Manuel Padilla Muñoz.
El primero de julio de 2018 un movimiento social cimbró a México y a buena parte del mundo democrático cuando el hartazgo de los mexicanos, tras haber soportado durante más de 80 años regímenes neoliberalistas corruptos y saqueadores de la riqueza nacional, dieron una muestra democrática para dar paso a un nuevo sistema de gobierno más apegado al pueblo, sediento de pan y justicia.
Un movimiento justo y democrático impulsado por Morena, grupo que aun hoy no se ha convertido en partido político y el efecto López Obrador, que transformó el mapa político de México y que hoy se le llama La Cuarta Transformación.
El resultado de esta inédita y democrática elección fue que Morena se convirtiera en la primera fuerza política del país y Andrés Manuel López Obrador en presidente de México.
Pero, como reza la filosofía popular, hoy corremos el riesgo de que en el pecado llevemos la penitencia. El peligro de que Morena llegue a controlar políticamente a todo el país, al ser el partido dominante, pueda crearse un nuevo PRI aunque con diferente denominación.
Una de las causas principales de la derrota del PRI fue haber comprobado la regla de oro de los manuales políticos que establece que el triunfo lleva a la soberbia y ésta conduce, tarde que temprano, al fracaso. Esto le puede suceder a Morena. Por eso necesitamos conocer el presente para prever el futuro. En realidad, la democracia mexicana no requiere de un partido único y hegemónico sino una partidocracia que brinde y asegure equilibrios de poder.
Es indudable que el derroche de los recursos del gobierno federal en los programas sociales que si bien es cierto regresan a sus dueños es también que los mexicanos le brindarán a Morena un crecimiento exponencial pues es un acuerdo implícito, que no se dice pero se sabe, porque miles de mexicanos no querrán perder esos beneficios. De hecho es la misma compra de simpatías y votos que realizaba el PRI.
Además, Morena contara con cientos de millones de pesos para su funcionamiento que le otorgan el subsidio del gobierno que tenía el PRI, lo que le permitirá contar con un ejército de operadores políticos, lo que le permitirá fáciles triunfos. Por eso los “busca chambas” y “chapulines” están ansiosos de cambiarse al nuevo partido que “distribuirá el pastel” en el futuro.
A decir de los estudiosos del tema, el mayor perdedor de esta batalla democrática fue el PRI, que fue sacado del gobierno federal y casi está a punto de perder su registro, El PAN pasa pues a la segunda fuerza política pues el PRD y otro partidillos satélites también están a punto de perder el registro y desaparecer.
Tampoco necesitamos en México un sistema bipartidista pues debemos reconocer que se requieren partidos políticos verdaderos para crear un equilibrio del poder para que este no sea autoritario.
Desde esta óptica, tanto el PRI como el PAN deben asumir su función histórica y tener una profunda transformación, no solamente de sus militantes sino también de sus plataformas políticas. Deben abrirse a nuevas corrientes y miembros que permitan una más amplia elección de personajes políticos más preparados en materia política y en su forma de actuar. Si no lo hacen, estarán cavando su propia tumba. Tampoco debemos olvidar que se necesitan verdaderos líderes y éstos se forman solamente en “la escuelita” de la democracia que son, precisamente, los partidos políticos.
La pregunta toral en esos momentos es si Andrés Manuel López Obrador tiene o no razón en crear un nuevo partido político con Morena, semejante al antiguo PRI, con su nuevo estilo de gobernar.
Muchos priistas se quejan de que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador y el mismo presidente culpan de todos los males del México actual a los gobiernos del PRIAN y se preguntan hasta cuándo será esto. La respuesta es obvia, cuando los gobernantes del PRIAN ladrones, saqueadores del patrimonio nacional por muchos años y corruptos, que robaron miles de millones de pesos al pueblo de México, devuelvan esa riqueza y paguen con cárcel sus delitos. Así de sencillo.
Como dijo Renato Leduc: “sabia virtud de conocer el tiempo…” En efecto, solamente el tiempo nos dará la razón o no.
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