por José Guadalupe Robledo Guerrero.
La huelga obrera de Cinsa-Cifunsa
Luego de la lucha de la colonia Chamizal, los “comunistas” de la Preparatoria Nocturna de la UAC, continuarían con su labor de concientización. Para ese entonces la Preparatoria Nocturna era el lugar de reuniones dominicales de obreros y estudiantes, en donde se estudiaba sindicalismo, la Ley Federal del Trabajo y la historia de las luchas del pueblo mexicano.
En esas charlas no se hablaba de marxismo, aunque eran las lecturas que nos aglutinaban, desde el inicio se puso en claro que la teoría marxista era un método de análisis, o dicho en otras palabras: “el marxismo es el análisis concreto de una situación concreta”, una útil herramienta para comprender la historia humana desde otra perspectiva que no era la oficial.
Un resultado de aquella relación con los obreros fue un tabloide que se llamó La Voz del Proletariado, que se repartía entre los trabajadores del Grupo Industrial Saltillo (GIS), y cuyas páginas insistían en la lucha reivindicativa de los obreros apoyada en la Ley Federal del Trabajo.
El volanteo estudiantil en los desfiles del Primero de mayo, las reuniones en la Preparatoria Nocturna, el tabloide La Voz del Proletariado y el proseli- tismo de los “comunistas” entre los obreros, fueron algunos detonantes de la conciencia sindical que desencadenó la huelga de Cinsa-Cifunsa en 1974. La Voz del Proletariado se maquilaba en las imprentas del Tecnológico de Saltillo gracias a su dirigente estudiantil: Francisco Navarro Montenegro (+).
Ese periódico era distribuido por estudiantes afuera de las fábricas del GIS, principalmente en Cinsa y Cifunsa. El reparto del tabloide nos acarreó algunas correteadas de los vigilantes de las empresas y de los “porros” de la CTM. Pero nunca pasó a mayores, salvo algunos garrotazos e intercambios de piedras, nunca lograron alcanzarnos porque nos salían alas en los pies.
A principio de 1974, fuimos a repartir volantes a las puertas del sindicato de Cinsa-Cifunsa, (Presidente Cárdenas y Emilio Carranza) donde había una asamblea general. El local estaba a reventar y los obreros habían preparado duros cuestionamientos para los dirigentes “charros”, cuyo Comité sindical presidía un tal Margarito Carranza, quien les informaría de las “conquistas” que habían logrado en la reciente firma del Contrato colectivo.
El aumento salarial era miserable. Los ánimos estaban caldeados, y la base obrera no estaba conforme con el incremento obtenido ni con las condiciones de trabajo que existían, como el acoso sexual de los jefes a las obreras en Cinsa donde gran parte de la planta laboral eran jóvenes mujeres.
En ese tiempo, los estudiantes “comunistas” no eran los únicos que hacían labor de concientización entre los obreros, también hacía esta tarea un grupo del Frente Auténtico del Trabajo (FAT), una organización sindicalista de tendencia clerical-católica, social progresista y ligados a la Teología de la Liberación cuyo dirigente visible era Alfredo Domínguez, a quien conocí en 1972, cuando siendo dirigente estudiantil de la Preparatoria Nocturna, me invitaron a una conferencia de Alfredo, organizada clandestinamente cerca de la Plaza de la Madre a donde asistimos alrededor de 30 personas.
Volvamos a la asamblea obrera. Los estudiantes “comunistas” llegamos hasta la puerta del sindicato, y mientras repartíamos los volantes, un grupo de porros de la CTM intentaron agredirnos si no abandonábamos el lugar, pero los asambleístas fueron avisados, salieron a defendernos y nos introdujeron a la asamblea, en donde por unanimidad destituyeron a la dirigencia “charra”, eligiendo una nueva directiva sindical, y como Secretario General eligieron a un obrero de 23 años, que tenía laborando seis meses como mecánico-electricista: Salvador Alcázar Aguilar, quien se destacó en la asamblea apoyando la destitución de los “charros” cetemistas, en un momento que pocos querían dar su opinión por temor a las represalias patronales.
Así se inició el proceso que desencadenaría la huelga de Cinsa-Cifunsa. Luego vendrían los asesores del FAT a apoyar al sindicato, entre ellos: Arturo Alcalde Justiniani, Pedro Villalba y el propio Alfredo Domínguez.
Ante la negativa del GIS a establecer un diálogo con la nueva dirigencia sindical, los asesores del FAT encontraron en la Ley Federal del Trabajo la base para legitimar la huelga por mayores salarios y prestaciones: “El desequilibrio en los factores de la producción”.
