por Jesús M. Moreno Mejía.
“En política, el que más habla, más gusta”
José María Eca de Queiroz.
Una serie de controversias despertó en la opinión pública al enterarnos del contenido de la carta que envió el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO), a Felipe VI, rey de España, señalando en su misiva que la conquista de los iberos hace 500 años, “fue todo un acontecimiento violento, doloroso y trasgresor”.
De inmediato se dieron los reclamos de la Corona Real y de los españoles en general, pues se exigía que se reconociera de manera oficial los agravios cometidos durante ese período, invitándose a ambos países “acuerden y redacten un relato compartido, público y socializado de su historia común”, según la dichosa carta.
No fue solamente el pronunciamiento en contra del reino español; el presidente de México, también solicitaba el perdón del estado Vaticano -según lo trascendido- por considerar que los religiosos evangelizadores cometieron violaciones hace medio milenio a lo que hoy se califican como Derechos Humanos, pero la diplomacia de la sede del mundo católico, se adelantó aclarando que el Papa Francisco “ya habló sobre el tema con suficiente claridad, y por lo tanto no hay nada más que decir sobre el particular”, según dijo el vocero papal.
Ciertamente, Juan Pablo II y Benedicto XVI ya habían pedido perdón por los abusos cometidos contra la población indígena del continente ameri- cano, durante la evangelización, hace 500 años.
Pero volviendo a la exigencia pedida al rey de España, la reprobación de los iberos fue prácti- camente unánime, lo mismo de representantes de partidos políticos como de los académicos. “Sólo está intentando López Obrador llamar la atención”, dijo Antonio Miguel Carmona, líder del gobernante Partido Socialista Obrero Español (PSOE), y tiene razón pues dicha demanda es uno más de los arranques que tiene nuestro Presidente.
“Político que es mudo, mudo se queda”, opinaríamos en esta ocasión parafraseando al Profr. Carlos Hank González, quien en la segunda mitad del siglo pasado afirmó categórico que “un político pobre, eran un pobre político”. Y, desde luego, no es el mismo caso, sino algo diferente, pero deseamos con ello hacer un juego de palabras respecto a los políticos.
Para esto último, también mencionaremos lo que señaló José María Eca de Queiroz, escritor portugués: “En política, el que más habla, más gusta”. Aclaramos que a nosotros no nos satisfizo tal demanda, pero sabemos que a AMLO le encanta hablar de todo, hasta lo inesperado, con tal de llamar la atención, y aquí cabe el dicho que muchos políticos mexicanos afirman: “Qué importa que hablen mal de mí, lo que interesa es que hablen de mi persona”.
También es cierto lo que señala el compañero Sergio Sarmiento en una de sus colaboraciones, “el juego de las culpas y las disculpas puede volverse incómodo para todos”, y sin embargo lo manifestado por López Obrador es algo público, y a nivel internacional; “ya no tiene vuelta de hoja pues lo dicho, dicho está”, pero puede considerar pertinente ya no insistir sobre el tema, aunque haya quedado como un hablador.
Recordemos que se le ha tachado de popu- lista, no una sino muchas veces, y eso lo tiene sin preocupación pues ya dispone del poder que por tantos años buscó, e incluso se ha dado el lujo de solicitar se legisle sobre la revocación de mandato de cualquier gobernante, a expensas de llegar a ser removido del cargo de Presidente, lo que difícilmente podría ocurrir a consecuencia del exabrupto de solicitar perdón al Rey de España.
Nuevamente, y sin querer echar porras a AMLO, debemos considerar que tantos años de vida haciendo política, obviamente él ha aprendido a medir las consecuencias de lo que dice “de lengua para afuera”, y contra lo esperado por sus detractores, seguir de pie “como si nada”.
Analicemos algunos de sus dichos: “Me canso ganso”, “La mafia del poder”, “Los Fifí”, “Me pueden decir Peje, pero no lagarto”. Que en el primer caso, es una expresión popular que denota seguridad en lo que dice; en el segundo lo utiliza para identificar a políticos y empresarios que trataron de impedir su llegada a la Presidencia; y la palabra “Fifí”, que es de carácter despectivo, López Obrador la aplica a todos los comunicadores que considera están comprados y comprometidos con el poder; en tanto la última frase es una expresión que usa para negar que es una persona ambiciosa, ladrón y hambrienta de poder, pero hay quienes aseguran que tiene justamente esas características.
Al fin de “lengua suelta”, en su primer discurso como presidente de México, utilizó las siguientes frases: “La felicidad es estar bien con uno mismo, con nuestra consciencia y el prójimo”, “Si se persevera, se logra”, “Tenemos que hacer de todo para conseguir la paz”, “La venganza no es mi fuerte”, “Por el bien de todos, primero los pobres”, “Todos los seres humanos tiene derecho a vivir y ser felices”, “No puede haber gobierno rico con pueblo pobre”, “No tengo derecho a fallar”, “Deseo que el pueblo siempre tenga las riendas del poder en sus manos. El pueblo pone y el pueblo quita, y es el único soberano al que debo sumisión y obediencia”, “Nuestro pueblo no es flojo, por el contrario es de las sociedades más trabajadoras del mundo”.
No hay duda, AMLO es populista y le encanta la verborrea, pero para que cumpla lo que afirma, habrá que esperar a que el tiempo pase. ¿O usted, amable lector, qué opina?