por Luis Fernando Hernández González.
“Lo que se construye con mentiras, se destruye con el tiempo.”
Frase popular.
“Sin libertad la democracia es despotismo, sin democracia la libertad es una quimera.”
Octavio Paz.
Los miles de mexicanos que participaron en la elección presidencial del pasado 2018, lo hicieron bajo la certidumbre de querer construir una nación que no sólo ampliara sus aspiraciones de realización, sino también en la búsqueda de generar mediante la transición del poder político mayores y mejores expectativas para su crecimiento y realización en oportunidades personales, familiares y sociales.
En síntesis convencidas de que en cualquier proceso electoral se da las expectativas de avance y superación, con el fin de incursionar en la vía de escenarios óptimos para el logro de objetivos, proyectos y metas, cuyo propósito brinden mayores y mejores oportunidades para una realización de la sociedad en general sean éstas de carácter administrativo, político, económico, social y cultural.
El bono electoral democrático que dio el triunfo del pueblo a una autoridad en julio del año pasado, invistiendo a Andrés Manuel López Obrador, como el presidente de la república mexicana y una configuración de un Poder Legislativo de presencia mayoritaria en su mismo partido político, en una población de más de 128 millones de mexicanos con una taza de crecimiento menor al 1.0 por ciento anual en los primeros cinco meses de su mandato, provocan con ello, una situación de carácter caótico por la serie de medidas adoptadas de forma simplista que el nativo de Macuspana, Tabasco, con sus apreciaciones absolutistas del siglo XIX, hoy busca aplicar en el poder público federal del país, generando con ello un deterioro en los indicadores económicos productivos de impacto multifactorial, así como un quebranto en políticas sociales de apoyo que dieron en el inmediato pasado, buenos resultados para la población con vulnerabilidades de protección a sus necesidades familiares.
El estilo personal de gobernar AMLO, pasó de la arenga popular y del discurso inculpador, hacia un neoliberalismo, conservadurismo y destructores del pasado, sus métodos de conducción administrativa y la ligereza con que aborda temas de toda índole en sus prácticas de difusión mañanera, muestran su endeble autoridad y conocimiento de cuestiones formales para la conducción de la nación, en donde al parecer solo él, tiene la comprensión objetiva y clara de la realidad que se le cuestiona, sean temas técnicos, de seguridad, de economía, administrativos o procedimentales de justicia.
Todos como sociedad informada y receptiva, somos testigos conscientes del deterioro y grados de descomposición social por los cuales trascurría la vida social de México, la cual demandaba con urgencia la toma de medidas que pusieran límite a la deshonra pública, al abuso, a la corrupción, a la injusticia, además por consecuencia de todo ello a la inseguridad provocada por la criminalidad y el tráfico de influencias que se manifestaba claramente en todos los estratos que integran la sociedad.
México entonces demandaba la aplicación inmediata de orden y pulcritud en las cuestiones de orden público, mismas que permitieran y propiciaran la readecuación de la función pública en todos sus aspectos, sin cuestiones y apreciaciones de motivación en la emoción personal; más sí, con apego al orden constitucional, al estado de derecho, bajo el soporte que brindan y dan las leyes e instituciones que rigen el crecimiento de toda la sociedad, eso y no otra cosa era lo que demandaba el mandato público y social de una elección que hoy sus resultados se ven pulverizados y echados al vacío que es la nada.
Las propuestas vacuas y el deterioro institucional, nos hacen recordar con el trascurso de estos sucesos de carácter político-administrativo, una muestra real donde se nota un flaco estilo de conducción en la gobernanza, no hace evocar los pasajes de uno de los libros de Ikram Antaki, que se vuelven referencia obligada para entender el entorno actual, donde nos puntualiza que esta es una de las sociedades más terroristas que existieran contra la inteligencia; es la nación que se niega a crecer, donde la apatía, la violencia, la intolerancia, la ambición desmedida de poder y la falta de confrontación de las ideas, es donde se cimenta el México actual, que decisivamente todos como sociedad debemos de empujar para que realmente cambie y se modernice.
Pero antes nos debemos de aclarar ¿Qué?, ¿Cómo?, ¿Cuándo? ¿Con qué? y ¿Para dónde va la 4T del actual régimen y cada una de sus propuestas que para algunos son totalmente inentendibles en este momento?
Definitivamente México merece ir hacia adelante, nunca de dar saltos hacia atrás.