por Jesús M. Moreno Mejía.
La paciencia tiene un límite y a los mexicanos se nos agotó con tanta corrupción en todos los niveles del gobierno.
Hace poco más de 43 años, José López Portillo utilizó un ingenioso lema de campaña en la búsqueda de la Presidencia: “La solución lo somos todos”. Sin embargo, para antes de finalizar ese sexenio, la frase cambió radicalmente: “La corrupción somos todos”, atribuyéndose de manera directa a “López Por Pillo”.
Han transcurrido a la fecha siete sexenios a partir de Jolopo (como también se le conoció), quien gobernó de 1976 a 1982; Miguel de la Madrid, de 1982 a 1988; Carlos Salinas de Gortari, de 1988 a 1994; Ernesto Zedillo Ponce de León, de 1994 a 2000; Vicente Fox Quesada, de 2000 a 2006; Felipe de Jesús Calderón Hinojosa, de 2006 a 2012; y Enrique Peña Nieto, de 2012 a 2018. Priístas los cuatro primeros, panistas los dos siguientes, y nuevamente otro del Revolucionario Institucional.
Y la ciudadanía en paciente espera de un cambio o una solución al problema de la corrupción, que desgraciadamente fue cada vez mayor en todos los niveles de gobierno. Total, nada ocurrió, ni con la alternancia ni con el supuesto nuevo PRI de la última administración, que para muchos de nosotros fue la peor.
No es que consideremos que la sociedad fuera tonta o estúpida, sino que, como sucedió con la Caja de Pandora, el pueblo vivía con la esperanza de un cambio efectivo que nunca llegó, sino por el contrario se agudizó cada vez más.
López Portillo se atrevió a afirmar públicamente que deberíamos de prepararnos para gozar de la abundancia, y después gritó a voz en cuello, cuando las cosas no salieron bien, que defendería nuestra moneda “como un perro”, en tanto su entrañable amigo, Arturo “El Negro” Durazo, le construía una mansión en un cerro aledaño a la Ciudad de México, misma que el pueblo bautizó como “La Colina del Perro”, por lo anteriormente expresado y porque sabía que fue construida con lo obtenido en base a la corrupción y voracidad del jefe policiaco.
Podríamos seguir recordando las situaciones negativas que vivimos con cada uno de los mandatarios subsiguientes y sus secuaces (incluyendo amigos y familiares), hasta llegar a un sinnúmero de pillerías cometidas en la administración de Peña Nieto, que no es nuestra intención enumerarlas, pues son de sobra conocidas.
Bástenos recordar que finalmente, la ciudadanía cansada ya de tanta corrupción en los diferentes niveles de gobierno, decidió dar la espalda a los políticos de los partidos gobernantes y depositar su confianza en un hombre que durante años se le había negado la oportunidad de llegar a la Presidencia de la República, Andrés Manuel López Obrador, así como a los candidatos del nuevo partido de éste, denominado Movimiento de Renovación Nacional (Morena).
Es ya de sobra conocido el resultado de las elecciones del primer domingo de julio, que no sólo fue el triunfo a AMLO sino también de los candidatos de Morena en casi todo el país, calificado como un “Efecto tsunami”, causado por la copiosa votación a favor de López Obrador.
A la fecha, la mayoría de la ciudadanía sigue confiando en el nuevo mandatario, ya que no hay día que el Presidente revele nuevos casos de podredumbre que durante sexenios prevalecieron, sin resultados a la vista para castigar a los responsables, ya que siempre tuvieron el amparo de jueces y de los encumbrados en el poder, pero que hoy se promete actuar en consecuencia.
La Comisión Nacional de Derechos Humanos en su último informe de diciembre pasado, dijo mostrar preocupación porque nuestro país ocupa el lugar 135 de 180 países con mayor descomposición gubernamental, después de estar en una calificación menor, según el Índice de Percepción de la Corrupción a nivel mundial, y el peor a nivel regional (Latinoamérica).
¿Podrá el Presidente López Obrador terminar con esa mancha que nos ensombrece? Hay quienes lo siguen apoyando, pero también están los que hacen hasta lo imposible para que no lo logre, por intereses creados o simplemente por dar la contra. ¿O usted qué opina amable lector?
¡Hasta la próxima!