Luis Fernando Hernández González.
“Lo sensible no es un espacio de cosas subjetivas, es un horizonte de despliegue; una experiencia que va encaminada a hacer visible y material para el ser social en los deseos políticos”
J. Rancière.
Ante una situación discordante que hoy en día se presenta de manera manifiesta en el quehacer público del país, todo ello es la resultante de los acontecimientos electorales de 2018, donde en el país y la sociedad se realizaron cambios de apreciación sobre temas y acontecimientos de orden político, bajo los cuales no terminan de madurar y mucho menos rendir las consecuencias -buenas o malas- que en los mismos se contengan.
Esta evolución se desliza sobre panoramas de enigma e incertidumbre que mucha inquietud generan para distintos segmentos sociales del país, que atónitos observan el quebranto de los indicadores económicos, la cancelación de programas y contextos de protección social, el grado creciente de la criminalidad y el rumbo incierto de la gobernabilidad, lo mismo que en el deterioro político bajo la pérdida de equilibrios y de pesos y contrapesos que es obligación de los entes orgánicos conductores de la sociedad, que le den contención o bien respaldo a políticas públicas, en las que se visualice sentido, rumbo y forma de objetivos y metas por alcanzar a corto y mediano plazo resultados, por el bien de los mexicanos.
Las encuestas de despachos profesionales y medios de comunicación social hablan de los altos porcentajes de aprecio y popularidad con los que cuenta el presidente de la república, Andrés Manuel López Obrador, basadas en consultas de aquellos segmentos sociales que le manifiestan un incondicional respaldo a sus planteamientos y ejercicios ligeros de poder, siguen a pie juntillas confiando en él; para ellos, no existen los resultados calificativos negativos y mucho menos de raquitismo numérico sobre crecimiento y estacionamiento, que muestra hoy en día el deterioro de decadencia productiva y económica de la 16 economía del mundo que es nuestra nación.
Según algunos agudos analistas, el actual gobierno federal no da garantías a los empresarios ni respeta áreas de inversión atractivas que ya estaban en marcha, como tampoco cuenta con suficientes recursos económicos para confeccionar un presupuesto que, a través de mecanismos estratégicos de inversión en infraestructura como son las obras públicas, detone crecimiento y desarrollo, lo vemos en su denotada lucha anticorrupción que todos los ciudadanos apreciamos y apoyamos, siempre y cuando sus efectos sean parejos y no distintivos de protección como ahora es el caso de Manuel Bartlett.
La suma millonaria de los 500 o más millones de pesos sólo fueron llamaradas discursivas que el gobierno podría disponer para invertir y que antes se iba en corrupción, resultó ser un buen invento de campaña electoral y nada más al caerse la economía a bajos niveles de cero, donde agregue usted amigo lector, la recaudación por efectos de consumo IVA y trabajo ISR, al no crecer económicamente el país, su captación se desploma, reduciéndose este ingreso para la hacienda pública.
Hoy nos podemos preguntar qué efectos generaron esta impericia de trabajo y crecimiento, en donde la derrama económica y la inversión pública y privada están inmovilizadas, generando resultados por demás desastrosos para un país de grandes posibilidades para desarrollar; que cuestiona y limita sus necesidades sociales, regionales, que hoy tienen más de 53 millones de mexicanos en la pobreza y que no se visualizan medidas que vengan a resarcir el sentido inercial de esta situación que no muestra fin.
México como vamos con el presidente López Obrador, no está para bollos los tiempos exigen una auténtica suma de voluntades de todos los mexicanos, reconciliación histórica le llaman otros, en el que se dé muestra del reconocimiento y esfuerzo de segmentos de la historia generacional del país, creando un impasse social entre mexicanos en el que se incluya a mujeres, hombres, jóvenes, niños y adultos, izquierdas, derechas, y centros, pobres y ricos, los grupos naturales e indígenas, las víctimas de la violencia y de la injusticia, la clase trabajadora y la clase empresarial, intelectuales y de escasa cultura.
Solo generando sentido de identidad, pertenencia, lealtad, congruencia, respeto y libertad entre todos podremos construir un México de Unión y Prosperidad.