por José C. Serrano Cuevas.
Con la finalidad de rememorar el bicentenario del nacimiento de Ignacio Ramírez El Nigromante, fue inaugurada una exposición histórica de fotografías y documentos personales de quien naciera el 22 de junio de 1818 en San Miguel el Grande, hoy San Miguel de Allende, Guanajuato. La celebración abarcó toda la semana.
Con este acto cívico y cultural se busca la reivindicación del legado intelectual del escritor, poeta, periodista, abogado, político e ideológo liberal mexicano, piedra fundamental de una generación de pensadores irrepetibles, como Benito Juárez, Ignacio Manuel Altamirano, Guillermo Prieto y Melchor Ocampo, entre otros.
Emilio Arellano, es bisnieto de Ignacio Ramírez. Inspirado en el acervo familiar se dio a la tarea de recopilar retratos, dibujos, manuscritos para escribir su libro Ignacio Ramírez El Nigromante. Memorias prohibidas. Esos materiales de inestimable valor estuvieron resguardados por cien años, hasta que la familia decide sacar a la luz pública documentos e imágenes inéditas del constitucionalista del siglo XIX.
El pensamiento político de El Nigromante siempre fue futurista por su defensa del Estado laico y la libertad de expresión. La honestidad fue su divisa esencial a lo largo de su existencia; hombre sencillo, dueño de una inteligencia deslumbrante, capaz de retar, en buena lid, al jurista Benito Juárez. La fraternidad masónica tuvo en ellos las dos columnas recias de los recintos donde se gestaron las estrategias reformistas de su tiempo.
Julieta Gil Elourduy, en un texto inicial que intitula Ignacio Ramírez, El Nigromante, el liberal puro, escrito especialmente para el libro de Arellano, destaca que “El Nigromante fue el diputado más notable que participó en forma brillante y decisiva en la redacción de la Constitución de 1857. Ya en 1846 había fundado, con auténtica vocación visionaria, El Instituto Científico y Literario de Toluca, y como secretario de Educación del gobernador del Estado de México, Lorenzo de Zavala, creó becas para jóvenes indígenas que se distinguían por su inteligencia. Gracias a esa medida, Ignacio Manuel Altamirano, indígena oriundo de Tixtla, Guerrero, pudo estudiar y ser el alumno más aventajado de Ignacio Ramírez”.
El Nigromante, un peregrino decidido a la transformación de un país sometido por largos años a la voluntad del poder económico y su aliado el poder clerical, puso en práctica las leyes sobre la independencia entre el Estado y la Iglesia; reformó el plan de estudios, siendo el primero que destruyó la rutina del programa colonial. En el estado de Puebla entregó el palacio episcopal al gobierno local y dispuso que el templo de la Compañía de Jesús se transformara en biblioteca y en sus torres se fundaran observatorios astronómicos y meteorológicos.
Julieta Gil narra que “como literato y ensayista atento a un gran número de temas sociales y científicos, El Nigromante brilló como un temible polemista y periodista, por demás sarcástico. Su pensamiento y su obra fueron tan legendarios, que a pesar de haber fallecido hace más de cien años, sus aportaciones no han perdido vigencia como justo anhelo del pueblo mexicano”.
Ignacio Ramírez es el único periodista y redactor de la historia nacional que fundó múltiples diarios y periódicos de oposición: El Club Popular, Don Simplicio, donde adoptó el seudónimo de El Nigromante, El Clamor Progresista, La Chinaca, La Estrella de Occidente, La Opinión, La Insurrección. Asimismo, fue colaborador en El Correo de México, El Porvenir, El Mensajero, Las Cosquillas, El Monitor Republicano. Los eruditos afirman que durante su faceta de periodista publicó más de cinco mil artículos, ensayos y poemas, con valor ejemplar, en contra de toda tiranía y abuso de poder.
Emilio Arellano expresa que Ignacio Ramírez “decidió elegir el camino más terrible que cualquier persona puede seguir. Ya desde muy joven fue un luchador implacable contra la explotación de los más necesitados, que enarboló conceptos como libertad de credos, las garantías individuales, la igualdad de oportunidades, la emancipación de México de herencias europeas nefastas -como la española-, la eliminación de la mentalidad mediocre con la que clérigos y cardenales, desde el bautizo, condenaban al pueblo mexicano a una existencia sumida en la pobreza para sostener un sistema que beneficiaba a unos cuantos que, sin mérito alguno, detentaban la riqueza nacional y dirigían el destino y la vida del pueblo”.
Ignacio Ramírez Calzada diseñó los prime- ros planes de estudio oficiales que prentedían materializar su propio pensamiento liberal. Decía que la pobreza personal y nacional sería eliminada por la educación y la conciencia crítica del pueblo, al evitar que la sumisión que genera la ignorancia fuera lucro de vivales que explotan la necesidad y las carencias, generando desolación y miseria.
Esta remembranza de la obra de un intelectual destacado del siglo XIX mexicano, llega con una oportunidad histórica irrepetible, pues, a una semana de la elección presidencial, el candidato más aventajado en la contienda, podría enriquecer su propuesta de gobierno con el legado de Ramírez Calzada. Demostrar que es sensible a los aportes de este hombre de talla universal. De hacerlo estaría enviando a sus contrincantes un mensaje en el que les señala que, como entes neocolonizados, no han sido capaces de mirar la grandeza del México decimonónico; con sus ojos miopes y sus oídos sordos sólo ven y oyen los mandatos de la oligarquía neoliberal.