Mis sexenios (18)

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José Guadalupe Robledo Guerrero.

Segundo tercio del delasfuentismo

El año de 1983 fue cuando se crearon las condiciones políticas que definirían el inicio del segundo tercio del sexenio delasfuentista. Por eso es necesario hacer una recuento de los principales eventos que propiciaron lo que sucedió.

Dos días después de que Villegas Rico mandara tapizar el centro de Saltillo -y los muros del Palacio de Gobierno- con un telegrama de 1973, donde los universitarios exigían al gobernador que los funcionarios sacaran las manos de la Universi- dad, en mi columna del Sol del Norte denunciaba el peligroso juego del Rector. Ese día, 15 de septiembre, doña Elsa Hernández (esposa del gobernador) me invitó al convivio del Grito de la Independencia -que se hacía en el patio del Palacio de Gobierno luego de la ceremonia-, con “la crema y nata” de la política y del sector empresarial. Ante la insistencia de la señora, asistí a ese acto de simulación e hipocresía. Fue mi debut y despedida.

Cuando la hipocrecia estaba en su climax Mario Eulalio Gutiérrez Talamás dijo una frase de los políticos aldeanos: “Es un honor colaborar al lado del gobernador”.

Llegué al evento con la única intención de saludar a doña Elsa y retirarme. Los grupos estaban aglutinados en torno a sus jefes y patrones. No localicé a doña Elsa y decidí abandonar el lugar. A la salida me topé con el gobernador José de las Fuentes Rodríguez (JFR) que se escontraba rodeado de sus principales colaboradores. Al verme me saludó con sobrada deferencia. Todas las miradas estaban puestas en aquel simulacro de amistad. Mi invisibilidad se había materializado.

De las Fuentes me tomó del brazo y por una hora me paseó por los pasillos de Palacio. La plática fue insustancial, pero antes de finalizar el tour, el gobernador me contó una anécdota de su juventud. Según él, en cierta ocasión se encontró con dos amigos de parrandas que comenzaron a insultarlo porque se había hecho novio de la hermana de uno de ellos. “Me recibieron con mentadas de madre, los quise hacer entrar en razón, pero uno me tiró un chingadazo y el otro se me vino encima. No tuve más remedio que defenderme, y les puse una madriza que nunca olvidaron”.
Entendí el mensaje. Luego me hizo una invitación: “Lo espero en mi casa el sábado”. Acudí a la cita, y JFR preguntó: ¿Qué dicen en la Universidad? Le respondí: -No hay duda de que Jaime Martínez Veloz “Jimmy” y Armando Fuentes Aguirre “Catón” se inscribirán como candidatos a la Rectoría para competir con el elegido de Villegas Rico: su concuño Valeriano Valdés Valdés.

¿Cómo están las fuerzas?, preguntó. Le contesté: -“Catón” y “Jimmy” tienen prestigio en las bases más politizadas. Villegas controla la estructura, el presupuesto y los porros. ¿Qué le recomendaría al gobernador?, cuestionó. Le dije lo que pensaba: -Lo importante es que usted no intervenga en la sucesión rectoral, que permita que sean los propios universitarios los que decidan. Nos despedimos, pero ese día supe que JFR dejaría correr la sucesión rectoral sin meter las manos.

Al día siguiente, denunciaba los intereses económicos y políticos que movían a los grupúsculos que giraban en torno a Vanguardia. Un día después recibí una llamada de Heriberto Fuentes Canales, quien me solicitaba que renunciara a mi empleo en la UAC y a cambio me aseguraba que recibiría una liquidación diez mayor a la que legalmente me correspondía. Me negué a renunciar, pues me pareció una trampa para desautorizar mis escritos periodísticos. Un día después, Villegas Rico me despedía sin indemnización alguna.

En su Segundo Informe de Gobierno, JFR enfatizó su respeto por la Autonomía Universitaria. Por otra parte, los acontecimientos habían modificado los planes de Villegas: La destitución o renuncia de JFR ya no era el objetivo principal, había decidido entregar la Rectoría a uno de sus incondicionales para seguir controlando la UAC, mientras él buscaría la Alcaldía de Saltillo, y de allí a la gubernatura sólo era cuestión de tiempo.
Para apoderarse de la Alcaldía saltillense, los grupos tenían sus candidatos: De las Fuentes quería a Carlos de la Peña; Vanguardia jugaba con Óscar Villegas y Jorge Masso; los empresarios encarrilaban a Miguel Arizpe, Virgilio Verduzco y Rosendo Villarreal; Mario Eulalio tenía a Manuel Boone. Y para diputados locales y federales era lo mismo, los grupos exhibían a sus candidatos.

Con estas condiciones comenzó el segundo tercio del sexenio delasfuentista. 1984 sería el año del movimiento Pro Dignificación de la UAC. Por eso “El Sol” destapó a Armando Fuentes Aguirre “Catón” y a Jaime Martínez Veloz “Jimmy” como precandidatos naturales a la Rectoría de la UAC.

