por José Guadalupe Robledo Guerrero.
ed. 358, enero 2019
El otro sindicalismo universitario
Desde antes del movimiento de Autonomía, los estudiantes del grupo de los “comunistas” se habían ganado el apoyo y la simpatía de los trabajadores más combativos de la Universidad. Y una vez que se consiguió la autonomía universitaria, estos trabajadores manifestaron su inquietud de organizarse sindicalmente en forma independiente a la oficialista Sección 38 del SNTE, que agrupaba a todos los trabajadores universita- rios (académicos, administrativos y manuales). Estos trabajadores se habían concientizado de sus derechos sindicales en las reuniones que hacíamos en la Preparatoria Nocturna con obreros del Grupo Industrial de Saltillo (GIS).
En Torreón también surgió esa inquietud entre un grupo de trabajadores, que fue captada por Adrián Puentes Adriano, quien era estudiante de leyes y se desempeñaba como bibliotecario en la Escuela de Derecho y Ciencias Sociales.
El proyecto del nuevo sindicato tomó relevancia, cuando en una reunión de algunos líderes de la Autonomía se discutió el tema de la Sección 38. Para ese entonces, ya era claro que Melchor de los Santos no simpatizaba con el sindicato gubernamental y viceversa. En la lucha por la Autonomía, la Sección 38 como siempre estuvo del lado del gobierno y seguía presionando para evitar los cambios.
Mario Arizpe fue el funcionario que más abiertamente disentía del sindicato oficial, por esa razón los dirigentes sindicales lo consideraban el enemigo a vencer, porque Mario aseguraba, como lo hizo en aquella reunión, que la presencia de la Sección 38 en la UAC vulneraba la autonomía universitaria. Mario Arizpe, como ya lo hemos dicho, era en aquel momento el más influyente funcionario universitario; se desempeñaba como Coordinador de Extensión Social, y se decía que era el “poder tras el trono” con Melchor.
Con estas condiciones, la organización sindical independiente era cuestión de circuns- tancias y de tiempos, que se dieron a principios de agosto de 1973, cuando Adrián Puentes llegó hasta la Preparatoria Nocturna buscándome. Adrián fue directo, me dijo que representaba a un grupo de trabajadores administrativos y manuales de Torreón que laboraban en Medicina, Derecho, Comercio y otras escuelas, y venía a contactarse con los trabajadores de Saltillo, con el fin de que se unieran para la constitución de un nuevo sindicato universitario. Adrián llevaba adelantado gran parte del planteamiento legal, lo demás era cuestión de acuerdos, planes y proselitismo.
Días después, le comenté la situación a Mario Arizpe. Le interesó el proyecto del nuevo sindicato universitario, y sin rodeos dijo: “Eso es lo que necesitamos para sacar a la 38 de la Universidad, creo que podemos hacer mucho por los trabajadores y por la propia institución”.
Es menester aclarar, que el interés básico que teníamos con el nuevo sindicato, no era sacar de la Universidad a la Sección 38 del SNTE, sino reivindicar las condiciones laborales y salariales de los trabajadores, pues los profesores, emplea- dos administrativos y manuales tenían ínfimos salarios y pocas prestaciones. Para lograr dichos propósitos aprovechamos el interés político de las autoridades universitarias, sobre todo el de los compañeros de lides estudiantiles. A través de ellos Melchor tuvo conocimiento de los proyectos sindicales y se interesó en ellos.
Mientras que en Saltillo se realizaba la tarea de convencer a autoridades de la UAC, en Torreón Adrián Puentes hizo lo suyo: se contactó con Evaristo Pérez Arreola, Secretario General del Steunam (Sindicato de Trabajadores y Empleados de la UNAM), y logró su apoyo y asesoría. Adrián era militante del Partido Comunista, y aunque Evaristo decía que no pertenecía al PC, fue uno de los primeros diputados federales por ese partido.
Melchor quiso conocer el proyecto general y me llamó para que platicaramos del asunto. Quería saber los pormenores del caso porque de ellos dependía su decisión. La Sección 38 también sabía del proyecto y comenzaba a presionar para que no se realizara. Melchor escuchó las intenciones del proyecto y supo del apoyo de Evaristo Pérez Arreola. Desde el principio no le pareció bien su intervención, pero estaba conciente que la Sección 38 era un sindicato poderoso, no sólo por su número de agremiados, sino porque era un gremio nacional y contaba con el apoyo gubernamental, por eso había cuestiones legales que Melchor estaba indeciso en enfrentar.
