Adolfo Olmedo Muñoz.
“La única esperanza de los vencidos, es no tener ninguna”.
Publio Virgilio Morón “Virgilio”
Los hechos ocurridos el pasado 17 de octubre en la ciudad de Culiacán, Sinaloa, cuando en una acción sospechosa en la que se pretendía la captura del o los hijos del “chapo Guzmán”, a solicitud de la justicia de los Estados Unidos para extraditarles y juzgarles en aquella nación, se logró momentáneamente; el resguardo duró unas horas, pues luego de una embestida furiosa de la delincuencia organizada, se atacó a la sociedad civil de aquella ciudad, causando muerte, destrozos y pánico, no solamente entre la sociedad paisana, sino también atacaron la zona habitacional de las familias de los soldados, que fueron amenazados con provocar una matanza.
Aunque se habla de muertos, el saldo en vidas humanas y daños económicos es incalculable ante la ignorancia de las autoridades o el mal fario de un presidente de la república quien puso de rodillas y humilló a sus fuerzas armadas al ordenar la liberación de, no se sabe a ciencia cierta si de uno o dos de los hijos del mafioso Joaquín Archivaldo Guzmán Loera alias “El Chapo”, quien se halla sometido a la justicia norteamericana.
El “jefe del Ejecutivo”, se rindió ante las amenazas del ejército al servicio de la mafia mexicana y ordenó la liberación del “chapito”, propinando una puñalada trapera a la nación, y poniendo de rodilla al glorioso Ejército mexicano. Los hechos estremecieron al país, pero para las autoridades, incluido el Presidente Andrés Manuel López Obrador, lo sucedido sólo representó un espasmo nervioso pasajero, y de nueva cuenta, tal vez por el embrujo estúpido que ejerce la mañosa demagogia del presidente López Obrador sobre la masa confundida e ignorante, se revirtió la derrota por una falsa victoria del presidente, apelando a que se busca la paz y no la guerra y que es preferible salvar una vida que iniciar una contraofensiva frente al poder de la fuerte estructura táctica militarizada del crimen organizado.
Una gota que tal vez logre “derramar el vaso” del desengaño, pues aún para aquellos que apenas alcanzan un pequeño palmo de entendederas, se hizo evidente la cobarde falsedad con que se conduce el actual mandatario, ese demagogo que esgrimió en su larguísima campaña el amañado slogan de que combatiría la impunidad para acabar con la inseguridad en el país.
La contundencia de los hechos ha venido echando abajo su mañosa verborrea, cobijada por una cobarde legión de esbirros mediáticos de las “redes sociales”. Luego de tanta estupidez que viene ya grabando una seria crisis económica, con visos de un mayor empeoramiento en el futuro cercano; la cancelación de la magna obra aeroportuaria en Texcoco que pondría a México entre los países más avanzados; la imposición caprichosa de un aeropuerto patito, con el que por cierto ha querido comprar el ánimo de los militares, y dar gusto a un mediocre constructor; su ridículo sometimiento a las presiones de caprichosas turbas estudiantiles y de supuestos profesores, que bloqueando vías generales de comunicación, han provocado millonarias pérdidas para el país, no sólo en dinero contante y sonante, sino en la inseguridad con la que los inversionistas del mundo ven ahora a nuestro populista, aunque pintoresco país en “su” cuarta… transformación.
Sin embargo, hay que reconocer que la incertidumbre nos mantendrá un buen “rato” impacientes y expectantes, dada la inacabable vocación del “neroncito” que nos gobierna, para buscarle “mangas al chaleco” y meta otra vez la pata, voluntaria o involuntariamente, y nos siga acarreando males, aunque luego los vuelva, aderezados en su hábil demagogia “posverdadera”, en “aciertos”.
Y es que el futuro se lee muy poco promisorio. Ante complicidades tan malolientes como la conducta de un presunto delincuente con toga de juez, como lo es el ya tristemente célebre Felipe de Jesús Delgadillo Padierna, quien como instrumento de su venganza y la de su tía Dolores, tiene en la cárcel a Rosario Robles, imputada si, pero a la cual no sólo se le esta negando sus derechos, sino que se exhibe ahora una contumaz vinculación con las mafias delictivas de la ciudad de México, que no dejan muy bien parada a Claudia Sheinbaum, una de las “delfines” obradoristas de la futura lucha por la silla presidencial.
El juez en cuestión actúa con tal impunidad, que ha liberado a 31 de los 32 detenidos por las autoridades de seguridad de la ciudad de México en un operativo contra el crimen, que propinó un duro golpe al hampa con la que se logró no sólo la captura de delincuentes sino de pertrechos y drogas. Pues por sus pistolas el leguleyo con poder los dejó ir… ¡esas son acciones de impunidad!
Su presidente tal vez puso el ejemplo, pues el mismo López Obrador reconoció que solo pudo seguir con su capricho de la construcción del aeropuerto en la base aérea militar de Santa Lucia, al declarar, como es su potestad, “causa de utilidad pública” la construcción de ese aeropuerto, y de no haber sido así, no habría podido continuar con lo que está llamado a ser otro rotundo fracaso de esta mal llamada “cuarta transformación”.