Jaime se relacionó más con “El Sol” y “Catón” se dejó querer, pero nunca fue confiable. Adolfo Olmedo conocía sus historias traicioneras, y las comprobó cuando antes de las elecciones universitarias “Catón” renunció a “El Sol”, para irse a Vanguardia con el pretexto de que Armando Castilla no le pusiera obstáculos a su aspiración.

La situación del gobernador ya era otra: dejó de ser el “borrachín” y “El inepto” a quien nadie respetaba, y empezaba a ser llamado “Señor Gobernador” por sus enemigos. La hipocrecia estaba en su clímax, y “El Diablo” organizó un “reconocimiento” a Nazario Ortiz Garza, mejor dicho al periódico “El Universal”, y elogió la obra de Mario Eulalio Gutiérrez en su Segundo Informe municipal. El Alcalde saltillense no se quedó atrás en el torneo de halagos mutuos, y dijo una frase que parecía el sentir de los políticos aldeanos que hacía poco conspiraban contra JFR: “Es un honor colaborar al lado del gobernador”.

A principios de diciembre, enloquecido por las críticas y la rebelión universitaria, Villegas ordenó la expulsión de cuatro líderes estudiantiles del Ateneo Fuente. El operador de la represión fue el dentista Jaime Valdés, hermano de Valeriano y entonces director del Ateneo. Los hermanos Valdés Valdés eran la familia feliz de la UAC: Valeriano era profesor de Leyes, Francisco Javier tesorero universitario, Sergio cobraba como Administrador del HUS y Jaime fue habilitado como Director del Ateneo Fuente.
Días después, Villegas organizaba un desayuno para otorgarle un reconocimiento universitario al “Diablo”. 

Para “El Sol del Norte” las cosas no eran muy cómodas. Durante los últimos meses de 1983 y los primeros de 1984 tuvimos respuestas. Villegas mandó a amedrentar al “Sol”, a su Director Adolfo Olmedo y mí que señalaba sus corruptelas. En tres ocasiones tuvimos frente al edificio del periódico al Consejo Universitario en Pleno, acompañado de los dirigentes del STUAC, de los directores de las escuelas y de los principales funcionarios universitarios, exigiendo a gritos que “cesaran los ataques contra la UAC y el Señor Rector”. Estas amenazantes movilizaciones las comandó Enriqueta de Alba, quien 20 años después se disfrazaría de “moreirista” de hueso colorado.

También hubo agresiones físicas al edificio de “El Sol”, mismas que Villegas Rico tuvo que subsanar y personalmente pedirle disculpas al Director. Olmedo nunca cedió a las presiones. 

De aquella agitada época, el compañero reportero, Daniel Valdés “El Novillo”, me comentó una anécdota que vivió como estudiante del Ateneo Fuente. Resulta que cierto día por órdenes del Director, suspendieron las clases y llevaron a los preparatorianos hasta el Palacio de Gobierno, en donde comenzaron a gritar la consigna que les habían dado los promotores de la protesta: “Robledo, Robledo te la vamos a hacer de pedo”. Los estudiantes creían que yo laboraba en el gobierno y querían presionar a De las Fuentes.

Al comenzar el segundo trienio delasfuentista, en enero de 1984, se publicó en “El Sol” una larga entrevista que le hice a Óscar Flores Tapia. Era la primera entrevista que concedía OFT después de su renuncia. En ella el ex gobernador se molestó con algunas preguntas. En esa entrevista Flores Tapia defendió su error de haber impuesto como Rector a Villegas Rico, según él, porque era el único que llenaba los requisitos, pero fue importante que OFT apareciera en el escenario público. Ese fue el inicio de su rehabilitación política.

Un año antes me había relacionado con Óscar Flores Tapia. En aquella ocasión, a petición de OFT, Elías Cárdenas Márquez me invitó a conocerlo. Acepté por curiosidad, pues alguien me había dicho que estaba al borde del suicidio.

La cita fue en su casa a las ocho de la mañana. Nos recibió en su biblioteca, estaba revisando un texto, y mirando por encima de sus gafas me preguntó: “Así que tú eres Robledo”. Si, le contesté. De esa manera OFT inició una plática que duró 15 años, hasta meses antes de morir.

En nuestra primera charla, Flores Tapia me puso al tanto de su proyecto de escribir cinco libros en respuesta “a la infamia que López Portillo cometió en mi contra”. De ese proyecto editorial, sólo dos libros salieron a la luz pública: “López Portillo y Yo” y “El Señor Gobernador”.

Me encontré con un hombre decidido a contar su verdad como mejor sabía hacerlo: escribiendo. El supuesto suicida era un hombre solo en la adversidad, abandonado por sus beneficiarios que habían sido presas de su “condición humana”, así le llamaba OFT a las traiciones e ingratitudes de sus “amigos”. Le angustiaba el juicio de la historia, por eso quería desmentir a sus acusadores. Algún día me dijo: “El que diga que no tiene defectos, que se los busque porque si no los tiene, no es humano”.
Flores Tapia era autodidacta, culto, historiador, escritor, periodista, masón, político, pero tenía querencia por los halagos que en política son falsos.

