por Fidencio Treviño Maldonado.
Los días del almanaque en nuestro país no se cuentan las hojas que quedan o por los días que pasan, sino por el número macabro de muertos del día, esto en un país que sin estar en revolución interna, sin tener conflictos bélicos con otros países, las cifras de caídos, secuestrados y desaparecidos son difusas y confusas, y lo peor son muchas, y pasó lo que en estos casos siempre sucede entre nosotros que es la costumbre de ver, escuchar, leer y saber de oídas que este día fueron tantos los caídos, que el mes X ha sido el más violento, ver las gráficas en donde algunos presentadores, semiconductores o locutores con cierta ironía y sarcasmo hablan y comparan X año, por meses, con otro, con el actual, lo mismo con ciertos gobiernos, etc., tanta es la ocupación de este asunto que de nombres de caídos en peleas ahora son sólo números los occisos .
En la novela de Edmundo Valadés “La Muerte Tiene Permiso” cuyo relato es cuando unos campesinos les piden permiso a los ingenieros que llegan a la comunidad a elaborar trabajos con los ejidatarios y en plena asamblea se les pide “permiso” para darle muerte al cacique que les arrebata la cosecha, les quitaba el agua y la tierra y, pues estaban hastiados y la única manera para ellos y “salir del apuro”, pues era nombrar una comisión para efectuar el acto y desde luego el permiso de gente preparada, estudiada y con cierta orden del gobierno, en este caso la comitiva de los tres ingenieros extensionistas. Como es de pensar estos les negaron el permiso para ejecutar al cacique, argumentando cosas éticas, sociales, morales, de justicia y hasta reglas religiosas, sin embargo los ingenieros siguieron deliberando entre ellos y vieron las condiciones en que este hombre tenía la comunidad, pues en plena asamblea les dijeron que si les concedían permiso para llevar dicho acto, el que parecía más viejo y jefe de la comunidad se puso de pie y dijo – “se les agradece a los señores ingenieros el permiso para tal efecto y también para informales que el cacique desde ayer es ya difunto”. En México parece que la muerte tiene todo el derecho, la obligación y hasta el permiso para llevarse consigo y no por muertes naturales, enfermedades y accidentes, sino por la violencia consignada o no a decenas de habitantes por día.
Nada ganamos al saber que X Estado de la república es el más violento o donde se cometen más crímenes o que en aquel Estado ya bajó el índice delictivo, esto mostrado por gráficas e indicadores, señalando a sí mismo el gasto excesivo que se hace en policías, equipos, vehículos, armas y otros movimientos que al final del día de nada sirve contra las diferentes mafias, lo mismo hasta se publica que son 12, 15, 20 o menos las bandas conocidas y su territorio o como ahora se les nombra “Carteles” que incluyen también el nombre de sus jefes, con apellidos y apodos y se ofrece recompensas millonarias, mucho, pero mucho más dinero de lo que los gringos ofrecían en sus tiempo por el personaje mexicano más conocido en el mundo: Pancho Villa. Es decir, una tragicomedia negra el panorama presente ante esta inacabable ola de casi medio millón de muertos y desaparecidos desde que Vicente Fox, le movió la cola al tigre y lo despertó, después el borracho de Felipe Calderón le mordió la oreja y el tigre se encabronó, llega Peña Nieto que sólo le abrió la jaula, ahora quieren que sea López Obrador quien lo encierre o al menos lo regrese a su jaula. Por años México fue el trampolín y los USA la gran alberca, la corrupción con las diversas autoridades nacionales eran también hechos de costumbre, jugosos juegos inocentes de adolescentes y poco a poco el trampolín bajo de altura y llegó a la alberca y ésta se llenó no de droga, sino de sangre.
Hace unos 20 años publique en el Siglo de Torreón, en mi columna Del tintero “México se colombianiza” y ¡UHFFF! la lluvia de críticas de antinacionalista, de neófito, imbécil y otros peores epítetos, como es mi costumbre, opté por callar y creo, reconozco y acepto que me equivoque en mi negro diagnóstico, porque rebasamos a Colombia, incluyendo a países que están en constante guerra y metidos en todos los oscuros aspectos del mal. Para el mexicano común (como él que escribe) lo más fácil es buscar culpables desde el policía de crucero hasta la Suprema Corte de Justicia de la Nación, pasando por el mismo Presidente de la república, los señores y señoras Jueces, el aparato penitenciario, las instituciones de papel que tenemos, incluyendo el sistema de educación, sin embargo, es la CORRUPCIÓN la que da en este país todas las facilidades para desaparecer, cometer feminicidios, asaltar, secuestrar y matar. País el nuestro en donde grupos de profesores ponen la muestra en actos de violencia, donde los Tribunos (diputados y Senadores) son la más tangible muestra de enconos por defender sus prebendas, donde las tribus, clanes y hordas se disfrazan de partidos políticos y como animales rugen en pos del poder ¿entonces qué podemos esperar para parar la violencia? si en sus actos vemos que va implícita la apología a ser violento. Basta ver países en donde la palabra corrupción no se conoce y leer un diario o revista de esos lugares es ver notas sobre educación, negocios, producción, poca política y acciones que desarrollan las instituciones en bien del país. ¿Cuándo lo vamos a ver en un país como el nuestro?
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