por Samuel Cepeda Tovar
Hace un año llegó a dirigir el destino de la máxima casa de estudios de nuestro Estado: la Universidad Autónoma de Coahuila. Debo confesar que al principio tenía dudas sobre su posible desempeño al frente de mi alma máter; no obstante, el tiempo habría de mostrarme a mi y a muchos más que el puesto era acorde a sus intenciones. Si pudiera resumir el primer año de Salvador Hernández Vélez al frente de la UAdeC; en un año en una sola palabra, sin duda sería “orden.”
Durante años fui testigo de como la universidad era depredada por personas nefastas que hicieron de la institución sus cotos de poder y nichos de corrupción, algunos siguen aferrados y se resisten a abandonar privilegios, no obstante, Salvador ha realizado esfuerzos bastante considerables por remediar estos males que han azotado a nuestra universidad. De pronto el cumplimiento de la normatividad y los procesos administrativos y académicos comenzó a seguir el rumbo de la seriedad, de la formalidad, del deber ser, dejando de lado procesos o “arreglos” que denotaban desorden interno y manejo discrecional de funciones.
El Rector inició por remover a la mayoría de las personas que se enquistaron en el poder durante años y años y que viciaron el funcionamiento interno de la universidad. Es cierto, algunos resabios del pasado continuaron en la nueva administración, pero fueron pocos y me recuerdan a Manuel Bartlett, viciado y nefasto priísta que fue reciclado por el actual gobierno y que se ha sumado al proyecto de transformación acatando las indicaciones de su líder reivindicando el camino, de la misma manera, algunos sobrevivientes del anterior sistema se han sumado a la visión de Salvador.
Supongo que la experiencia importa y que siempre se puede enderezar el camino. De pronto fuimos testigos de una universidad trabajando en la protección de una especie en peligro de extinción en Cuatrociénegas, suceso inusitado, pero bastante significativo, pues es precisamente en la función social en donde aparece el rostro humano de una universidad, y ésta y otras acciones en materia de desarrollo sustentable han marcado la diferencia en tan solo un año; de pronto se firman convenios tras convenios en una vorágine de concertaciones con otras universidades, con el sector privado, con el gobierno, con organismos internacionales que denotan una universidad que realiza esfuerzos de vinculación que la insertan en la senda del crecimiento y el desarrollo.
Luego aparecen esfuerzos por empezar a eliminar aviadores, revisar los activos de las escuelas y facultades, culminando con la aprobación de un reglamento universitario de austeridad que pone a la universidad a la vanguardia de los requerimientos de autoridades federales, pero también implica un compromiso hacia adentro con el manejo prudente y pertinente de los recursos universitarios: no más abusos ni privilegios. Enseguida viene uno de los mayores aciertos del Rector: el respeto a la libertad de expresión de los universitarios, al disenso, al cuestionamiento, situación que no sucedía en administraciones anteriores y que suponen ser la médula del sistema universitario mundial, pues las universidades son la conciencia crítica de una sociedad.
Esfuerzos en transparencia, orden interno, y un Rector que reconoce realidades y que no teme él mismo publicar en sus redes sociales información buena o mala sobre la universidad, que acepta esa pluralidad de opiniones y que en lugar de lamentarse o intentar ocultar la realidad, trabaja con acciones precisas para resarcir males, revertir tendencias y llevar con éstas y más acciones a nuestra UAdeC por la senda del desarrollo. En este primer año, nunca vi a la UAdeC con un rumbo tan claro y contundente sobre el lugar al que quiere llegar, de la mano de su Rector. Vamos bien, vamos por otro año más.
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