La pifia del operativo pseudo militar del ahora histórico 17 de octubre de este 2019, ha creado ya un verdadero sisma, en el que por primera vez, el presidente pierde sus casillas de manera visible, y se lanza contra la prensa inteligente, la prensa crítica, a la cual ha etiquetado como derechistas reaccionarios, ex siervos de regímenes pasados a quienes, “aunque no les gusta, -ha dicho-, les está poniendo bozal”.
López Obrador, por su arrogancia, su desquiciado anhelo de poder y un innegable talento empático para seducir a la parte más estúpida de la masa, no ha querido darse cuenta de que el atropello a la inteligencia, a los valores alcanzados penosamente en el pasado y el agravio a la ciudadanía vacunada contra los fanatismos de una política neopopulista, están llegando más pronto de lo calculado, a un hartazgo cívico atentatorio, ese sí, de la seguridad nacional.
Una seguridad nacional más huérfana hoy que nunca; cogida “del desagüe” por una serie de guerrillas, promovidas por pandilleros, narcotraficantes, polleros, contrabandistas, asaltantes, homicidas, guachicoleros, seudoestudiantes variopintos, maestrines ácratas, y los camaleónicos grupúsculos de políticos saltimbanquis que hoy forman parte del elenco de esa mascarada que han dado en llamar “la cuarta transformación”.
La vergüenza es mayúscula, casi a la par con el cinismo y cara dura de miembros de un “gabinete” de marionetas, de entre las que hemos de destacar a la Secretaria de Gobernación, cuya titular, una otrora afamada jurisperita; hija de un habilidoso Notario Público que amasó una inmensa fortuna desde ese cargo, actividad sobre la que pende la sospecha de ser una tarea que se liga a “soto voce” como algunos de los principales cómplices de los delincuentes de “cuello blanco”.
Pero la secretaria de Gobernación que figura como poco menos que un espantapájaros en medio de un huero matorral, no es la única; lanzando la piedra y escondiendo la mano, desde la Secretaría de Relaciones Exteriores, un Marcelo Ebrard que no tiene empacho en salir a escena cuando le conviene y lleva agua a su molino, pero que no da la cara para aclarar, por ejemplo, qué tanto tiene que ver él y la dependencia a su cargo, en los operativos para la captura de los “chapillos”, qué compromisos hay con Washington…
Disfrazado con salea de cordero, Esteban Moctezuma guarda celosamente sus canicas para el juego electoral sucesorio, pero que no deja de ser, por lo menos, testigo de cargo en el crimen que se comete contra las futuras generaciones, sin defensa ante la impune ilegalidad de los maestros controlados por la CENTE.
López Obrador se ha convertido no sólo en cómplice y testigo de cargo en la comisión de delitos cometidos contra la sociedad y el endeble orden jurídico de un país en formación como el nuestro: Ha emasculado impunemente a las fuerzas armadas del ejército y la marina que, según la teoría del estado, deberían ser las únicas autorizadas para el ejercicio de la fuerza, en contra de quienes ponen en peligro a la nación.
Toda su actuación hasta el día de hoy nos hace presumir que este mesiánico personaje, o cuenta con algún interés no confesable, o es peligrosamente bruto. Su evidente actuación facciosa y clientelar hace prever que el desorden, la inseguridad, la impunidad y el desmembramiento del régimen de derecho seguirán al alza mientras la economía y la paz social, se deslizan alarmante- mente hacia el despeñadero.
Uno se pregunta, ¿Cuál es el verdadero inte- rés de López Obrador para reforzar la conducta delincuencial? No lo sé, pero pudiera irse formando una hipótesis: Que está dando forma al “tigre” con el que enfrentará a la oposición a la hora de imponer su capricho -otro más- de continuismo a la hora del cambio de mando con la banda de presidente de la República.
Los actos malogrados -deliberada o fortuita- mente, no se sabe aún, en contra de todo aquello que prometió acabar durante sus casi 16 años de campaña, tales como la corrupción, la impunidad, la injusticia, y la delincuencia organizada o desorganizada, no habían causado tanta duda, angustia y desconfianza como cuando puso de rodillas al Ejército Mexicano y la ley, ante el ahora más fuerte grupo de poder, la delincuencia organizada, sobre todo del narcotráfico.
Los hijos de “El Chapo” Guzmán, le pusieron “el cascabel al gato”, a ese felino que aun lucha con perversa astucia para crear un feroz tigre a su servicio. El tiempo y la verdad de la justicia dirán en su momento si no todo queda en un “tigre de papel” o tal vez en un huidizo “gatito”. El tiempo nos dirá si los vencidos de hoy logran una reivindicadora victoria.
Por lo pronto, esos “vencidos” miran sesgadamente las encarnizadas luchas de las barrocas hordas de la masa morenista que se disputan, cualquier pedazo de poder para medrar y revertir su ancestral mediocridad.
Ese tiene que ser otro capítulo de esta abstrusa tragedia de nuestra política a la mexicana: La estratégica distancia que mantienen las fuerzas de oposición, tanto del ámbito político como fuera de él.