por José C. Serrano Cuevas.
El virtual presidente electo, eufemismo burocrático, Andrés Manuel López Obrador, ha salido a la palestra para anunciar cambios que trastocarán el status quo de la política a la mexicana.
Ha anunciado que las pensiones de los ex presidentes de México serán canceladas. Los señores y las viudas de quienes ya fallecieron prescindirán de los servicios de los elementos del Estado Mayor Presidencial. Los dispendios de recursos públicos quedarán en el pasado.
Hasta ahora, nadie ha podido explicar, objetivamente, por qué se ha tenido tanta consideración para quienes ocuparon por seis años la primera magistratura del país. En sus informes de gobierno no queda claro por qué un país con tantos recursos sigue siendo una nación pobre.
Tampoco existe una explicación clara sobre el enriquecimiento del presidente en turno y los integrantes de su círculo más cercano de colaboradores.
Andrés Manuel, como le llaman sus allegados, ha reiterado que su gobierno será austero. Para comenzar, dice que su sueldo será la mitad de lo que percibe Enrique Peña Nieto. Esta regla incluye a todos los servidores públicos que ocupen cargos directivos. No es difícil aplicar la norma, porque el salario base es menor a los 10 mil pesos; lo que lo abulta es la compensación garantizada, que se asigna discrecional- mente.
El ciudadano de a pie se pregunta que hará el presidente López Obrador con las remuneraciones de los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Las señoras y señores que laboran en el máximo tribunal del país, dicen que a ellos los incluyan aparte. Las prerrogativas de que gozan son un estímulo para que mantengan la verticalidad en sus actuaciones y no caigan en la tentación, en la seducción de ese cáncer social llamado corrupción.
Quizás, el licenciado López Obrador para fortalecer el concepto que tiene de austeridad debería acercarse a don José Mujica, extraordinario ex presidente de la República Oriental del Uruguay, país al que se conoce como la Suiza de América, que ha sido capaz de parir talentos de la talla de los escritores Juana de Ibarbourou, José Enrique Rodó, Eduardo Galeano, Mario Benedetti y el enorme músico Alfredo Zitarrosa. El Uruguay es un pueblo culto por excelencia.
Don José Mujica fue presidente de su país de 2010 a 2015. Durante su vida, en repetidas ocasiones hizo hincapié en que “la felicidad no es conseguir dinero. A los que les gusta mucho la plata hay que correrlos de la política, porque si no, terminamos hipotecando la confianza de la gente”.
“Yo vivo, en términos generales, como vivía antes de ser presidente y de ser legislador. Vivía así y sigo viviendo de la misma manera. En realidad, tiendo a vivir como la inmensa mayoría y la forma de vivir que tiene el pueblo uruguayo”.
¿Para qué los ex presidentes de México siguen manteniendo un enorme despacho, si ya no tienen una responsabilidad oficial? Es inmoral gastar en parafernalias que sólo agudizan su megalomanía. Si quieren seguir en la fantasía de que son muy poderosos, que se la paguen con sus propios recursos.
El Sur también existe y hacia allá hay que mirar.