Fragmentados

0
702

Luis Eduardo Enciso Canales.

“Pienso que todos estamos ciegos.
Somos ciegos que pueden ver, pero que no miran.”
José Saramago

Estamos recién iniciando un nuevo año y comienza a quedar atrás los días de la exaltación por los buenos deseos, la unidad y la buena vibra para pasar de lleno a la implacable realidad de este nuestro México contemporáneo, pero hoy la realidad también ha dejado atrás las épocas en que los países eran islas que hasta cierto punto tenían algo de independientes, en el contexto actual la globalización acompañada del inconmensurable alcance de las redes sociales nos han interconectado de una manera avasallante al grado de que la intimidad colectiva ha quedado expuesta de manera virulenta. Después de la Segunda Guerra Mundial, el mundo cambió radicalmente en muchos aspectos, la organización geoeconómica durante el periodo que abarcó 1945 hasta 1980 instauró la primera globalización con el propósito fundamental de abrir nuevos caminos de mercado impulsados por los estados centrales en países periféricos y semiperiféricos para así poder llegar a más lugares. Estados Unidos se consagró como el país más poderoso del mundo aunado al auge de la mercadotecnia y la publicidad, que no sólo permeó en las industrias nacientes que tenían la necesidad de ir más allá de solo vaciar los aparadores en los puntos de venta, la mercadotecnia y la publicidad llegaron a muchos otros sectores como a la política.

El desarrollo de las estrategias para comercializar productos y servicios permitió, de paso, por medio de la política, la masificación de las utopías y la diversificación de las esperanzas, hoy en día hay más asesores de comunicación, marketing y desarrollo de campañas electorales “que de gobierno propiamente dicho”. En gran medida el desgaste que ha sufrido la política se debe al mal uso que se ha hecho de ella haciéndola ver incluso, como una actividad para personas con poca inteligencia y con mucha ambición, por lo tanto su efecto es de corto alcance, oportunista, histriónica y que solo se modifica por un cálculo de conveniencia. Vacía de ideologías y carente de profundidad que pudiera dar rumbo y contenido al actuar político este quehacer se ha ido alejando de sus orígenes para llegar a lo que en la actualidad se define como “politiquería”. La Real Academia española define la politiquería como la acción de politiquear, es decir, intervenir en política, tratar la política con superficialidad o a la ligera y específicamente en México y América Latina es sinónimo de intriga y bajeza. Politiquero en nuestro medio es el comúnmente conocido como “grillo” que hace de la política una práctica despreciable y cargada de deshonestidad para satisfacer intereses propios o de grupo.

El engaño de la mano de la demagogia son hoy las mayores causas del desgaste de la clase política mexicana, que se conduce como una casta de comerciantes del dinero público que se dedican a administrar influencias, poder y privilegios para unos cuantos. El instrumento básico para la manipulación de la realidad es la manipulación de las palabras. Si alguien puede controlar el significado de las palabras, con la ayuda de los medios, puede controlar a la gente que utiliza esas palabras, es así que últimamente vemos relevos políticos embestidos de una nueva retórica y nada más, porque nada cambia, solo el discurso trasmuta. Escuchamos palabras como; “transformación”, “honestidad”, “primero los pobres”, etc. Palabras que obviamente no son nuevas pero son recuperadas por estrategas para re direccionarlas y darles nuevas connotaciones, lo mismo sucede en el lenguaje oficialista que de igual manera minimiza o subraya algo, como por ejemplo; “desaceleración económica” cuando se quieren eludir los términos recesión o crisis, “equidad o paridad de género” para no hablar de discriminación por sexo, o “capacidades diferentes” que regreso a ser “discapacidad” para no hablar de minusválidos, etc. El tema de fondo es que finalmente todo sigue igual, sigue habiendo discriminación, crisis y falta de atención a las personas discapacitadas. 

La perversión del lenguaje a través de eufemismos que disfrazan la realidad es constante en el ámbito político, social y por supuesto en el comercial. La historia nos ha dejado ejemplos de lo atroz que puede llegar a ser la cosmética lingüística. La ayuda de los medios a través de las redes sociales ha sido fundamental para lograr la simulación, los gobiernos sobre explotan en la red las muy pequeñas acciones de la administración publica, ya no existen las grandes obras de infraestructura, ni los grandes programas educativos, de salud, sociales, de vivienda, etc. Hoy con montar un escenario, revestirlo con discursos pletóricos de palabras que no sustentan pero si aderezan. Para hacer creer es necesario generar tácticas aplicables a cada sociedad. El lingüista y filósofo norteamericano, Noam Chomsky, generó un estudio en torno a la relación política-medios, para terminar enumerando los diez puntos estratégicos de manipulación que siguieron y siguen utilizando los líderes políticos de los siglos XX y XXI para resolver problemas sociales o lograr cumplir con los propósitos de “sus” agendas gubernamentales. Ese lenguaje y esos discursos nos han llevado al reduccionismo y por consecuencia a la fragmentación, ya no somos una sociedad homogénea con problemas comunes, ahora estamos divididos, desinformados y enajenados.

luis_enciso21@hotmail.com