La huelga estalló el 16 de abril de 1974. Desde ese momento, el local sindical fue el lugar de reunión de los trabajadores, donde conocieron la alternativa legal para reivindicar su situación laboral. También fue el inicio para que los medios de comunicación radicalizaran su labor de desprestigio en contra de la “agitación de los comunistas”, los que según ellos, manipulaban a los obreros para lanzarlos en contra de sus “cristianos” patrones.
Sólo dos medios no se sumaron a la diatriba en contra de los justos reclamos obreros: el periódico El Independiente de don Antonio Estrada Salazar y la XEKS, radiodifusora de Efraín y Jesús López Castro, que difundieron la lucha obrera que se estaba gestando, e informaron durante toda la huelga, la que duró 49 días, del 16 de abril al 3 de junio de 1974.
En todos estos días, la preocupación fundamental de dirigentes, asesores y activistas, fue el sostenimiento económico del paro de 6 mil trabajadores sin fondo de resistencia, porque el tesorero de la dirigencia sindical recién destituida, Mario Gaona, había “desaparecido” por orden de los patrones.
Para resolver enorme problema se solicitó el apoyo político y económico del pueblo a través de brigadas de estudiantes, obreros y simpatizantes, quie- nes recaudaron la generosa ayuda solidaria, tanto en especie como en dinero. Contribuciones que continuaron durante la huelga, ya que en el Saltillo de aquel entonces, la mayor parte de los saltillenses tenían entre sus familiares o conocidos a un obrero que trabajaba en las empresas del Grupo Industrial Saltillo (GIS), que era la más importante fuente de empleo, y sabían de las paupérrimas condiciones laborales en que se desempeñaban.
La solidaridad provenía de los pequeños comerciantes que proporciona- ban alimentos, de las amas de casa que regalaban parte de su despensa y de muchos saltillenses que se desprendían de unas monedas. De estas miles de actitudes solidarias, hay una que dejó una huella indeleble en mis recuerdos:
En una tarde de mayo, a un mes de haber iniciado la huelga, llegaron al local sindical cuatro damitas de la “vida galante”, ataviadas con vestidos de generosos escotes, ajustado corte y breves faldas, todas jóvenes y bonitas, que a nombre de otras más iban a dejar algo así como 800 pesos que recolectaron para ayudar a los huelguistas. Los obreros y estudiantes que allí estábamos nos acercamos para disfrutar el hermoso espectáculo visual.
Luego de entregar el apoyo, la comisión de damitas del “Tacón dorado” se quedó a convivir con su atento público, y comenzaron los saludos y las bromas: -Quihubo Miguel, saludó a un obrero una visitante. -Qué onda Nancy, la reconoció el galán, al mismo tiempo que solicitaba: “Debían apoyarnos en especie o darnos crédito a cuenta de la revolución”. La “boquita pintada” contestó: “Órale, siempre y cuando los López del Bosque nos hagan efectivos los vales revolucionarios”.
Por espacio de una hora reímos, pues además de los 800 pesos, las damitas de la noche habían llevado alegría al cuartel sindical.
Antes de despedirlas, una estudiante de Psicología no pudo contener su curiosidad, y en tono de investigador académico les preguntó: ¿Por qué apoyan ustedes a los obreros en huelga? La respuesta fue inmediata: “Casi por nada compañera (esta fraternal referencia hizo reír a los presente), nosotras somos de las más afectadas por la huelga de éstos (los trabajadores), pues si no cobran sus salarios, no tienen dinero para divertirse, y nosotras no tenemos trabajo, y si no trabajamos no tenemos qué llevarles a nuestras familias. Así de fácil”, concluyó la interrogada, dándole a la “compañera” una cátedra socio-económica que nunca recibiría en la Universidad.
En aquellos años, el GIS se encontraba entre los 20 grupos empresa- riales más importantes de México, y sus propietarios -la familia López del Bosque- estaba entre los 37 más ricos de la República, pero también destacaban entre los patrones más explotadores y hambreadores. Su gran capacidad económica les permitió contratar a los mejores abogados patronales del país, entre ellos al prepotente Fernando Illanes Ramos.
Además de la labor de zapa de los medios de comunicación, comenzaron a circular folletos donde el GIS difundía las “generosas” prestaciones que otorgaba a sus trabajadores. También se distribuían volantes difamatorios en contra del FAT y de los dirigentes sindicales y sus aliados universitarios, tratando de confundir y asustar a la base sindical con el mito del comunismo, amenazando con cerrar las fábricas si los obreros no se desistían del paro.
Al mismo tiempo circulaban en la base sindical panfletos editados por grupos extremistas que criticaban a los líderes sindicales y convocaban a radicalizar la lucha. Como por arte de magia los extremos se juntaron para dañar la unidad obrera. Allí se puso a prueba la organización lograda con la asamblea permanente, la escuela sindical y la Intersindical (representantes de otros sindicatos solidarios con la lucha, que fungían como asesores).
