por J. Jesús Santos González
En los estratos de condición humilde, existe una regla simple lisa y llana, que dice que los compromisos se hacen para cumplirse. Dicha norma de conducta, no tiene excepciones pues se cumple a cabalidad, ya que tratándose de compromisos donde la honorabilidad de las personas está de por medio, la generación de nuestros padres y abuelos siempre han sostenido contra viento y marea, que la palabra dada, vale más que cualquier papel o documento.
Aquellos tiempos parecen haber pasado ya a la historia como una consecuencia más de la pérdida de valores que afronta la sociedad actual, en la que las generaciones de hoy para exigir el respeto a todo compromiso, además de constar por escrito, hay incluso a veces que acudir a los tribunales a fin de exigir su cumplimiento.
Tratándose del Estado y sus instituciones, el descrédito de los funcionarios y gobernantes ha caído tan bajo por la corrupción de la política, que sus palabras ya no tienen el valor de antaño, al grado que en la actualidad, solo a través de los recursos y medios legales, el ciudadano común y corriente puede aspirar a que estos cumplan con sus deberes y obligaciones establecidas en la ley.
Traigo esto a colación, porque el próximo diciembre se cumplirán 9 años de un compromiso adquirido a cargo del Gobierno del Estado, -y no de cualquier compromiso, sino de uno de carácter institucional-, en el que el Ejecutivo del Estado adquirió la obligación de observar y ejecutar lo dispuesto en el Decreto No. 334, emitido el 26 de octubre del 2010, por el H. Congreso del Estado, que autorizó la inhumación en la Rotonda de los Coahuilenses Distinguidos, ubicada en el panteón Santiago de esta ciudad, de los restos del ameritado maestro coahuilense José Santos Valdés García de León, como lo dispuso la legislatura local en el artículo Primero del decreto en mención que dispone textualmente:
“Se autoriza la inhumación en la Rotonda de Coahuilenses Distinguidos del Panteón de Santiago de esta ciudad, de los restos del Profesor José Santos Valdés García de León, con todos los honores dignos de su persona, como un homenaje al ilustre pedagogo, filósofo, periodista y poeta en reconocimiento a su destacada labor en beneficio de la educación en nuestro Estado”.
El hecho de haber transcurrido ya casi 9 años, sin que se haya dado cumplimiento a tal compromiso, pone en entredicho la obligación adquirida a nivel institucional por parte del Gobierno del Estado de ejecutar y observar el decreto en comento, que en su artículo Segundo dispuso: “Se autoriza al Ejecutivo del Estado, para que disponga la fecha en que habrán de inhumarse los restos del Profesor José Santos Valdés García de León, en la Rotonda de Coahuilenses Distinguidos, así como la organización del evento correspondiente y para que erogue los gastos que se originen en observancia del presente Decreto”.
Muchos pretextos han tenido las administraciones anteriores para no hacerlo. Entre ellos el más recurrido ha sido el económico, derivado de la mega deuda que afecta al Estado, por la cual se afirma no hay recursos para remodelar, ampliar o bien al carecer de espacio la actual, construir una nueva Rotonda de los Coahuilenses Distinguidos, a fin de depositar los restos del ameritado maestro nativo de Rancho Camargo, municipio de Matamoros.
Sin embargo, hay hechos que contradicen tal postura, pues como botón de muestra de que tal pretexto carece de verdad, se puede citar como ejemplo -y esto dicho con todo respeto a la cultura-que durante la administración del Lic. Rubén Moreira Valdez, se instituyó el certamen literario a nivel nacional e internacional en honor del poeta coahuilense Manuel Acuña, con un premio de cien mil dólares al ganador, lo que revela que dinero sí hay, pero lo que no ha existido es la voluntad política de cumplir con lo ordenado en dicho decreto.
Ante este panorama, la actual administración no debe perder de vista que si todos sus gobernados merecen la acción de su gobierno, el respeto y reconocimiento a la memoria de los grandes hombres de Coahuila, como es el caso del Profr. José Santos Valdés, también debe estar entre sus objetivos; pues no hacerlo, sería seguir con dicha conducta que ha caracterizado a sus antecesores.
Tal postura, además de grave sería lamentable seguir postergando el homenaje a uno de los educadores coahuilenses más relevantes, que aunado a ser un hijo ilustre más de la Benemérita Escuela Normal del Estado, es ya también honra y gloria de Coahuila a nivel nacional.