Para empezar, la Sección 38 era el sindicato mayoritario, porque aglutinaba a todos los profesores, administrativos y manuales de la UAC. En segundo término, el sindicato gubernamental era manejado por los profesores, quienes estaban representados en el Consejo Universitario defendiendo sus intereses gremiales. En tercer lugar, se pedía la titularidad del Contrato Colectivo de administrativos y manuales para el nuevo sindicato, a sabiendas que no era mayoritario, lo cual traería una reacción contraria de los dirigentes de la Sección 38, incluso amparada en la ley.
Pero en ese momento no había ningún ordenamiento legal que regulara las relaciones de las universidades con sus empleados y trabajadores. La constitución del Steunam había rebasado la estructura de control gubernamental, desencadenando nacionalmente la sindicalización de los trabajadores de las distintas universidades públicas del país con el apoyo de los líderes del Sindicato de la UNAM.
Debido a estas circunstancias, el Congreso de la Unión estaba preocupado por crear una legislación nacional que regulara las relaciones de las universidades con sus trabajadores. Con ese fin, el Gobierno Federal estudiaba varias alternativas, entre ellas: la elaboración de un apartado C en la Ley Federal del Trabajo, algo así como un Estatuto Jurídico similar al que tienen los trabajadores burócratas; o la reforma del apartado B de la misma ley laboral con la que se regula la relación con los burócratas; e incluso se manejaba la posibilidad de legislar un apartado de “trabajos especiales” para integrar a los trabajadores universitarios. Con ninguna de estas opciones estaba de acuerdo el Steunam ni nosotros, pero no había ninguna otra alternativa.
Por tal motivo, la decisión era difícil y complicada, pero Melchor estuvo de acuerdo en correr los riesgos y aceptó apoyar la constitución del nuevo sindicato universitario. Con el transcurso del tiempo se vería la relevancia de esta decisión, pues nuestra Universidad diseñaría los mecanismos para resolver la problemática nacional que planteaba la sindicalización de los trabajadores universitarios del país, que ya para entonces se había constituido en un fuerte dolor de cabeza para el sistema, porque representaba una de las grandes fuerzas políticas de la Nación.
Melchor, Evaristo, Adrián y yo aterrizamos los planes. A raíz de que la Ley Federal del Trabajo nada establecía sobre las relaciones laborales de las universidades con sus trabajadores, decidimos que el Consejo Universitario de la UAC, como máximo órgano del gobierno universitario, le otorgara la titularidad del Contrato Colectivo de Trabajo de administrativos y manuales al Stamuac, y se acordó que el nuevo sindicato se regiría por el Apartado A de la Ley Federal del Trabajo, que es el que regula las relaciones laborales entre los obreros y los patrones mexicanos.
Melchor esperaría a que se constituyera el nuevo sindicato, para que solicitara su registro y emplazara a huelga pidiendo su reconocimiento. Después lanzaría la convocatoria para reunir al Consejo Universitario, a fin de discutir el tema y legitimar lo que habíamos acordado. Ninguno dudaba que el Consejo Universitario daría su aprobación, pues a pesar de la oposición de los consejeros profesores, los líderes estudiantiles de Autonomía tenían una influencia determinante en el Consejo, y los disidentes no desafiarían a la máxima autoridad universitaria.
En la reunión que sostuvimos con Melchor, además de los acuerdos laborales para el nacimiento del Stamuac (Sindicato de Trabajadores Administrativos y Manuales de la UAC), también se realizó un compromiso político entre el Encargado del Despacho de Rectoría y los promotores del nuevo sindicato. Según Melchor no habría marcha atrás a la decisión acordada, se comprometió a cumplir con los objetivos, tanto para la Universidad como para los trabajadores universitarios. Dijo que la administración central de la UAC involucraría todos los recursos disponibles para reivindicar las prestaciones y salarios de sus trabajadores, y estaba de acuerdo en incluir en el Contrato Colectivo todas las cláusulas necesarias para el fortalecimiento del nuevo organismo sindical.
Melchor se comprometía a apoyar al sindicato en su aspecto reivindicativo, pero hizo énfasis en que debía haber un compromiso político recíproco: “De nuestra parte nunca tendrán injerencia en los asuntos internos de su sindicato, por eso les pido que ustedes también se comprometan a no intervenir en los asuntos administrativos y políticos de la Universidad. Si en algún momento se da alguna desavenencia o disputa entre nosotros, busquemos la posibilidad de discutirla y allanarla en los términos más convenientes para ambas partes”.
