por Rigoberto Losoya Reyes.
Un interesante relato que cita el escritor y militar Francisco L. Urquizo en su obra “Memorias de Campaña”, nos permite valorar la figura pública y nacional de don Venustiano Carranza en 1913, cuando se opuso al gobierno ilegal de Victoriano Huerta, un personaje que ha quedado como un traidor en nuestra historia.
Don Francisco L. Urquizo, originario de San Pedro de las Colonias, Coahuila, en 1913 se encontraba en la ciudad de México, sirviendo en el “Escuadrón de Guardias de la Presidencia”, un grupo de élite que tenía a su cargo la seguridad del presidente de la República.
Cuando ocurre el asesinato de Madero, se traslada a la ciudad de Piedras Negras, Coahuila para incorporarse a las fuerzas de don Venustiano Carranza, gobernador del Estado de Coahuila. Sin recursos realizó un viaje hasta esta frontera, donde fue recibido el 1 de abril de 1913, por el señor Carranza e inmediatamente, fue designado ayudante en el Estado Mayor que estaba al mando del teniente coronel Jacinto Treviño.
Urquizo recibió la comisión de Ayudante de Campo del señor Gabriel Calzada, quien le entregó dinero para que fuera a Eagle Pass, Texas a comprar dos uniformes de caqui, un sombrero tejano, unas polainas y una pistola con su fornitura y dos cajas de municiones. Así mismo, recibió un magnífico caballo debidamente ensillado.
En poco tiempo, fueron llegando a Piedras Negras voluntarios de todo el país y de la región minera. Urquizo aprovechaba el tiempo instruyéndolos sobre disciplina militar, pues la mayoría desconocía el manejo de las armas. Todos ellos pertenecían a una vida pacífica, no estaban acostumbrados a largas caminatas ni a manejar una carabina. Estas prácticas fueron observadas con agrado por don Venustiano Carranza y se le ocurrió formar un batallón con los voluntarios, la mayoría de ellos mineros procedentes de las minas de carbón. Se logró reunir hasta 500 hombres e inmediatamente se dispuso a su organización.
Fueron uniformados y armados y se formó el Batallón de Zapadores de Piedras Negras, compuesto de tres compañías y una plana mayor. Su equipo se adquirió en la vecina población de Eagle Pass: Sombrero texano, camisola y pantalón caqui, zapatos fuertes, una cobija, un juego de ánfora de aluminio con una taza, un plato, una cuchara y un tenedor; una bolsa grande de lona para llevar ropa y provisiones, cartucheras y portafusiles de cuero para las carabinas, correas para amarrar las cobijas terciadas sobre el cuerpo durante las marchas y un trozo de lona para amasar la harina u hacerse ellos mismos las tortillas.
Se requisaron acémilas aparejadas para llevar en ellas municiones de reserva, dinamita, palas, picos, cables con garfios para escalar muros, rollos de alambre y detonadores, así como el equipo de los oficiales. Por otra parte, también se compraron cornetas y tambores. La Maestranza del ferrocarril confeccionó unos gafetes metálicos para el batallón (una pala y un fusil cruzados y en medio una granada estallando). Estos gafetes los llevaría la tropa en los sombreros y los oficiales en el cuello de las camisolas.
Francisco Luis Urquizo, personalmente entrenó a este grupo de voluntarios, les enseñó a tirar al blanco, los acostumbró a caminar grandes distancias, desde la sede del Cuartel Constitucionalista (oficinas de la aduana fronteriza). La instrucción se basó en algo básico, al toque de diana, el batallón ya había tomado una taza de café caliente y salían al campo de instrucción fuera de la ciudad. Primero se les enseñó a conocer y manejar su arma: accionarla, limpiarla, apuntar y disparar sin cartuchos. Narra Urquizo que tomando el camino real (actual Avenida Carranza), caminaban hasta la Villita, y se practicó algunas formaciones de combate.
De las tres compañías del batallón, dos eran para maniobras y también de zapadores, y la tercera únicamente de granaderos o aplicación de explosivos. El bautizo de fuego de este batallón entrenado en Piedras Negras, lo recibió en la batalla de Candela, Coahuila.
De Piedras Negras, se trasladaron a Monclova y enseguida hasta la estación Gloria y de ahí se acercaron a pie hasta las inmediaciones de Candela. Además, todas las fuerzas de la región se sumaron a este batallón para combatir a las fuerzas federales. La gloriosa participación del Batallón de Zapadores de Piedras Negras dejó en la memoria histórica de esta ciudad fronteriza un legado que hasta el presente nos ha hecho sentir muy orgullosos.
Fuente:
Urquizo, F. (1971) Memorias de campaña. México. Fondo de Cultura Económica.