Guerracruz

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José C. Serrano Cuevas.

Guerracruz. Rinconcito donde hacen su nido las hordas del mal, libro escrito por Violeta Santiago, periodista egresada de la Universidad Veracruzana (UV), quien forma parte del colectivo Reporteras en Guardia, dedicado a la realización de un memorial digital con perfiles de los periodistas asesinados en México.

El texto está dividido en tres partes esenciales y un piloncito: 1.- Una guerra ajena; 2.- Veracruz, el cementerio clandestino más grande; 3.- En Veracruz no pasa nada y, 4.- Después del huracán. El prólogo corre por cuenta de la periodista Carmen Aristegui: “Guerracruz surgió como un grito de auxilio en las redes sociales para que los ciudadanos, a través de una etiqueta en twitter, pudieran informarse libremente de los hechos violentos que comenzaron a empañar la vida del estado, que penetraron por el norte, se enraizaron en las Altas Montañas y llegaron hasta la última playa del sur”.

Una guerra ajena. El lugar más peligroso para el periodismo. Fidel Herrera Beltrán, “finísima persona”, le entregó el estado de Veracruz a Javier Duarte de Ochoa (un ejemplar destacado del entonces nuevo PRI), electo en los comicios del 4 de julio de 2010. Con el arribo del doctor Duarte de Ochoa a la gubernatura la violencia contra la sociedad civil y los crímenes de alto impacto alcanzaron niveles nunca antes vistos, además se desataron los asesinatos contra periodistas. Bastaron dos años con Duarte para que se sumaran más muertes que las de la década anterior. A partir de 2011, la cifra de comunicadores asesinados se disparó hasta alcanzar la histórica cantidad de 22 casos (2018) “que posicionó a la entidad como la más peligrosa para ejercer la Libertad de Expresión en México y América Latina”.

En 2016, con la llegada al poder de Miguel Ángel Yunes Linares, y el cambio de colores en el gobierno del estado ni de lejos mejoró el clima para ejercer la Libertad de Expresión. Yunes Linares, en tiempos ya idos presumía ser uno de los niños consentidos de Elba Esther Gordillo Morales, como Duarte, criminalizó a los periodistas abatidos durante su minimandato, filtró datos de investigaciones para viciar los procesos, y afirmaba, contundentemente, que los muertos no eran periodistas. Y es que Yunes, como su antecesor, estuvo más ocupado en la imagen de “a-quí-no-pa-sa-na-da” porque su hijo, Miguel Ángel Yunes Márquez, se postuló como candidato a gobernador en 2018.

Dice Violeta Santiago: “Cada vez que asesinan a un periodista matan un poco de nosotros. Matan las ganas de salir a reportear, matan la esperanza de que nuestro trabajo contribuya a formar una mejor sociedad, matan los planes del futuro, porque no sabemos si vamos a llegar. En el nuevo Veracruz, aprender seguridad es fundamental. Saber qué hacer en caso de una balacera debería considerarse obligatorio dentro del nuevo plan de estudios de periodismo en las escuelas del estado”.

La autora del libro describe, con minuciosidad, al detalle, cómo ocurrieron los asesinatos de los 27 periodistas ultimados en Veracruz entre 2000 y 2018, de los cuales 22 murieron entre 2011 y 2018: 17 con Javier Duarte de Ochoa y 5 con Miguel Ángel Yunes Linares.

Veracruz, el cementerio clandestino más grande. La muerte bajo tierra. Los asesinatos y ejecuciones extrajudiciales preceden a una práctica ignominiosa: la desaparición de personas. Considerada como un delito pluriofensivo, que agravia a la sociedad y además afecta y atenta no sólo contra la persona desaparecida, también a sus seres queridos, a sus allegados, quienes al dolor de la ausencia tienen que sumar el vivir con la incertidumbre, la angustia y la desesperación sobre el destino de quien desapareció.

De la mano de las desapariciones surgieron las fosas clandestinas, sitios donde entierran los cuerpos para ocultar el crimen o para que no se revele la ubicación de la persona. De hecho, lo peor de la desaparición es no saber si el ausente está vivo o muerto, el no saber dónde está su cuerpo.

“Las fosas son consecuencia de la desaparición. En la noche más oscura de Veracruz, ya ni hablamos de entierros clandestinos, sino de hogueras o molinos para reducir los huesos a cenizas o triturarlos hasta hacerlos polvo”.

El gobierno de Javier Duarte de Ochoa ocultó el número exacto de fosas y desaparecidos. Miguel Ángel Yunes Linares repitió su ejemplo. Peor aun, el “patiño” que ocupa la Fiscalía azul, Jorge Winckler Ortiz, llegó al grado de apuntarse como un logro el descubrimiento masivo de fosas como en Alvarado, en septiembre de 2018. “Todavía más cínico, no pasó la oportunidad de tomarse una foto con el ‘Equipo de la FGE’, todos sonrientes, en el terreno lacustre que resultó ser un megacementerio clandestino donde se encontraron decenas de credenciales, identificaciones, ropa de niños y mamelucos de bebés”.

En Veracruz no pasa nada. La plenitud del pinche poder. Cuenta la gente del bello Veracruz que la mayor aspiración del hombre de tez morena era, como la de cualquier otro político, instalarse en el poder. El maximato de Fidel Herrera, el “fidelato”. Por eso escogió a Javier Duarte como sucesor, porque le resultó tan servil y complaciente a él y su familia que cuando hubo que elegir, el factor de la familia de Fidel (que deseaba perpetuarse otro sexenio de privilegios) pesó tanto que benefició a Duarte sobre viejos amigos que ya se veían como los próximos en el pinche poder.

A Javier Duarte le adjudicaron una serie de frases a lo largo de su mandato, casi siempre relacionadas con la negación de la inseguridad, que por obvias razones provocaron indignación y hartazgo. La primera que llegó para quedarse: “En Veracruz no pasa nada”.

El piloncito: Después del huracán. Con más de un millón y medio de votos (1,665,855), Cuitláhuac García Jiménez se convirtió en el gobernador más votado de la historia de Veracruz. Después de la verbena que se vivió en la entidad por el triunfo de García Jiménez, el panismo se preparó para abandonar el Palacio de Gobierno y las dependencias estatales que había ocupado por dos años con la ilusión de prolongarse otros seis.

Tras la instalación del nuevo gabinete llovieron las denuncias penales contra Miguel Ángel Yunes Linares y Jorge Winckler Ortiz, el cual fue investido por nueve años como titular de la Fiscalía General del Estado (FGE). Este abogado sin lustre declaró antes y después de la toma de protesta de García Jiménez, “que no renunciaría al cargo”.

El lamentable multihomicidio ocurrido en fechas recientes en el bar “El Caballo Blanco” de Coatzacoalcos, Veracruz man-tiene enfrascados a ambos personajes en una lucha política, totalmente ajena a la procuración e impartición de justicia, tan necesarias en los días aciagos que sacuden a esa entidad en particular y al país en general.

En la cotraportada del libro Violeta Santiago sentencia, “Veracruz: tierra de fosas clandestinas y corrupción política, de homicidios a periodistas y lucha sangrienta de cárteles. Lo que fue un estado de esplendor cultural hoy es espejo de México donde se refleja el infierno de la impunidad y el delito”.