Con estas palabras Melchor proponía las reglas de juego de las nuevas relaciones: en cuestiones sindicales no habría intromisión de Rectoría, pero tampoco debía haber injerencia del sindicato en los aspectos administrativos y políticos de la UAC. Todos estuvimos de acuerdo en aceptar el compromiso, porque era equitativo y justo. A fin de cuentas, a nosotros no nos interesaba el poder administrativo ni la Rectoría, ni los cargos, menos la lucha tradicional por conseguirlos. El proyecto era la sindicalización independiente de los trabajadores administrativos y manuales, no la administración central de Rectoría.
Como se había acordado, el emplazamiento de huelga del nuevo sindicato se realizó en octubre y noviembre de 1973, y el Consejo Universitario se reunió para aprobar lo que se había decidido meses antes. El acuerdo del máximo Órgano de Gobierno Universitario, cambiaría -como lo señalé anteriormente- todos los esquemas que se discutían en la Cámara de Diputados acerca de las relaciones laborales de los trabajadores de las universidades públicas.
Esto fue un gran aporte de la UAC para el país, que después le serviría de referencia a las demás universidades mexicanas para definir sus relaciones laborales. La UAC se elevó con esta medida a un primer plano nacional. La decisión del Consejo Universitario de la UAC, también se constituyó en un ejemplo de autonomía, independencia y madurez para el resto de las universidades, pues su decisión había logrado darle a los trabajadores universitarios un mecanismo de reivindicación salarial y de seguridad laboral.
El Stamuac nació con el apoyo de la comunidad universitaria y la legitimación del Consejo. En los meses siguientes, la reivindicación salarial de los trabajadores y el fortalecimiento del sindicato fue una realidad. Por fin, los administra- tivos y manuales tuvieron un instrumento para defender sus derechos y reivindicar sus demandas. Desde el primer día, los trabajadores aprendieron a gobernar su sindicato, la mayoría de ellos hablaron por primera vez en una asamblea sindical para proponer alternativas gremiales que resolvieran sus problemas. Por eso, pese a todo, el Stamuac es un recuerdo grato y latente en la memoria de aquellos trabajadores que le dieron vida y lo hicieron posible.
Cuando nació el Stamuac, el promedio del salario de administrativos y manuales era de 300 pesos mensuales. Cinco años después, en 1978 cuando Melchor dejó la Rectoría, los salarios se habían elevado a 3,000 pesos mensuales. Con estas condiciones laborales, la UAC volvió a tomar relevancia nacional, porque en aquel tiempo era la que mejores salarios pagaba de todas las universidades de provincia, exceptuando a la UNAM.
Años después, Melchor daría a conocer sus impresiones al respecto. En el capítulo sobre “El nuevo movimiento sindical” del informe que publicó al término de su gestión, titulado “Cinco años de Autonomía”, dijo lo siguiente: “El primer emplazamiento a huelga hecho por el Stamuac (octubre y noviembre de 1973), tuvo los mismos principios que la Institución sustentaba, de modo tal de que en lo esencial el Consejo Universitario quedó atrapado e imposibilitado a enfrentarse con el nuevo sindicato… El carácter del nuevo movimiento sindical, que se sustentaba fundamental- mente en el apoyo de los trabajadores administrativos y manuales, quedó manifestado en la forma en que fueron revisados los salarios durante el período 1973-1974. Mientras que los maestros tuvieron un aumento aproximado de 58% en sus percepciones, los manuales gozaron de un aumento mínimo de 81% y los administrativos de un 132% aproximadamente. Los trabajadores administrativos y manuales tenían entonces percepciones inferiores al salario mínimo en muchos casos y estaban fuera de todo régimen de seguridad social. El movimiento iniciado por el Stamuac condujo a una cadena de movimientos para la reivindicación de los derechos de los trabajadores. El desequilibrio económico nacional que se manifestó en el rápido crecimiento de los precios a partir de 1973, favoreció la presencia de un movimiento sindical constante. En 1974 los salarios fueron revisados en dos ocasiones y en 1975 en otras dos. En el año 1976, el más característico en cuanto a inflación se refiere, la Universidad acordó un sólo aumento general, pero que en promedio representó un incremento del 38% sobre los salarios”.
