los políticos y los partidos ladrones, les serviría para mantener la hegemonía, ni cuenta se dieron del ramalazo que se les venía encima, el de la voluntad de un pueblo zaherido -por ellos- en lo más caro de sus sentimientos.

Lo único que les queda ahora es negociar migajas con el nuevo gobierno; la campaña de López Obrador -con la ayuda y confianza del pueblo- les propinó una goliza de 31 a 0, Morena se impuso en votos en 31 estados, y sólo el PAN salió adelante en Guanajuato; la presidencia se les esfumó como humo entre los dedos; en el Congreso quedaron debilitados por no prever el tsunami que terminaría por barrer sus malas costumbres y sus partidos.

Un día después, como lo dicen algunos actores, para reflexionar, no creo que sea sólo para la reflexión y sí para la acción inmediata; todos y cada uno de los ciudadanos que hemos percibido el sentido de este cambio paradigmático, debemos ser coadyuvantes de la autoridad que tomará las riendas de nuestro gobierno, en la tarea de la honestidad, porque hay que reconocer que el motivo de tener gobiernos tan falaces como rapaces e ineptos, se debe a que todos hemos sido partícipes en actos deshonestos, corrompiendo a nuestras autoridades o dejándonos corromper por ellas. Empecemos por poner ese granito de arena, el de la honestidad, para reconstruir las institu- ciones del país que son nuestras y no de los políticos.

López Obrador este día, agradeció a los expresidentes Fox, Salinas y Calderón el que lo hayan felicitado por haber ganado la elección, pero a pregunta expresa de una periodista, aseguró que la pensión de los expresidentes se les va a retirar. Luis Echeverría no se pronunció debido a que se encuentra hospitalizado y al parecer en un estado terminal dado su edad y la gravedad de su enfermedad.

Sobre este asunto, Vicente Fox apareció en un video por demás harto de imbecilidades, le da consejos a López Obrador sobre cómo debe gobernar, cuando él no pudo ni quiso hacerlo, y traicionó las expectativas que los mexicanos empeñaron en su persona. Bien hecho por López Obrador, y esperemos que como presidente su compromiso sea con el pueblo y las leyes, por lo que es necesario, obligatorio y urgente, que pugne porque se aplique la ley a quienes han delinquido en este gobierno de Peña Nieto y en anteriores, si la ley y la justicia así lo determinen. O, ¿usted qué opina, apreciable lector?