por José Guadalupe Robledo Guerrero.
El presidente Andrés Manuel López Obrador recién ha cumplido sus primeros cien días de gobierno en medio de mayoritarias aprobaciones y minoritarias críticas y acusaciones, ambas manifestaciones basadas en la fe que despiertan sus palabras en tirios y troyanos, o chairos y fifís.
Unos y otros alaban o critican sus palabras, porque a decir verdad no hay más en que basar sus filias y sus fobias. Hasta hoy no hay mucho significativo que haya hecho AMLO, sobre todo en lo que se refiere a sus principales promesas de campaña: la corrupción, la inseguridad, la venta del país, el precio de los hidrocarburos, etc.
A pesar de que diariamente en sus mañaneras, el presidente López Obrador repite la palabra corrupción, y en todos los temas hace referencia a ella, hasta hoy no hay ningún corrupto denunciado, exhibido, encarcelado o perseguido. Por otra parte, los criminales detenidos son dejados en libertad. La impunidad continúa en el gobierno.
Sin embargo, esto no parece ser visible para los electoreros, tanto chairos como fifís, quienes todavía no se han dado cuenta que desde hace 9 meses ya se terminó la campaña electoral. Unos y otros siguen dedicados a atacar a sus adversarios, los lopezobradoristas están prestos para aplaudir, y defender todo lo que les diga el presidente; los anti Amlo están listos para desautorizar todo lo que diga López Obrador. Esto es un amor y odio, cimentado en las palabras no en los hechos.
Los de Morena y sus adláteres no les interesa que no haya habido en 100 días de gobierno beneficios sociales más allá de las dádivas del erario; y lo que queda del PRIAN y sus socios, lejos de agradecerle a AMLO que no los haya encarcelado ni perseguido, lo critican y lo responsabilizan hasta de lo que hicieron los neoliberales.
La inseguridad es otro de los problemas más sentidos de los mexicanos, y una promesa de campaña que no fue tocada en los primeros cien días del gobierno transformador. En nada quedaron las críticas incisivas que el ahora presidente le hizo al ejército, ni la promesa de sacar a los militares de las calles y meterlos a sus cuarteles.
Por el contrario, ahora con la Guardia Nacional (GN) los legitimó como la fuerza policial de México, y a los jefes militares hasta les pretende dar un aeropuerto para que lo administren, y los estimula para que metan al negocio de la construcción, para que ayuden a financiar a la GN.
A los rapaces ex presidentes neoliberales, AMLO los señala y cuestiona de palabra cada mañana, pero se cuida de no llegar a los hechos. Lejos de recuperar lo robado, le ha rebajado el sueldo y despedido a miles de burócratas, le ha retirado recursos a estancias infantiles. ¿Acuerdo de paz entre los que se fueron y los que llegaron?
Hoy más que nunca el gobierno mexicano es un ente de palabras, coloquiales y sencillas para que las entiendan todos los mexicanos. Lo kafkiano del caso, es que el pleito que hoy tiene dividido al país en dos bandos -¿o bandas?-, los feligreses del amloísmo y lo que queda del PRIAN, tiene su origen en las palabras de López Obrador, no en hechos consumados, algo mucho más ridículo y sorprendente que la Guerra de los Pasteles.
También hay que reconocer que AMLO hizo renacer la esperanza entre las mayorías votantes. Pero también hay que criticarle que no haya usado sus palabras cuando menos para señalar a los corruptos que saquearon al país y a los criminales que se ensañan con los mexicanos…