Se los dije

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por Manuel Padilla Muñoz.

En mi anterior entrega en este mismo espacio dije que el día 2 de julio del 2018 celebraríamos «El Día de la Independencia» y así fue. Nos independizamos de un sistema de gobierno, el PRIAN, cuya clase política se apoderó del gobierno durante el Siglo XX y fue el creador de un sistema injusto social y económico, que conculcó todas nuestras libertades políticas, creó millones de pobres y una clase gobernante que robó miles de millones de pesos de los mexicanos con toda impunidad y una ola de violencia que dejó miles de muertos y desaparecidos hasta llevarnos al hartazgo. Esa independencia celebramos el 2 de julio y llevaba implícito, lógicamente, el triunfo de Andrés Manuel López Obrador, como sucedió. Y no es porque quien esto escribe sea mago o tenga una bola de cristal para adivinar el futuro. Lo que sucede es que me reúno con poetas, vates, que tienen el don del vaticinio y amplios conocimientos de la política mexicana.

El triunfo de Andrés Manuel fue contundente, arrollador, como se esperaba. Sin embargo, es necesario precisar algunas consideraciones.

Antes de la memorable elección reciente, el presidente Enrique Peña Nieto tenía dos alternativas que seguro estoy pasaron por su mente. La primera era cometer, de nueva cuenta, un gigantesco fraude electoral como los últimos tres. Si esto hubiera ocurrido, Peña Nieto pasaría a la historia como el peor presidente de México del Siglo XX precedido por tal fama, en la cual solamente el 20 por ciento de mexicanos le brindaba aceptación, tal estigma no solamente alcanzaría a su persona sino a su familia y seguramente a varias generaciones de los suyos. Y claro, debe ser horripilante pasar de esa forma a la historia de México no solamente como un presidente corrupto y autócrata antidemocrático que no respetó la voluntad del pueblo al que no solamente robó sino que engañó.

La otra es que, tal como sucedió, salieran a flote sus características de hombre de honor, sacara las manos del proceso electoral, lo cumpliera, tal como lo prometió, después de fajarse los pantalones y respetara la voluntad del pueblo mexicano. Como, afortunadamente ocurrió esto último, el presidente Enrique Peña Nieto pasará a la historia como un DEMÓCRATA (así, con mayúsculas) aunque queden antecedentes de que fue un gobernante corrupto que se enriqueció con negocios sucios e hizo más ricos a los que más tienen en detrimento de millones de connacionales que viven en la miseria y tienen hambre y sed de justicia. Los mexicanos no perdonamos las ofensas y las cobramos caro.

En más de 80 años de gobiernos del PRIAN, ninguna persona había amenazado a un presidente de la República con meterlo a la cárcel por delitos cometidos en su mandato, hasta que lo hizo el candidato presidencial panista Ricardo Anaya contra Enrique Peña Nieto a quien considera el causante de su derrota; y lo hizo de frente, ante millones de mexicanos. Eso, lógicamente, no fue del agrado del presidente quien en su momento no respondió para que no lo acusaran de haber metido las manos en la elección. Pasada ésta y si Anaya no ganó la presidencia quizás se le olvidó que Peña Nieto mantiene el poder cinco largos meses más y es en ese tiempo puede tomar venganza contra el panista. En ese peligro se encuentra ahora el llamado “niño maravilla”, que no fue tal.

México no le había aplicado al PRI un castigo tan brutal, ni siquiera en 2000 le dio tan pocos votos como ahora, el hartazgo del pueblo era gigantesco; este primero de julio del 2018 nos independizamos de este Priato de más de 80 años, fábrica de millones de pobres, de muchos miles de muertos y desaparecidos, de una inédita ola de violencia, de una clase gobernante corrupta, saqueadora del patrimonio del pueblo que ahora lucen sus riquezas mal habidas por el mundo.

Otra alternativa que tuvo Peña Nieto fue intentar, de plano, un golpe de estado. Para ello era necesario crear un conflicto electoral de grandes dimensiones para declarar nula la elección y que el Tribunal Superior de la Federación y el Congreso, aún con mayoría priista, designara un gobierno provisional mientras se convocaba a nuevas elecciones. Este descabellado plan no fue ignorado por la mente de Enrique Peña Nieto, de eso estamos ciertos, seguramente porque ya estaba harto de tantos problemas esperando un juicio político y posiblemente hasta cárcel. Ya “no quería queso sino salir de la ratonera”. Afortunadamente se impuso el buen juicio y la cordura del presidente y no judicializó la elección.
El PRI está desecho y consideran los expertos que tardará 20 años, dos generaciones, en recomponerse pero debe empezar desde ahora y cambiar, la partidocracia debe desaparecer también.

Los mexicanos hemos dado una muestra al mundo de lo que es una verdadera democracia, una muestra de que cuando el pueblo se une es capaz hasta de lo que parece imposible. Hoy somos el ejemplo mundial.

Ahora, lo que sigue es mantener esa unidad y luchar porque los nuevos gobernantes cumplan sus promesas de campaña. Debemos vigilarlos y no permitir nuevos autócratas bajo el axioma de que el poder reside en el pueblo y si éste se equivoca, vuelve a mandar. Así de simple. No perdamos esta unidad que hemos logrado, falta mucho por hacer, esto apenas es el principio de una nueva era para México.

Los políticos de ahora y los del futuro tienen que entender que México no es el mismo, que debe cambiar, ya no se vale la frase de que no entienden, si no, los haremos entender, deben aprender desde ahora que los mexicanos cobramos las ofensas y las cobramos muy caras. Porque, repito, los mexicanos cobramos las ofensas; y las cobramos muy caras.

Que así sea.

manuelpadillaperiodista@hotmail.com