por Jorge Arturo Estrada García.
ed. 359, febrero 2019
“Un dilema es un político tratando de salvar sus dos caras a la vez”.
John A. Lincoln.
“En un país bien gobernado debe inspirar vergüenza la pobreza.
En un país mal gobernado debe inspirar vergüenza la riqueza”.
Confucio.
El presente de México es turbulento. El país está podrido y el ritmo de los acontecimientos políticos se acelera cada día. La débil opinión pública está abrumada y pocas cosas logran consolidarse en el imaginario nacional. La clave de esta etapa en la historia será la incertidumbre. El presidente Manuel López obrador marca la pauta con su gobierno enfocado al espejo de los medios, él es un compulsivo acaparador de espacios mediáticos. Le duelen las críticas, pero su discurso está construido para ellos y dirigido para atacar sistemáticamente a sus adversarios políticos. Sin embargo, la realidad rebasa al discurso. Hay muchos hilos sueltos y los escenarios se vuelven impredecibles.
México es un país de enormes injusticias sociales. La sociedad que se construyó en 100 años de revolución es una en donde predomina la corrupción, la impunidad, la acumulación de la riqueza y los empleos precarios; además de una enorme marginación y focos de pobreza. El país nunca ha logrado escapar a su destino; el fatalismo lo invade todo: “Demasiado cerca de los Estados Unidos y ellos no permitirán que se haga esto.” Tenemos una historia plagada de derrotas heroicas o ridículas.
Los diagnósticos del nuevo gobierno, que aplasta y anula al resto de los actores políticos a cada momento, es incompleto, por no decir que malo. Muchas de sus acciones son lentas tardías y timoratas. Más que reconstruir al país y darle un futuro viable, López obrador construye una base social más amplia que lo aplauda y lo sostenga. La realidad nacional choca muchas veces con los deseos del presidente, los ciudadanos reclaman castigos para los corruptos, pero el puente de plata que construyó Andrés Manuel para sus adversarios derrotados se mantiene sólido. Se demandan mejores empleos y lo que ofrece son entregas de recursos públicos. No habrá mejor educación ni cambio de modelo, sólo puyas.
AMLO quiere consolidar una imagen de líder sólido, pero el discurso presidencial beligerante se vuelve un susurro cuando se trata de los ataques del inefable Donald Trump hacia México y los mexicanos: “Yo respeto”. La arquitectura discursiva de ambos personajes es similar, pareciera una deformidad de la época actual: construye a un enemigo, cúlpalo de todo; y usa las palabras y los mensajes más simples que estén al nivel de los miembros menos preparados de tus públicos meta, así será más fácilmente asimilado. En la época de la posmodernidad las palabras no necesitan estar respaldadas por los hechos.
México está podrido y es un país fallido. 100 años de revolución fracasaron. El neoli-beralismo construyó pobreza, delincuencia, corrupción extrema y redes de impunidad. La clase gobernante está desconcertada, la presidencia imperial se ha instalado en Palacio Nacional y en las pantallas televisivas. En los estados y municipios los gobernadores y alcaldes están desconcertados. Ni panistas ni priístas se atreven a mucho.
Los cabos que quedaron sueltos a la salida de Enrique Peña Nieto, del desmoronamiento del PRI y del desvanecimiento del “Nuevo PRI”, de sello mexiquense surgido en la Era de los Virreyes, destapan las cloacas de corrupción un día sí y otro también. Coahuila no es más una isla. Muchos proyectos transexenales se desploman, no habrá fracking ni tampoco impunidad para Jorge Torres López. Por lo pronto ya tenemos a un exgobernador encarcelado y requerido en Estados Unidos por lavado de dinero procedente de las arcas del gobierno coahuilense según los fiscales texanos.
Jorge Torres es un cadáver político y tal vez ya nadie quiera salvarlo en esta ocasión, durante cinco años nunca fue localizado en el inmenso territorio saltillense; es fecha que ni siquiera le dedicaron una carpeta las procuradurías del país. Seguramente, creyeron en las palabras de Ismael Ramos y Jesús Ochoa cuando ocuparon la Secretaría de Finanzas: “en Coahuila no falta dinero”; ya lo contamos les falto decir.
Torres López forma parte de un grupo de las élites económicas locales que fue enviado por los dueños del Grupo Industrial Saltillo, Isidro y Javier López del Bosque, para cuidar sus intereses en los cargos públicos y también las manos de los presidentes municipales y gobernadores locales. Eran parte de la tajada de poder que se exigía a los aspirantes, en su mayoría tricolores. Rectores, alcaldes, secretarios de Finanzas, tesoreros, regidores, contralores y presidentes municipales, miembros del grupito, salieron de esos tratos entre empresarios y políticos.
