por Jorge Arturo Estrada García.
ed. 357, noviembre 2018
“Existen dos maneras de ser engañados. Una es creer lo que no es verdad,
la otra es negarse a aceptar lo que sí es verdad”
Soren Kierkegaard.
Construir un aeropuerto o no, es el menor de los problemas del país. Sin embargo, en política las formas son fondo. El enfrentamiento entre el Pueblo Bueno y la Mafia del Poder ha construido un imaginario que anticipa muchos sobresaltos para los mexicanos. Mientras estos desplantes y batallas por el poder y por el dinero no nos conduzcan a un desastre financiero nacional que nos arrastre a uno de ruina individual, sólo será un fenómeno político y social interesante de observar y analizar. De otra forma, volveremos a quedar envueltos en la hiperinflación, las megadevaluaciones, los bolsillos y la panza vacíos, y la vida, presente y futura, de muchos millones de mexicanos más arruinada. La demagogia no llevará comida a nuestras mesas.
Antes de ponerse la banda presidencial, al tabasqueño ya se le etiquetó con el Error de noviembre y como el presidente que podría arruinar el país. AMLO afectó los bolsillos de grandes empresarios y de la casta política peñanietista, por eso lo combaten con tanta intensidad. Si negocia con ellos y los compensa en alguna forma, habría una tregua. Si además reflexiona acerca de su posición respecto al mundo y al contexto financiero global, quitará presión al resto de sus decisiones polémicas. Si se empeña en enfrentarse en temas perdidos de antemano, sólo logrará pasar a la historia en el marco de una Leyenda negra, como sus homólogos recientes: Luis Echeverría, José López Portillo.
Vayamos por partes, como lo anticipamos, el populismo ha llegado al poder para imponer una visión impredecible y la administración del gobierno federal en manos de personajes poco confiables. México es un país fallido, plagado de gobernantes incapaces y corruptos de todos los partidos. Está permanentemente agobiado por los saqueos que los norteamericanos hacen de nuestros recursos y la explotación de la fuerza de trabajo de nuestros jóvenes a cambio de cinco o seis dólares al día desde hace muchísimos años. Y también, por una clase política que nunca fue capaz de construir un proyecto de desarrollo armónico para los mexica- nos en más de 200 años de país independiente.
La revolución hecha gobierno se volvió una fábrica de pobres e injusticia social. El PRI y luego el PAN construyeron élites económicas parásitas del sistema, que sólo invierten en negocios al amparo del erario. Los empleos de la mano de obra mal pagada, exprimida hasta el agotamiento, en fábricas que asemejan prisiones con tantos filtros, restricciones, sistemas de vigilancia y controles de entrada y salida. Nuestros jóvenes son educados en la mediocridad, despojados de la iniciativa y del sentido crítico que debiera caracterizarlos. Se les cancelan sus sueños y sus oportunidades. Se les fabrica en masa para ser operarios, al servicio del mercado.
Para construir su victoria, el pragmatismo de López Obrador construyó una base social para ser enfrentada con los que no piensan igual. Quienes disienten en algunos proyectos del morenista son señalados como los fifís o parte de la Mafia del Poder. Esto está muy cerca de ser un conflicto entre ricos y pobres. El “pueblo Bueno” es infalible dice el mesías y simula acatar lo que él dispuso para que esa masa popular pensara.
Entramos en una etapa de turbulencia política, que debe ser destensada. El nuevo presidente debe redefinir sus prioridades y trabajar intensa- mente para convertirlas en resultados, tiene un bono histórico y una amplia base social muy fiel. Sus adversarios son repudiados y están desprestigiados, debe avanzar para consolidarse.
El conflicto ya se desató y generó encono. Las decisiones de Andrés Manuel López Obrador respecto al aeropuerto de Texcoco golpearon directamente a los bolsillos de la élite económica y política, era un negocio de ambos grupos, eso no lo perdonan y alimentan la Leyenda Negra, ya no contra el candidato al que había que detener, sino al presidente que necesitan “ablandar”. El tabasqueño parece deseoso de medir fuerzas con los dueños del capital, nacional y extranjero. Por lo pronto, los medios en casi absoluta mayoría son jilgueros del poder, decidieron irse contra el presidente electo para tratar de “domesticarlo”. También la viabilidad de su propio modelo de negocios en juego.
El conflicto con los empresarios y la partidocracia se mantendrá durante el sexenio, a menos que alguno de los dos bandos entre en razón o de plano gane. Este conflicto no es ni será ideológico, es un duelo de poder a poder. El presidente deberá enfrentarlos con inteligencia y no abrir fuego con enemigos más poderosos. Él no es Trump, el presidente del Imperio. Tampoco, tiene la estatura para desafiar a los financieros globales que rigen el destino de la humanidad. Sus 30 millones de votos no alcanzan para eso.
