por Luis Fernando Hernández González.
ed. 357, noviembre 2018
“La aceptación de un buen sistema político democrático institucional, se sustenta en la conjunción
armónica que aliente a la sociedad hacia la conquista de metas superiores para todos”.
Para un gran sector de la sociedad mexicana resultó alentador acabar con un autoritarismo hegemónico que así juzgaban, el mismo que durante un gran tiempo tomó y definió -según este sector- las decisiones de nuestra nación, de ahí el por qué, buscó mediante la participación electoral la alternativa para alcanzar sus pretensiones que ofertaran escenarios de mayor apertura para la realización de un abanico de oportunidades, habrán mayores oportunidades de activación en el escenario del país.
Para una prueba de ello, optó el régimen que viene, realizar una consulta de carácter segmentado de la opinión ciudadana sobre el aeropuerto que se pretende edificar en Texcoco, consulta mediante encuesta.
Tal vez estos ejercicios sean aceptables y sean también una buena oportunidad para transformar ese sentir negativo y de desconfianza que prevalece tóxicamente en México, en el ámbito de las cuestiones públicas que estriba en el actuar ciudadano y esa separación del actuar civil con los gobernantes. Pero para que eso suceda, la participación ciudadana debe contar con los canales debidos y apropiados, que generen confianza y certeza en el proceso mismo que les da sustento y credibilidad para obtener resultados creíbles.
Situación que fue cuestionada en esta consulta ejecutada por Morena y sus partidarios, al evidenciar una escasa credibilidad, organización y resultados, con ello provocó un grave deterioro en el capital político que Andrés Manuel López Obrador obtuviera el primero de julio de este año, para muchos de sus seguidores y más aún para aquellos que fueron sus adversarios ideológicos se ha venido menoscabando, toda vez que sus expresiones y la consecución de posicionamientos de carácter económico, político y social lo dibujan como una persona que buscó y sorprendió a un electorado cansado de aquellos políticos pícaros y bribones, que engañaban a los electores ofertándoles realidades y hechos esperanzadores, de lo cual Andrés Manuel, hoy hace gala a escasos meses de su triunfo, de lo mismo pagándole a la ciudadanía con la misma moneda de siempre, discursos incendiarios, confrontaciones, llamados demagógicos a la unidad nacional y por otra parte minando lo único bueno con que cuenta el país que son sus instituciones jurídicas, económicas y sociales.
Durante lo largo del tiempo y en la campaña política de este año, Andrés Manuel fue machacón en su discurso de regeneración nacional para el encuentro de los valores sociales, de evitar las trampas, de terminar, de una vez por todas, con los abusos, corrupción y simulaciones que grave daño le han hecho al país.
Quienes pensaron que las propuestas y proyectos de las actividades que traía en mente López Obrador, eran solo propuestas a bote pronto y ocurrencias que rayaban en lo inverosímil, pronto se han dado cuenta que fueron juzgadas las mismas de una manera ligera; al darse cuenta que aun cuando su contenido era sin fondo y endeble, hoy en día constatan sus adversarios y aquellos que por su propio interés alentaron sus proyectos económicos y de corte estructural sin límite y condición alguna, que su mente es obcecada y autoritaria, al definir la defensa de su pensamiento, propuestas y proyectos con una actitud semejante a la de aquellos que la misma historia ha catalogado de arbitrarios y dictatoriales.
Así lo dejan ver a la sociedad los del mundo empresarial, en los círculos financieros, en organizaciones políticas y en la sociedad, todos aquellos que ayer se limitaron en participar y hoy en día ven un panorama desolador, de retos y de zozobra frente al actuar en las determinaciones estratégicas que demanda con responsabilidad el México que cree en el aliento y la confianza para progresar al margen de cualquier actitud populista y busca aplausos que vengan a deteriorar lo escasamente ganado hasta ahora como sociedad y como nación.
El país atento, la sociedad delibera, la preocupación priva, la política progresa y los indicadores económicos cavilan.
Con una consulta ampliamente cuestionada, y choque de intereses no se construye un Nuevo México en este siglo XXI.