Fidencio Treviño Maldonado.
ed. 355, septiembre 2018
Desde el día dos del pasado mes de julio, una vez que su “gallo” perdió por mucho, el Presidente Ernesto Peña Nieto inició su campaña de adioses. Comienza despidiéndose de las fuerzas armadas en el Campo Militar R. Marte y después viaja para hacer lo mismo en otras regiones dentro y fuera del país. Se reúne con lo que queda de las fuerzas vivas de su partido, el PRI, y hay despedida con discursos, abrazos, saludos y palmaditas en la espalda de apoyo de los jilgueros, bufones, mandarines y cortesanos a su gestión, así poco a poco va celebrando un sin número de rosarios, aprovechando esto para despedirse, incluyendo desde luego una reunión con él que lo va a sustituir, Ándrés Manuel López Obrador.
La letanía retórica se repite desde tiempos inmemorables, una frase usada y costumbrista de los presidentes salientes “Que sea la historia la que me juzgue”, como si la historia fuese de carne y hueso, como si la historia tuviese jueces y fuesen el sentimiento de lo que millones de mexicanos sienten, impotencia, coraje, odio, rabia y asco a los acontecimientos que siguen sucediendo con los miles de personas asesinadas, secuestradas, violadas, robadas, asaltadas y desaparecidas ante la indolencia y el importamadrismo de nuestras bien pagadas y muy corruptas autoridades del orden judicial y sus muchas instituciones inherentes al Estado de Derecho, con una obnubilación que no esconde, que no le teme a nada, ni a nadie, esto como impostura y cimentada en todas nuestras instituciones y sus funcionarios.
La cauda de miasmas, barbaridades, saqueos y pillajes que con el permiso del que aún manda es incomparable y sólo equiparable a lo que acontece en algunos países africanos, asiáticos y otros tantos americanos, deudas transexenales que los habitantes arrastramos desde tiempos inmemorables, dinero extraviado en negros bolsillos y cuentas extranjeras gozando de impunidad, se dice que los mexicanos debemos más de 10 billones de dólares.
Peña Nieto mintió cuando al principio de su gestión dijo que serían 266 compromisos que cumpliría con y para el pueblo y ni siquiera llegó a la mitad de lo prometido, ya que se calcula que sólo medio cumplió unos compromisos reales. En su despedida triunfal, despedida que narra sus glorias no alcanzadas, da cifras fallidas y deja en el olvido pesadas losas y grandes lastres que nadie ni con discursos ante ramilletes de micrófonos, no con los 23 mil millones de publicidad honrando su figura pueden tapar, son casi 30 mil muertos en guerras inútiles, incluyendo femenicidios y periodistas desaparecidos y asesinados, quedan como un perverso método las cifras de miserables en el país, que según Peña Nieto 2 millones de pobres en el país dejaron de serlo, pero según otras cifras aterradoras de Coneval, la pobreza se incrementó en un 13 %, es decir de 24 millones de pobres que existían en 2012, ahora son 28 millones de gente que actualmente vive en la miseria, es decir a más de cien años, los preceptos de la revolución aun no llegan a ellos.
Son muchas las incongruencias que rondan en esta despedida y van desde cifras mal manejadas, hasta la percepción que los habitantes sostienen entre las acciones que dice haber llevado a cabo y las conductas referenciales hacia esas acciones, que todas fueron pésimas, obras mediocres desde su fabricación, hasta la falta de servicios sociales, incluyendo las reformas inconclusas y fallidas desde su parto. La impunidad que regala a cuando menos 16 ex gobernadores, a 42 ex funcionarios y algunos otros “coyotes” que rondan y, ni qué decir de los peces gordos que ninguna red los puede capturar, sin contar los 43 estudiantes de Ayotzinapa, la mentada Casa Blanca, la comisión de la Verdad y los integrantes impuestos a una ley obsoleta llamada Anti-corrupción.
Así están las cosas en nuestra República, el actual presidente, Enrique Peña Nieto sigue en campaña de despedida y parece ser que la sentencia aquella le queda a la medida: Quien mucho se despide, pocas ganas tiene de irse. Y, tal vez en este país, van a pasar muchos, pero muchos años para que los habitantes tengan una poca de credibilidad en sus mandatarios o políticos…