Fidencio Treviño Maldonado.
Un país el nuestro con cientos de etnias, con dialectos, lenguajes e idiomas descifrables sólo por cada una de las regiones, una República dividida no sólo por líneas imaginarias en sus Estados, Municipios y Comunidades, sino también por cientos de partidos políticos, de religiones, de dogmas, costumbres, comidas, pragmatismos, y a esto se suman los irreconciliables personajes de las familias y actores que mandan en la farándula y burlesco político, la llamada “Casta Divina”, sólo juntas o reunidas cuando de hacer reparto del botín se trata o parte del cadáver que entre los depredadores cazan.
Entre cifras, gráficas y comparaciones se labran los debates de Quién es Quién en delitos y resulta que no se necesita ser un ducho en nada, sólo el haber vivido en esta hermosa nación más de veinte años para saber todos los comportamientos (No cambios) que este país ha asumido y todos apuntan a un Estado de Violencia, de muerte, de balas y sangre, sin ningún rasgo del mentado Estado de Derecho, aplicado éste sólo para las personas pobres o miserables.
De pronto la Prostitución, trata de blancas, el secuestro, la venta de drogas, los polleros pasaron a ser segundas, comparado con el contrabando de armas, negocios que han prosperado, que siguen gastando en la compra/venta cual si fueran chocolates en navidad. –¿Tú vives de las drogas y el contrabando de ellas?, le preguntaron a la señora Delia “N” en una agencia del Ministerio Público en Mexicali, Baja California. –No señora yo vivo y hago negocio con ellos, pero sin tocar ninguna droga; les consigo y vendo armas– fue la respuesta de esta dama y siguió: “somos legiones en Laredo, Reynosa, Tijuana, Acuña, Matamoros, en el Distrito Federal, en Veracruz, y otras cien ciudades más, en donde se venden al mayoreo o menudeo, municiones, rifles, armas cortas de distintos calibres, de rifles, armas cortas, miras, chalecos, granadas, cartuchos, desde una caja hasta cientos de cajas y todo lo inherente a la guerra, ese es mi negocio”, concluyó en su comparecencia esta señora, frente a su abogado.
Hace años en un tiroteo en el estacionamiento de Guadalajara, por error, confusión o encargo entre los muertos y heridos estuvo el Cardenal Posadas Ocampo, se supo extraoficialmente que en la escasa investigación, algunas de las armas recogidas y a las que le siguieron las huella, procedían de un cargamento desde Panamá que oficiales de USA, de la guardia del Canal, trasfirieron a un cartel mexicano y siguiendo la ruta de la procedencia, eran armas desechadas que guardaban un muy buen estado, tanto por la policía de San Francisco, Los Ángeles, California, entre otras corporaciones, que vía Canal de Panamá fueron vendidas a el Cartel de los Hermanos Arellano Félix, entre otros grupos, en ese cargamento se calcularon 2,400 armas cortas y fusiles, así como más de medio millón de municiones.
Un México violento, herido, sangrante, bronco, indomable, aterrorizado por unos cuantos, una minoría que a base de terror, de horror, de inspirar miedo al comprar y corromper desde los más altos poderes de la justicia hasta los bajos mandos ha fabricado un país baleado y pasando por arriba todas las leyes, incluyendo la Carta Magna que es violada en forma constante y permanente. De ahí la fragilidad de nuestra seguridad ante la bestialidad de los grupos dedicados a la delincuencia y con la pertinaz lluvia de balas, que al parecer sobran en esta República.
Pueblos fantasmas en la frontera y no tan en la frontera, en donde “Nomas las viudas quedan”, con el Jesús en la boca desde que amanece, el éxodo regional, el abandono de costumbres, dejando parcelas de labores cultivables, todo va implícito en estos desalojos causados por la lluvia de balas en los tiroteos frecuentes. Nuestra historia y la universal están llenas de violencia, guerras, revoluciones regionales, doméstica, etc.; sin embargo, también existieron pacificadores.
Hace siglos Francia y su anarquía, Napoleón Bonaparte con castigos que ahora parecen duros, terminó con ese caos en esa época, más nuevo en España, Francisco Franco también acabó con los malhechores y matones en ese país y, la lista de hombres y países que terminaron con los bandidos, criminales, asaltantes, violadores y qué decir ladrones en sus administraciones e inclusive también con aquellos que eran acusados de traición a la patria.
En México estamos lejos de poner un impermeable, una barrera o coraza contra la lluvia de balas, contra los tiros que vomitan las diferentes armas, ya que nuestra idiosincrasia y los Derechos Humanos, la religión y el aparato burocrático nunca aceptarían castigos duros para los hacedores del mal, aquí para muchas agencias de los Ministerios Públicos y algunos señores jueces se cumple la sentencia o refrán popular // No nombrar la soga en la casa del ahorcado //.
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