por Augusto Hugo Peña Delgadillo.
La mafia en el poder es un síntoma más que un elemento; es anodino
e impalpable en su esencia, aunque hay quienes aseguran que es todo aquello que lucha para que todo siga igual como una suerte de las consignas de El Gatopardo, de Lampeduza, me refiero a los que ven
en el conservadurismo la garantía de su permanencia. No es el PRI, no es el PAN ni el PRD o MORENA ni ningún partido, es el stablishment de las malas costumbres socioeconómicas y políticas que están en la línea equivocada en cuanto al arte y la ciencia de la política propiamente, pues el gusto de acceder al poder, cuando menos de 1929 a la fecha en México fue una inclinación hacia el abuso de la gente y de los recursos nacionales para el beneficio de unos cuantos. Todavía en nuestros días, esta referida mafia radica en los bancos, las cámaras empresariales, los gobiernos -los tres niveles- y en los liderazgos sindicales, lo que hace imposible que esta Cuarta Transformación termine de liquidarlos.
Hay que tornar nuestras malas costumbres en mejoras prácticas, y con ello estaremos coadyuvando con la Cuarta Transformación en el mejoramiento de todo para todos. La responsabilidad no es de una sola persona ni de un gobierno, es de todos, así que hay que ponernos a trabajar en mejoran nuestro entorno empezando por nuestro hogar y las relaciones personales con la familia y amigos.
Pienso que el cambio de paradigma con el nuevo gobierno es, tratar de aminorar los índices de violencia, de corrupción e impunidad que prevalecen en ámbitos del gobierno, de la sociedad y de las empresas e instituciones, no en acabar con estos flagelos porque ello resultaría imposible; las buenas intenciones siempre son bienvenidas y más cuando se trabaja en sentido positivo hacia el desempeño y mejoramiento de las condiciones de vida de las mayorías, sin descuidar el derecho a lo mismo, de las minorías. La Cuarta Transformación intenta serlo como lo fueron la Independencia, la Reforma y la Revolución, más considero que pretender tanto es un tanto presuntuoso, bueno y suficiente sería tratar de que el PRI no vuelva a levantar cabeza, ya tuvimos 80 años de una experiencia que siempre favoreció a una camarilla por encima del bienestar de las masas; que Acción Nacional se recomponga y logre zafarse de líderes que representan a la basura de la política nacional, como Diego Fernández de Cevallos, una suerte de enano con aspiraciones de gigante sin tener siquiera una alcayata de donde asirse. La imagen sin luz de Fernández de Cevallos habla por sí sola.
Este gobierno ha de enfrentar las complejidades de los problemas cotidianos alejados de los discursos cotidianos que prometen todo para todos y que cumplen poco para las mayorías. Las circunstancias te imponen sus reglas y eso es con lo que López Obrador tiene que lidiar para adaptarse a ellas; todo lo que hay que hacer es ser congruentemente pausado para recibir todas y cada una de las circunstancias conforme se vallan presentando; lo ideal es resolver favorablemente la mayor parte de ellas pero intentando salir adelante favorablemente la mayoría de las veces, en el entendido que ante el fracaso de algunas, no tenemos por qué arredrarnos ni tirar la toalla, hay que perseverar en todo momento los principios de la política, los deseos de resolver las adversidades, siempre blandiendo el arma de las buenas intenciones.
El nuevo gobierno intenta y lo dice, cambiar al país de forma absoluta para bien, por supuesto, en todos o la mayoría de los sentidos. La pobreza es uno y el más significativos de los sentidos, pero hay que tomar en cuenta que la pobreza en México y en cualquier país siempre ha existido y siempre existirá en mayor o menor medida, es un factor que será exitoso en cuanto se pueda moderar y hacer menos grave para la mayoría de las personas. Durante décadas se han echado a andar diferentes métodos, socialistas, comunistas, etc., y ninguno, créanmelo ha podido ni podrá erradicar la pobreza.
O… Usted que opina al respecto, estimado lector.