En la década de los 70, del siglo pasado, Luis Echeverría desafió al empresariado mexicano y luego al gobierno norteamericano. Su estilo personal de gobernar que analizó don Daniel Cossío Villegas, fue directo al conflicto con casi todos los grupos de poder en el país desde la campaña, pri- mero, ofendió al ejército montando una guardia en memoria de los muertos del 68 en la universidad de Michoacán; luego tuvo dificultades con sectores del partido que solicitaron al presidente, Gustavo Díaz Ordaz, que le quitara la candidatura; en 1971 el Halconazo marcó el inicio de su administración; más adelante provocó a los universitarios con una visita a la UNAM, en donde fue echado entre gritos de rechazo y recibió una pedrada en la cabeza; también se enfrentó con los empresarios regiomontanos, por la autonomía de la UANL, quienes lo culparon del asesinato de Eugenio Garza Sada, luego con motivo de los nuevos libros de texto y los planes de implementar una reforma fiscal para gravar a los que más ganan y desaparecer el anonimato de las sociedades. Posteriormente a los agro empresarios de Sonora les expropió miles de hectáreas.
Con varios desplantes, Echeverría provocó al gobierno estadounidense con discurso y gasto social, fortaleciendo a un grupo de países no alinea- dos, acercándose con los soviéticos, opinando contra los judíos y “desobedeciendo” a la ONU. México entró en una espiral de confrontación, con aumentos de salarios frecuentes, impresión de billetes nuevos, fuga de capitales, enfrentamientos verbales con los “saca dólares traidores a la pa- tria”, el dolar subió de 12.50 pesos a 19, y luego a 25 pesos en tres días. La deuda internacional se volvió difícil de pagar, los intereses subieron y el país entró en crisis económica y social. Echeverría lo que buscaba era un Desarrollo Compartido, que elevara la calidad de vida de los mexicanos y que no se quedara concentrado en las élites. Lo que logró fue más pobreza y pasar a la Leyenda Negra de la política mexicana.
Con José López Portillo la tormenta prosiguió, hubo más desorden financiero y desconfianza empresarial en las acciones presidenciales. López registró su defensa perruna de la moneda mexicana y culpó a los “traidores empresarios saca dólares” y a “los banqueros que apostaron contra el peso”. El presidente les expropió los bancos por malos mexicanos, el día de su último informe.
La leyenda negra se armó, los empresarios y sus medios se dedicaron a atacar despiadada- mente a los expresidentes que habían fracasado en sus proyectos nacionalistas, de enfoque social y desafiando a la élite económica y hasta a los norteamericanos. A Echeverría y López Portillo los hundieron sus propios errores, midieron mal sus fuerzas, su poderío no daba para tanto. Además, sus gobiernos fueron un desastre económico que abrió las puertas al Banco Mundial, al Fondo Monetario Internacional y a la OCDE para dictar la política económica como condición para salvarnos. Situación de la que no hemos podido salir y que Enrique Peña Nieto la ha empeorado.
El vendaval de la guayabera, la docena trágica, la colina del perro, los ladridos, ilustran esa época.
En el caso de Carlos Salinas de Gortari, su mayor pecado fue usar el poder con dureza para crear una nueva clase financiera, empresarial, política, sindical, al mismo tiempo que casi creó su propio partido como base social de poder: Solidaridad. Con Salinas, la tecnocracia llegó a la administración pública a plenitud y terminó por desterrar al viejo priismo con rasgos sociales encarnado por Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo y hasta el propio joven López obrador. Salinas además removió a 14 gobernadores, algunos con ascensos, ejerció el poder para hacer muchos enemigos. En el pecado, llevó la penitencia.
El inquieto Salinas, veterano de los experimentos sociales de Batopilas y La Laguna que fueron simientes del EZLN, fue convertido en el Villano Favorito por el zedillismo y por los políticos y empresarios afectados por sus acciones, otra vez los medios jugaron su papel de linchadores. Ernesto Zedillo desmadró el desastre que generó y administró Salinas hasta al final de su sexenio, y nos hundió en la peor crisis en la historia del país.
Aunque, la gran diferencia es que él sí rescató a los banqueros que quebraron sus bancos, mediante el Fobaproa construido con miles de millo- nes de dinero público. Este gris egresado de Yale, se puso del lado de ellos, de las élites financieras locales e internacionales, mientras los mexicanos perdieron sus casas, autos, pequeñas empresas, ahorros, quedaron endeudados y arruinados con altísimas tasas de interés por años.
Actualmente, Ernesto Zedillo vive tranquilamente, empleado por universidades, empresas y bancos, nacionales y extranjeros. Para él no hubo campañas masivas de destrucción en medios, no le construyeron una Leyenda Negra. Él fue dócil con la élites nacionales e internacionales, obedeció y no se les enfrentó. Les entregó el país sin discusiones, fue un presidente débil, perdió ocho gubernaturas y la Ciudad de México, Madrazo, Bartlett y Monreal lo desafiaron siendo mandatarios estatales priistas y no los aplastó. Y finalmente, estuvo de acuerdo en sacar al PRI de Los Pinos.
¿Serán solamente el populismo, el nacionalismo, el socialismo, los perfiles de los ex presidentes, la magia de la Silla del Águila, los responsables de los enfrentamientos y las derrotas de los expresidentes? O, ¿serán los errores para escoger a los adversarios, el terreno y los momentos de entrar a las batallas?
Tal vez, a Andrés Manuel le convendría repasar sus lecciones de historia contemporánea, en México las Leyendas Negras las escriben los vencedores. Y en las batallas del poder de este país, han pesado más los traidores que los aliados.
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