El regreso

0
1452

Rufino Rodríguez Garza.

Volver al Pelillal después de casi un año es toda una experiencia. Es pasar a saludar a la comadre Pina y a su esposo Octaviano, quien ahora se encuentra delicado de salud.

Gracias a José Guadalupe Flores Ventura reencontré a Cristina, alemana de nacimiento y colaboradora del Museo del Desierto, paleontóloga, especialista en fósiles invertebrados del cretáceo, cuenta además con algunos posgrados en el extranjero; con excelentes ensayos del tema y trabajos realizados en diferentes países del mundo, y además amiga del biólogo Arturo González, director del Museo del Desierto.

En esta ocasión está de vacaciones y no vino sola sino que se hizo acompañar de su bella familia: Dominic su esposo y sus tres hijos, dos mujeres y un varón, la mayor apenas de 12 años.

Nuestro amigo Ventura experto también en el tema, fungió como guía y nos llevó a un sitio plagado con amonitas (coahuilites), muy propios de Coahuila y de los cuales Cristina prepara un artículo debidamente certificado donde el compañero Ventura aparecerá como coautor; ella solo usará fotos de las piezas encontradas y que le serán enviadas por el especialista Ventura, las piezas no saldrán de México, y eso evita el que se pierdan piezas de nuestro patrimonio.

Pero Cristina también viene por sol. Si, así como se oye. Tomar sol es importante para los europeos, es algo medicinal, pues mientras nosotros andamos totalmente cubiertos con pantalón, con sombrero, pañuelo, ella y su familia estaban más que expuestos. Para ellos que sufren inviernos largos el sol es vital.

Las lluvias recientes han maltratado los caminos y corrimos el riesgo constante de sufrir un atascamiento. Fuimos en dos vehículos, uno del Museo del Desierto y la camioneta Jeep de Ventura.

Para esperar que el sol evaporara la humedad y secara los caminos nos encaminamos a la Presa Pantalones para que conocieran petroglifos de los cuales hay miles en el lugar.

Ventura como buen anfitrión los llevó al oriente de la cortina causándoles una emoción manifiesta, misma que no es fácil ver en los Teutones al estar frente a tanta representación prehispánica, la familia alemana se encontraba entusiasmada.

La preocupación que yo tenía era que al no contar los invitados con ropa apropiada para protegerse de espinas y arañazos y tener los brazos descubiertos sufrieran severos rasguños y no pocas espinadas (como así fue), pero la emoción los llevó a querer ver más y más.

Como a las once de la mañana y ya con treinta grados, cambiamos de lugar y nos atrevimos a recorrer un viejo camino en desuso, y que por lo mismo está muy borroso, casi lo íbamos adivinando, pero al fin llegamos al Cañón de la Falsa, donde no hace mucho se construyeron unos corrales y se cercó la boca del cañón pero no duró el gusto, pues ya está abandonado y los fierros del frágil corral en el olvido y oxidándose.

El cañón de la Falsa es todo un dechado de vestigios que nos proporcio- nan mucha información de los cazadores-recolectores que nos dejaron unos hermosos tableros en los que observamos armas: atlatl´s, proyectiles y navajas enmangadas.

También el “hongo” que relacionamos con raspadores y/o con un símbolo de territorialidad.

En este lugar se representó parte de la fauna de la familia de los cérvidos, como lo es el venado cola blanca, el más numeroso, pero también encontramos al venado bura.

Las representaciones van desde rastros o huellas finamente grabadas o las astas. En la configuración de las astas nos damos cuenta si se trata de un cola blanca y/o un bura por el número y forma de las puntas.

El sitio fue un lugar donde se practicaron ritos mágicos de cacería, para que les fuera propiciatorio el evento.

La Falsa es un lugar de una antigüedad considerable pues solo se representó el átlatl y no así el arco. También se pueden observar antigüedades diferentes, pues en unas figuras cambia el color de la pátina. Sitio propiciatorio para el difícil arte de cazar.

No es fácil encontrar lugares con manifestaciones rupestres donde se mezclen el grabado y la pintura. La Falsa es uno de esos lugares donde se da ese juego de ambas manifestaciones.

Las pinturas son abstractas en general pero se observan rombos con un punto central, líneas quebradas y otras onduladas que algo dejaron como mensaje, legible para ellos y difícil para nosotros gente del siglo XXI.

Todas las pinturas son en color rojo o diversos tonos del mismo. Ya a punto de partir al sitio paleontológico nos topamos con Eduardo Alonso Mata, venía del valle de Chupaderos con sendas cargas de puyas o cogollos de lechuguilla, que tallaría al llegar al rancho. Todo un espectáculo ver a los dos burros con la carga y a Eduardo arriando los mansos animales.

Ventura, Cristina y sus familiares llegaron al lugar con fósiles (sitio descubierto por Ventura), ya allí se dieron a la tarea de buscar piezas y con el ojo biónico de Ventura empezaron a aparecer piezas dignas de museo.

Mientras ellos buscaban fósiles yo aproveché para explorar otro sitio que no sólo prometía sino que dio frutos y localicé tableros con motivos de antropomorfos, unos pies humanos y figuras también humanas muy estilizadas; además de grabados abstractos indescifrables.

De allí partimos a la comunidad de Amargos donde Ventura mostraría la línea KT (Cretácico-Terciario), esto es un “crono-horizonte geológico presente como una estrecha capa en los estratos de la corteza terrestre que data aproximadamente de hace 66 millones de años. Fue un período de extinciones masivas de especies” (wikipedia).

Ya localizado en los alrededores del arroyo el Arenoso procedimos a despedirnos pues ellos regresaran a su patria en unos días más. Una experiencia digna de recordar.