En febrero de 1984, Adolfo Olmedo y yo fuimos invitados a un desayuno por el Alcalde Mario Eulalio Gutiérrez Talamás en el restaurante “La Casa Vieja”, con otros dos invitados: Pedro Fuentes Reyna (Diputado y Presidente del Congreso) y Francisco Javier Duarte Villegas (Primer Regidor del Ayuntamiento de Saltillo). 

El sitio estaba a reventar, y apenas nos ser- vían nuestra primera taza de café, cuando el Tesorero estatal, Humberto Acosta Orozco, que se encontraba con dos empleados, se acercó a nuestra mesa a reclamar mis “ataques” periodísticos. No le contesté, y finalmente Acosta se percató que estaba haciendo el ridículo y abandonó el lugar.

Mis “ataques” a Humberto Acosta Orozco se relacionaban con la forma en que manejaba el presupuesto estatal y con la historia de su deshonestidad.

En la noche, el gobernador me invitó a su despacho. Seguramente creyó que me iba a quejar del exabrupto de su tesorero, pero nada le dije y preguntó: “Es cierto que se agarró a chingadazos con Acosta”. –No, le respondí, y sin darle importancia al asunto le relaté lo sucedido.

Al día siguiente, algunos periódicos del estado daban su versión del caso. A sugerencia de Olmedo, días después comenté el incidente en mi columna, calificando de grave error la actitud del Tesorero. Mis “ataques” se relacionaban con la forma en que manejaba el presupuesto estatal. Humberto Acosta financiaba a Vanguardia, y la historia de su deshonestidad era muy conocida.

Acosta se había asociado con Armando Castilla para construir casas “Mecano”, palomares prefabricados con moldes para los burócratas en Lomas de Lourdes. “El Sol” criticó estos negocios, y Acosta, igual que Villegas, envió a un grupo de burócratas a amedrentar a “El Sol”. No lo logró.

Por esos meses, Gerardo Amaya -un joven amigo- me dijo que el Subsecretario A de Gobernación, Jesús Roberto Dávila Narro, le pidió que me dijera que el día que yo fuera a la Ciudad de México, no dejara de visitarlo para saludarnos.

Sabía que Dávila Narro no simpatizaba con Villegas Rico ni con “El Diablo”. Días después me anuncié con su secretario particular, Francisco Niebla Vargas, en el edificio de Gobernación.

Dávila Narro me recibió, y por él supe que todos los organismos empresariales de Coahuila le habían enviado una carta acusándome de querer imponer la ideología comunista ¡en Saltillo! Me reí y le entregué una copia de mis artículos “Para que constate que solo he señalado la corrupción en las instituciones coahuilenses”. -Ya lo sé, me dijo, he seguido con atención a “El Sol del Norte”. Soy coahuilense, y me interesa mi estado.
Me mostró el documento empresarial que firmaban todos los “notables” de Coahuila. Después de un par de horas me despedí y abandoné la oficina del Subsecretario A de Gobernación. Dávila Narro me despidió diciendo: “No se preocupe, considereme su amigo y vuelva pronto”.

Cuando retorné a Saltillo, puse al tanto a Olmedo, que se rió al saber que nos habían acusado de querer llevar al comunismo a ¡Saltillo!

“El Diablo” ya sabía de mi entrevista con Dávila Narro y me invitó a su despacho. Quería saber lo qué había platicado con el Subsecretario ¿Qué dice nuestro amigo Dávila Narro?, preguntó. -Lo mandó saludar, fue lo único que se me ocurrió contestarle. Nunca mencionamos al gobernador.
El 9 de marzo, “Catón” anunciaba su candidatura a la Rectoría. Tres días después, el Rector “destapaba” a su candidato: Valeriano Valdés. 48 horas después se registrarían los tres candidatos: Valeriano Valdés Valdés, Armando Fuentes Aguirre “Catón” y Jaime Martínez Veloz “Jimmy”.

A mediados de marzo, “Catón” inició su campaña en Torreón, en donde fue recibido por los porros que le impidieron el acceso a la escuela de Odontología. No visitó las escuelas, porque el Rector suspendió las clases, amenazando con expulsar a los alumnos que se acercan a “Catón”. 

A Jaime Martínez Veloz le sucedió lo mismo, los porros lo agredieron en Torreón para que no tuviera contacto con los estudiantes, pero se excedieron: el 21 de marzo, una centena de porros llegó hasta el domicilio de la madre de “Jimmy”, la estrujaron y golpearon a un grupo de muchachos universitarios que se encontran en su casa.

El 27 de marzo, las elecciones se llevaron a cabo en un ambiente de represión, porrismo, intimidación, violencia y fraudulentas acciones. Lo que vendría después sería el inicio formal del Movimiento Pro Dignificación de la UAC…

(Continuará).
Movimiento Pro Dignificación de la UAC…