En política las circunstancias mandan. La muerte de Javier e Isidro, cabezas del grupo de poder de la élite local, destruyó los contrapesos. En ese contexto, sin herederos de la estatura requerida para las circunstancias, la aparición del Moreirismo, principalmente caracterizado por su audacia rápidamente acaparó los hilos del poder en Coahuila. Nadie fue capaz de detener a este grupo tan voraz. Se desplazaron y combatieron a viejos actores políticos, se sumaron a los miembros del Grupo Saltillo, para que diera un barniz de prestigio al nuevo régimen.
El Moreirismo llegó a ser tan exitoso que logró no solamente colocar a Humberto y a Rubén como gobernadores sucesivos, también construyó alianzas nacionales y catapultó a Humberto a la dirigencia del CEN del PRI y a que Rubén sea un poderoso líder dentro de las ruinas del tricolor, actualmente. Los dos hermanos son figuras nacionales y formaron parte importante del proyecto para hacer llegar a Peña Nieto a Los Pinos, nada mal para personajes que surgieron de la nada. Ellos no tenían ni pedigrí político, ni formaban parte de las élites económicas de Coahuila. Eran clasemedieros precarios de Saltillo. Seguramente, desde el principio, concluyeron en que para hacer política exitosa en México se necesitaba gastar mucho dinero. Con esa fórmula Humberto usó cada cargo para hacer alianzas y amistades, frecuentemente en medio del reparto de dinero y favores.
Esa vertiginosa carrera de los Moreira a las grandes ligas de la política generó un torbellino de escándalos de corrupción, procesos judiciales internacionales, megadeuda y desprestigio que envolvió a muchos actores políticos en Coahuila, entre ellos a destacados miembros del Grupo Saltillo. Jorge Torres López, sobrino de Isidro y Javier, llegó a lo más alto, en menos de seis años fue secretario de Finanzas y de Desarrollo Social, alcalde de Saltillo y gobernador de Coahuila, nada menos. Actualmente Jorge está preso y requerido por la DEA y los texanos. Los casos judiciales contra Humberto Moreira resurgirán, no se sabe si las alianzas que tejió ampliamente, otra vez lo mantendrán lejos de la cárcel. En este país de la política bizarra todo es incierto. Por lo pronto, lo que antes no pasaba, ya pasa… a veces.
La clase política está azorada, también en Coahuila. Ni el nuevo virrey Reyes Flores Hurtado, ni los priístas, ni los panistas se animan a sacar la cabeza, parece que no están a la altura de los retos. Las patadas se dan debajo de la mesa. Sin embargo, en el lado tricolor ya se trabaja para recuperar el estratégico Congreso local. Eduardo Olmos y Samuel Rodríguez son los encargados de darle viabilidad a la deteriorada maquinaria electoral. El exalcalde de Torreón es un personaje muy cercano a Miguel Riquelme y Samuel es un consumado operador electoral. Y, ambos son amigos del omnipresente Humberto. Además con un discurso pueril, al alcalde Manolo Jiménez está en campaña para llegar al Palacio Rosa, montado en su mini aplanadora, sin recursos para obras y promoviendo rodeos, promete llevar a Saltillo al siguiente nivel, con el slogan de Apodaca, NL.
Del lado de los panistas, los héroes de antes se convirtieron en villanos, tanto Rosendo Villarreal como Ernesto Saro, Guillermo Anaya y Bernardo González son los más grandes lastres para la reconstrucción de su partido. La elección interna fue una burla. La división es evidente. Pelean en el lodo, por la posesión de la franquicia, pero dilapidando el prestigio de la marca. Están en un hoyo. Memo debiera salir de su escondite, a llamar a la unidad y a construir alianzas internas. O de plano, deberá hacerse un lado con el escaso prestigio que le queda.
En otro tema, la migración es un fenómeno con el que debemos acostumbrarnos a vivir. Los países subdesarrollados, saqueados durante cientos de años por las potencias mundiales, están exportando decenas de miles de pobres hacia los Estados Unidos y Europa. El hambre, la violencia y la pobreza ancestral son insoportables, y buscan tomar por asalto las fronteras del Primer Mundo.
México tiene muchos años siendo exportador y un puente para los migrantes. La postura de Donald Trump nos coloca como el terreno baldío aledaño en donde los pobres serán hacinados en espera para ser rechazados por la burocracia aduanal norteamericana. Ya ni siquiera estarán en suelo estadounidense. El imperio decidió que nosotros proporcionaramos el hospedaje.
Para las ciudades fronterizas los retos serán enormes. Surgirán y se ampliarán los cinturones de pobreza en cañadas y cerros. Los campamentos podrían convertirse en favelas de donde se nutra la delincuencia organizada. La frontera norte será la contención, los atractivos fiscales, salariales y en combustibles son parte de las medidas para conformar a los migrantes y para los habitantes de esas zonas y los salarios se deprimirán por la sobreoferta de mano de obra barata que va llegando. En Coahuila lo atestiguaremos. La 4T ya lo domina casi todo, para bien o para mal.