por Luis Eduardo Enciso Canales.
“Nadie escapa a la ley de causas y efectos”
México hoy más que nunca se encuentra convertido en el laboratorio de las estupideces y las ocurrencias, las acciones gubernamentales desarticula- das emanan de las alcantarillas mentales de los nuevos funcionarios públicos que buscan la aprobación desesperada de los ciudadanos sin hacer el más mínimo esfuerzo, creyendo que con pararse frente a unos micrófonos a decir sandeces lo van a lograr, los más sofisticados improvisan trasmisiones en vivo por medio de sus páginas de Facebook o hacen promulgaciones a través del Dios twitter esperando que una de sus ocurrencias les de los anhelados “likes” y ser compartidos por cientos de cibernautas anónimos para alimentar su frágil ego y ayudarlos a construir su propia “realidad virtual”, pero la realidad, la de a de veras, esa siempre se encarga de poner las cosas en su lugar, el problema es cuando esas ocurrencias impactan la realidad de miles de personas afectando gravemente su economía, salud, patrimonio y entorno social. Las nuevas pseudo políticas públicas han venido a sustituir a los proyectos de corto, mediano y largo plazo, a las acciones que se enmarcan dentro de un plan rector producto de un conocimiento de esa realidad y que obedece a la detonación de procesos para incidir en la resolución de problemáticas de fondo.
Lejos quedaron aquellos personajes públicos con la visón a largo plazo capaces de ser sensibles a las necesidades de consolidar instituciones que dieron y siguen dando soporte a todo un sistema de necesidades de poblaciones enteras, hoy la obra pública brilla por su ausencia, la visón de estadista ha sido sustituida y es compensada por ocurrencias como la reciente “iniciativa” envestida de “programa” y que lleva por nombre “uniforme mixto”, que permitirá a las niñas y niños que asisten a escuelas públicas y privadas decidir que prenda usar como uniforme escolar, a la jefa de la Ciudad de México Claudia Sheinbaum y a su grupo de asesores se les ocurrió esta genial idea luego de su fracaso para enfrentar la contingencia ambiental que vivió esta Ciudad por los recientes incendios, ahora las niñas y los niños se convierten en ratones de laboratorio para probar en ellos que estamos igual de adelantados que los países desarrollados, y que ellos pueden decidir si llevan falda o pantalón por igual, claro, y de paso le asestan otra puñalada más a la ya de por si maltrecha autoridad de los padres de familia, mientras tanto la violencia, asaltos, violaciones y desapariciones también siguen decidiendo libremente permanecer en la Ciudad de México sin que para estos exista un “programa” para frenarlos.
Tampoco existen planes para invertir en la infraestructura de la ciudad que cada día es más caótica, y tampoco existen planteamientos que definan una postura con respecto del gran problema que está convertido el aeropuerto de esta macro urbe, el problema de esta central aérea es una bomba de tiempo que cualquier usuario puede percibir cuando le toca aterrizar ahí, instalaciones insuficientes, baños malolientes peores que los que están en las centrales camioneras de autobuses sub urbanos, además de la apretada llegada y salida de vuelos que casi casi se rosan al despegar y al aterrizar, parece que a los gobiernos involucrados se les olvida que invertir en solucionar no es un lujo, hoy que está de moda la austeridad, sino una inversión que se traduce en más empleos, llegada de más inversiones, flujo de usuarios, intercambio de mercancías, etc. Pero este es un tema proscrito para la jefa de gobierno porque simplemente no puede ir en contra de su jefazo Andrés Manuel, obedeciendo más a quien la puso ahí y no a quienes en realidad la eligieron, que son los ciudadanos que por medio de su voto la tienen en ese lugar. El flagelo de la inseguridad nos demostró que existe algo que bautizaron aberrantemente como daños colaterales, así como si fuera un mal necesario, siempre y cuando ese daño no afecte a las familias de los gobernantes en turno.
De esa misma manera toda acción de gobierno nos afecta, por eso cualquier decisión tomada va a traer consecuencias implícitas, ya lo dice la tercera ley de Newton, también conocida como principio de “acción y reacción”, nos dice que si un cuerpo “A” ejerce una acción sobre otro cuerpo “B”, éste realiza sobre “A” otra acción igual y de sentido contrario de la misma intensidad. Por eso vemos que si no hay políticas públicas para atender el desabasto de agua en zonas áridas éste tendrá a corto plazo efectos desastrosos, igual sucede con la economía, la salud, el campo, la seguridad, la educación, la infraestructura, etc. Si no hay una visón de fondo de nuestros gobernantes seguiremos viendo la pauperización de la política, los partidos políticos en la actualidad ya no representan nada, ni a nadie, el mejor termómetro que nos indica su poca o nula credibilidad son la recientes elecciones donde la participación ciudadana fue casi nula, y es que también los que comandan las decisiones han decidido dejar de lado a los ciudadanos para enconcharse dentro de sus grupúsculos olvidando el efecto dominó que tarde que temprano los está alcanzando, hoy se visualiza un sistema político en crisis y cada día más solo, la gente ya no cree porque el impacto de las acciones ha sido negativo, la resistencia y la tolerancia tiene límites porque son el resultado de la causalidad.
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