En este mismo documento, Melchor da su visión sobre los motivos que originaron el enfrentamiento con el Stamuac y la constitución del Stuac (Sindicato de Trabajadores de la UAC): “El Stuac durante el período hegemónico del Stamuac, disfrutó de los beneficios logrados por su rival, manteniéndose a la expectativa para brotar en la primera oportunidad que se le presentara, la que se dio en enero de 1976, cuando los activistas de la 38, aprovechando las condiciones que se habían creado (que Melchor calificó de rescesión política), plantearon el desconocimiento de los acuerdos que tres años antes se habían realizado con el Stamuac”.
Melchor en su informe escribió una visión puramente sindicalista, que no era la suya, y no aborda el verdadero fondo de la cuestión que fue eminentemente político, porque se derivó de la ruptura del compromiso que se había acordado en 1973, cuando el entonces Encargado del Despacho
de Rectoría apoyó el nacimiento del Stamuac.
Aquel compromiso pactado se refería a que ninguna de las partes tendría injerencia en las áreas de cada quien: el sindicato no tendría intromisión en las cuestiones administrativas y políticas, ni las autoridades en las sindicales.
Hay que reconocer que Melchor nunca tuvo injerencia en la vida interna del Stamuac, ni permitió que sus colaboradores se entrometieran. Aún así, Adrián Puentes Adriano, Secretario General del Stamuac, rompió el compromiso. Este error provocó el nacimiento del Stuac con el apoyo total de Rectoría. El Stuac, igual que la Sección 38, aglutinó a profesores, administrativos y manuales y desde entonces se ha distinguido por ser un sindicato patronal, incondicional de los rectores en turno, que controla a los trabajadores para evitar toda inquietud de reivindicación de sus derechos. Por eso, los trabajadores universitarios tienen bajos salarios, represión laboral y antidemocracia sindical en beneficio de los dirigentes “charros” que son electos por el Rector en turno.
La independencia que disfrutó el Stamuac está fuera de toda duda, su lucha dio frutos evidentes de reivindicación salarial, entre otros beneficios. El Stuac, por el contrario, ha permitido que desaparezcan cláusulas que beneficiaban a los sindicalizados. La alternativa de sindicalismo independiente, se terminó cuando Adrián Puentes Adriano (militante del PCM y ahora del PRD) rompió el acuerdo de respeto mutuo que se pactó con Melchor en 1973, para apoyar a los sectores universitarios de “Línea de Masas” de Torreón, que en 1976 quisieron destituir de la Rectoría a Melchor de los Santos.
Todo sucedió cuando Héctor Ehrenzweig llegó a la Coordinación de la Unidad Torreón de la UAC apoyado por “Línea de Masas”, cuyos líderes visibles eran Hugo Andrés Araujo de la Torre y Jesús Salvador Hernández Vélez, ahora políticos del PRI, que querían arribar al poder de la UAC, y en ese momento las condiciones políticas internas de la Universidad favorecía su pretensión.
Pocos meses antes del enfrentamiento entre la Rectoría y “Línea de Masas”, Melchor había sido electo como Rector de la UAC, en cuyo proceso electoral tuvo como contrincante a su antiguo aliado, el córporo Jorge Peart Mijangos, quien fue Director del Instituto Nacional de Capacitación Agraria, según se dice, por recomendación de Hugo Andrés Araujo.
Jorge Peart se enfrentó a Melchor a raíz de los conflictos políticos que Mario Arizpe tuvo con el resto del grupo melchorista. Este pleito dividió a la Corporación y provocó la renuncia de Mario a la Coordinación de Extensión Social en agosto de 1974. La candidatura de Jorge Peart a la Rectoría en contra de Melchor, tuvo sus orígenes en aquellas desavenencias. Incluso, recientemente supe que Mario Arizpe le administró, o le administra, algunos negocios a Hugo Andrés Araujo en Tamaulipas, de donde son originarios ambos.
Por otra parte, el grupo de los “comunistas” también se había deshecho. Su desintegración fue propiciada por las intrigas de los ingratos, opor- tunistas e intrigosos. Debido a esto, los grupos de la Autonomía ya no existían. En estas condiciones, cada quien apoyó a la parte que más le convenía. El oportunismo se disfrazó de política.
Adrián Puentes fue presa fácil, y aunque no era bien visto por los “maoístas” de “Línea de Masas”, se prestó para que lo utilizaran, incluso en contra de las opiniones de sus compañeros. Evaristo Pérez Arreola, que siempre había mantenido una estrecha relación con el Stamuac y que era parte del compromiso con Melchor, también sucumbió. Por alguna razón que desconozco, Evaristo no le interesó poner en riesgo al Stamuac, pero ya para entonces se decía que era agente de Gobernación. Evaristo era el único que podía hacer desistir a Adrián de su aventurera actitud, pero también estaba de acuerdo con el movimiento en contra de Melchor.