La Escuela Sindical funcionaba diariamente con la asistencia de 400 trabajadores, en donde se estudiaba: legislación laboral, historia del movimiento obrero y sindical, economía, política, filosofía internacional de los trabajadores. Allí surgió el órgano informativo del sindicato “Venceremos”, cuya credibilidad consiguió que las provocaciones de los radicales, esquiroles y patrones no hicieran mella entre la base sindical.
La Intersindical fue un organismo de discusión y apoyo, que tuvo que ver con la solidaridad al movimiento. Sin embargo, fueron sólo tres los sindicatos participantes: Los electricistas de la Tendencia Democrática del Suterm representado por Eleazar Valdés Valdés (+); el ferrocarrilero (Stfrm) representado por Jesús Ruiz Tejada Pérez; y el sindicato universitario (Stamuac), al que representé en el organismo solidario. Las organizaciones cetemistas no asistieron al llamado, a pesar de que los trabajadores de Cinsa-Cifunsa estaban afiliados a la CTM, la que se convirtió en enemiga de la huelga no sólo por su “charrismo” sindical, sino por ser enemiga acérrima del FAT y de todo movimiento reivindicativo independiente.
Por esa animadversión sindical nunca llegó el apoyo económico que Fidel Velázquez le había prometido a los huelguistas saltillenses: un peso por cada trabajador cetemista de México, pues en contubernio con los patrones, la CTM quería vencer a los trabajadores paristas por hambre. No hay que olvidar que Gaspar Valdés, el dirigente de la CTM de Coahuila, siempre fue lacayo de los propietarios del GIS, los López del Bosque.
Durante los 49 días que duró la huelga, en dos ocasiones los trabajadores mostraron la fuerza de su movimiento y consolidaron el apoyo del pueblo saltillense: en el desfile del Primero de mayo de 1974, y en la caravana que se organizó a San Luis Potosí para solicitar la intervención del Presidente Luis Echeverría, a fin de vencer la intransigencia patronal que se había recru- decido con el transcurso de la huelga. Los patrones se negaban al diálogo.
En el desfile del Primero de mayo, las bases de los sindicatos obligaron a sus dirigentes “charros” a plantear en sus mantas el apoyo a los huelguistas. El sindicato de Cinsa-Cifunsa fue el líder de aquel memorable desfile obrero. Los paristas contagiaron de combatividad a sus hermanos de clase. La Plaza de Armas y las calles aledañas estaban repletas de saltillenses, que a la me- nor provocación se unían al coro de los obreros que gritaban la consigna que el FAT le regaló a la lucha obrera saltillense: “Sólo el pueblo salva al pueblo”.
Ese día los huelguistas se ganaron el respeto de las autoridades guberna- mentales. El gobernador Eulalio Gutiérrez desde el balcón de Palacio presidía el desfile y era testigo de que la voluntad y la simpatía popular y obrera estaba del lado de los paristas. Con esa demostración, el gobernador fortaleció su actitud conciliadora, y le sirvió para enfrentar las presiones que los López del Bosque le hicieron a su gobierno desde el inicio del conflicto laboral.
La imagen conciliadora y respetuosa de Eulalio Gutiérrez quedó grabada en la mente de los que participaron en la histórica lucha laboral. El gobernador Gutiérrez hizo todo lo posible por conciliar a las partes. De los obreros siempre tuvo colaboración y comprensión; de los empresarios sólo reproches, presiones e insolentes actitudes. Los López del Bosque nunca aceptaron dialogar con sus trabajadores. Su ausencia en las pláticas conciliadoras que se realizaban en el Palacio de Gobierno fue suplida por sus soberbios abogados patronales.
Tres días después del desfile del Primero de mayo, el sindicato en huelga publicó un desplegado periodístico, en donde le daban un plazo de diez días a los patrones para que se sentaran a dialogar y resolver el conflicto, de lo contrario, se haría una marcha para solicitar la intervención del Presidente de la República, pues los propietarios deL GIS ya no atendían el llamado del gobernador, incluso ni le contestaban sus llamadas telefónicas.
Pero aún con el desplegado, los empresarios continuaron en su postura intransigente y soberbia, estaban empeñados en vencer por hambre a los trabajadores, querían alargar la huelga para que los obreros cansados, ham- brientos y derrotados, levantaran el paro sin poner condiciones y totalmente sometidos a sus explotadores. Por eso rechazaban el diálogo, y cuando sus representantes legales lo hacían, rompían las pláticas con cualquier pretexto…
(Continuará).
La marcha obrera a San Luis Potosí…