Jesús M. Moreno Mejía.
“No sé cómo morirá la democracia, pero de seguro será de vieja.”
Clemente Metternich.
La democracia moderna se le ubica entre los siglos XVII y XXI, si bien dicho sistema político ya era conocido desde la antigüedad, en especial en Atenas y Roma, identificándose como “el poder del pueblo”.
En consecuencia, la democracia ya tiene su tiempo en la vida común del ser humano, independientemente de la cultura que se trate, e incluso sosteniéndose frente a la monarquía, como ocurre actualmente en Europa, o sea en forma mixta en España, Gran Bretaña, Holanda, por ejemplo.
Sin embargo, la democracia moderna se pone en entredicho hoy en día, al grado de llegarse a preguntar si se trata de una forma de Estado, una forma de vida, o incluso una instancia de poder, pues hay regímenes anti democráticos que se revisten de legitimidad a través de la democracia a fin del logro de sus reales propósitos.
Pero también hay quien se preguntan si es necesaria una redefinición del sistema democrático, o bien desaparecerlo para dar paso a uno nuevo, si bien esto implicaría además un nuevo modelo económico a nivel mundial, lo cual resulta suma- mente complicado.
Clemente Wenceslao Lotario de Metternich, diplomático, político y estadista austriaco del siglo XVIII, decía: “No sé cómo morirá la democracia pero seguro morirá de vieja”, adelantándose a su época.
René Delgado, analista político mexicano, señalaba tajantemente en reciente artículo editorial: “¡Qué cosa! El régimen democrático y el modelo económico se cimbran, tambalean o debilitan en América y Europa, y aquí poca atención se presta al significado y tamaño del acontecimiento”.
Añade que en nuestra patria, “entre tropie- zos y zancadillas, México se adentra en un laberinto” al que no se le ve salida, pues existe un escenario económico, social, criminal y político cada vez más complejo.
Y es que a lo anterior, hay que añadir la acción de bandos en pugna, dentro y fuera del poder, que ven el escenario político como si se tratara de un concurso en el que nadie podrá considerarse ganador, pues la nación está prácticamente fracturada, donde nadie actúa con serenidad.
Si otras naciones están igual o peor, de nada sirve tener satisfacción de que estamos “menos mal” que Chile, Brasil o de otro país de Europa o de otra parte del mundo.
Aquí tenemos a partidos políticos que otrora eran los principales (PRI y PAN), en franco proceso de desquebrajamiento, cayéndose en pedazos, y el otro en pleno marasmo o retroceso; incluso Morena, al que el poder lo ha mareado en su ambición por el control de ese movimiento político, no se le ve futuro promisorio.
Hasta el Instituto Nacional Electoral (INE), hace todo lo posible para asegurar y defender su prevalencia, presupuesto y condición de órgano autónomo de mil maneras (sobre todo políticas), en lugar de recalibrar su costo y función, como acertadamente señala René Delgado, para concluir que “tal es la situación de los supuestos pilares de la democracia”.
Según Aristóteles, nos dice Luis Alberto Vázquez, la prudencia es la virtud que se ocupa de todo lo relacionado con la vida humana… resultado del razonamiento inductivo y al mismo tiempo deductivo… sin embargo, trágicamente la generalidad de la gente piensa que es una cualidad propia de los administradores y de los políticos, lo que dista mucho de ser verdad.
Estamos viendo hoy en día, tanto en México como en el mundo, que la prudencia es lo que menos utilizan los gobernantes y los grupos que actúan a su favor, así como sus detractores, quienes intentan convencer a la ciudadanía a través de mensajes pronunciados en público, o mediante redes sociales, intentan culpar a quienes no les son afines a su manera de pensar, generando todo tipo de falacias.
Por lo que hace a la violencia, ésta es generalizada en la mayor parte del planeta y es atribuible a fines muy diversos, pues en cada lugar hay un motivo muy distinto a otras regiones o naciones; así, por ejemplo, en México es el control del mercado de las drogas, la trata, etc., y en Chile la situación socio-económica, problema que aquí también tenemos, pero no igual.
Lo que si se denota en la mayor parte del mundo, son los signos del agotamiento del modelo neoliberal, al encenderse focos de inestabilidad económica, política y social en diferentes países, dada la incompetencia de los líderes mundiales y locales.
Pero… de todo lo anterior, usted, amable lector ¿qué piensa?
¡Hasta la próxima!