Samuel Cepeda Tovar.
Tuve la oportunidad antes de que terminara el año 2019, de asistir a una conferencia con temática que lamentablemente está en boga: la violencia contra la mujer. La conferenciante, la Dra. Ana Alicia Elena Pérez Duarte y Noroña, catedrática investigadora del instituto de investigaciones jurídicas de la UNAM tuvo a bien disertar sobre el tema ante un grupo de directores y funcionarios de la UAdeC, quienes en su mayoría conformábamos el género masculino.
El radicalismo no necesariamente se muestra con violencia; una postura recalcitrante y agresiva es igual de perniciosa que la violencia física; en lo personal, nunca había conocido a una feminista tan agresiva, pues la conclusión final de la conferencia fue que violadores somos todos los hombres, sin excepciones, sin cortapisas, que en todo caso que involucre una acusación femenina contra un hombre, es válida sin cuestionamiento alguno. Todos somos culpables ante el señalamiento femenino y los abusos solo son en la orientación de hombre a mujer, jamás al revés.
Entiendo la postura de la ex magistrada, entiendo la crisis por la cual atraviesan las mujeres en nuestro país; pero nunca el radicalismo será la solución a las crisis sociales. En lo personal, siempre he sostenido que la mujer como especie es superior al hombre, que son más inteligentes que nosotros, y que si la historia está plagada de hombres sobresalientes, lo es porque tuvieron a grandes mujeres que los impulsaron y que la aparición escasa de estas últimas en la historia no fue por falta de capacidad, sino por el histórico papel de sojuzgamiento de la cual han sido víctimas a través de la historia por el patriarcado y por lo que yo considero han sido los “roles predeterminados”, aquellos papeles que le han sido adjudicados a la mujer solo por el hecho de ser féminas: atender a los hijos, preparar los alimentos, hacer las tareas de limpieza en el hogar, etc.
No me pareció, en lo personal, que la doctora Pérez Duarte criticara a las mujeres presentes por el hecho de maquillarse, de usar faldas, de ser parte de un estereotipo impuesto el cual las volvía sumisas al sistema patriarcal; lo cual es completamente falso, creo que cada mujer tiene el derecho de invertir en ella tiempo para maquillarse, para lucir bien, lo cual las hace sentir seguras, confiadas, fuertes, y eso es una cuestión muy personal; es cierto que hay actitudes, y es lo único que comparto con la conferenciante, que hacen que la mujer sea sumisa, la doctora lo denominó “pertenencia al hombre”; y es cierto, mi esposa no es de mi pertenencia, está casada conmigo por convicción, bajo un contrato civil para darle legalidad a una familia, por eso me parece absurdo que las mujeres supriman el apellido de sus madres por el apellido del marido con el prefijo “de”, lo cual ciertamente las vuelve pertenencia del hombre. Blanca Hidrogo de Cepeda, yo jamás lo permitiría, pues abonaría a la sumisión de la mujer; tampoco me parece que deba ser obligatorio que el primer apellido de los hijos debiera ser el del padre, en lo personal estaría dispuesto a renunciar a ese designio patriarcal.
En fin, considero que el tema es grave, la mujer requiere de un andamiaje legal eficaz que la proteja realmente, pero también requiere que en los hogares se empiecen a romper estos roles predeterminados y equilibrar las labores y que los hijos crezcan con estas enseñanzas de igualdad y equidad entre mujeres y hombres. Lavar los trastes, bañar a lo hijos, no tiene porque ser una tarea taxativa al género femenino. Por ahí empecemos alejados totalmente de posturas radicales que solo exacerban el problema y polarizan a la sociedad.
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