En ese momento yo me encontraba involucrado en las tareas de proselitismo y organización sindical de los trabajadores del Hospital Universitario de Torreón, pero desconocía los pormenores de los acontecimientos, debido a que acababa de retornar a Coahuila después de más de un año de ausencia. Aún con estas limitaciones, nunca estuve de acuerdo en que se involucrara al Stamuac en el pleito contra Melchor. Esto profundizó nuestras desavenencias, y apareció la desconfianza mutua.
En esas fechas platiqué con Melchor. Me habló de las presiones que tenía, y señaló que si las condiciones no cambiaban se vería obligado a apoyar al Stuac en contra del Stamuac. Frente a los riesgos que implicaba la decisión de Melchor, hablé con Adrián y le sugerí que se entrevistara con Melchor, y evitara el enfrentamiento mediante un acuerdo equitativo para ambas partes, tal y como lo habíamos hecho siempre, pero no lo convencí. Su antimelchorismo era mayor que su responsabilidad de dirigente sindical. Adrián estaba convencido que derrotarían al Rector, y de paso al gobierno florestapista que lo apoyaba.
No todos coincidían con la postura de Adrián. Algunos trabajadores consideraban un error involucrar al sindicato en una lucha contra el Rector por el poder universitario, al que nunca tendrían acceso los administrativos y manuales, y en una asamblea realizada en el auditorio de la ECA de Torreón, plantearon sus consideraciones, pero el proceso ya se había iniciado.
El Stamuac se fue a una “huelga loca”, esta vez sin objetivos de reivindicación laboral, de la cual salió derrotado y perdió la titularidad del Contrato Colectivo en una instancia enemiga: la Junta de Conciliación y Arbitraje. Ese día desa- pareció de la escena sindical el Stamuac, después Adrián seguiría con pequeños grupos tratando de revivir al sindicato, pero el Stamuac nunca más volvió a ser lo que había sido.
Con todo el poder de Rectoría, Melchor respaldó la constitución del Stuac y se apoyó en los oportunistas. Un año después, esa nueva alianza entre Rectoría y el Stuac despediría a más de un centenar de profesores, porque trataron de formar un nuevo sindicato de académicos.
La muerte del Stamuac dio inicio a un nuevo proyecto de Universidad, totalmente diferente al que se había diseñado en el primer año de la autonomía. El desarrollo de este proceso, dos años después, le abrió las puertas de la Rectoría al peor enemigo de la Universidad: Oscar Villegas Rico, quien con otros grupúsculos priistas involucró a la UAC en las disputas por el poder político del estado, convirtiéndola en lo que ahora es: un botín de oportunistas y antiuniversitarios.
Desde entonces, la Universidad es otra. Melchor no quiso defenderla ante la imposición que Flores Tapia hizo de Villegas Rico, ni intentó reelegirse. No tenía quien lo respaldara y le devolvió la Autonomía universitaria al gobierno.
El Stamuac realizó una decena de huelgas, y salvo la última, todas fueron para reivindicar las condiciones laborales de los trabajadores universitarios, y fueron movimientos pactados con las autoridades, debido a que siempre que se demandaba aumento salarial, la respuesta del gobierno era la misma de ahora: “no hay dinero”.
Recordemos que la Universidad de aquel entonces tuvo que lidiar con Flores Tapia como gobernador. Pero Melchor y el Stamuac encontraron un mecanismo eficaz para obtener recursos de ese gobierno: la huelga organizada de los trabajadores universitarios que ponía en evidencia al florestapismo. ¿Cómo era posible que “el más grande Gobernador de Coahuila” tuviera a los trabajadores de su Universidad en huelga, porque no tenía recursos para cubrir sus demandas?
El ego de OFT era mayor que su prepotencia. Ese lado flaco lo explotó Melchor de acuerdo con el Stamuac. Por eso Flores Tapia otorgó más recursos a la UAC que ningún otro gobernador. Por eso Melchor quedó registrado en la historia de la Universidad como el Rector que mayores beneficios les otorgó a los trabajadores universitarios. De ahí que el Stamuac siga siendo un recuerdo grato para los trabajadores universitarios y una experiencia digna de contarse…
(Continuará).
Movimiento popular…