José Guadalupe Robledo Guerrero.
El Movimiento Pro Dignificación de la UAC
Las elecciones para Rector de la UAC se realizaron el 27 de marzo de 1984. Pero antes de que se diera a conocer “la arrasadora victoria de Valeriano Valdés Valdés”, los candidatos opositores, Armando Fuentes Aguirre “Catón” y Jaime Martínez Veloz “Jimmy”, realizaron -en la explanada de Rectoría- una concentración de universitarios en donde plantearon su rechazo a la imposición villeguista y su indignación por el antidemocrático y violento proceso electoral, demandando que se anularan las elecciones.
El pliego petitorio del movimiento en ciernes se elaboró aquella noche: 1.- Convocar a nuevas elecciones con la supervisión de la ANUIES (Aso- ciación de universidades); 2.- Solicitar al gobierno federal una Auditoría contable y académica para la UAC, cuya solicitud fue entregada ese mismo día al Secretario de Programación y Presupuesto, Carlos Salinas de Gortari, que se encontraba en Saltillo en una misión oficial.
Con estas acciones, “Jimmy” y “Catón” desconocían los resultados electorales que le daban el triunfo al concuño de Villegas Rico: Valeriano Valdés, calificando de fraudulenta su elección como Rector. Ese día se convocó a una manifestatación que se realizó 24 horas después y a donde asistieron miles de universitarios y ciudadanos, legi- timando con su presencia el nacimiento del Movi- miento Pro Dignificación de la UAC, que desde ese momento cobraba notoriedad en Coahuila y amenazaba la tranquilidad villeguista soportada en la corrupción, la represión y el porrismo.
El Consejo Universitario de la UAC, controlado por Villegas, hizo oídos sordos a las protestas estudiantiles, y un día después le dio posesión a Valeriano Valdés como nuevo Rector. Al día siguiente hubo otra manifestación en donde “Jimmy” le dio su apoyo a “Catón” y decidieron bloquear las carreteras federales para presionar la solución de las demandas universitarias.
En medio de estas acciones masivas, Valeriano Valdés nombró como Secretario General de la UAC a Rodolfo Castro, ex Coordinador de la Unidad Torreón y uno de los dos manejadores de los porros laguneros, el otro era el Director de Planeación, Enrique Huber Lazo. En 24 horas se levantó el bloqueo de las carreteras ante el compro- miso de la ANUIES de enviar una comisión que evaluaría el proceso electoral de la UAC.
Sin proponérselo, Villegas Rico creó el problema universitario que sepultaría para siempre su sueño de convertirse en gobernador, debido a que no escuchó a los villeguistas que le propusieron negociar con sus opositores, tal fue el caso de su secretario particular Juan Antonio Silva Chacón.
Silva Chacón planteaba que Villegas debería sustraerse del conflicto, ayudar a la negociación con los opositores y dedicarse a su buscar la Alcaldía de Saltillo, para estar en una posición ventajosa a la hora de la decisión de la candidatura, pero no escuchó y utilizó a los porros para imponer a Valeriano. Y siguiendo con su táctica, Villegas inventó una federación de estudiantes, la FEUAC, manejajada por porros, con la intención de enfrentarla con los estudiantes del movimiento democratizador.
A principios de abril, mientras la comisión de la ANUIES dialogaba con Jimmy y Catón, el STUNAM (sindicato de la UNAM), dirigido por Evaristo Pérez Arreola, manifestaba su apoyo al Movimiento Pro Dignificación de la UAC.
Por su parte, el villeguismo se movilizó para presionar al gobernador. Con el pretexto de una supuesta balacera protagonizada por los simpatizantes de Jimmy-Catón en contra de los villeguistas, un grupo de simpatizantes de Valeriano, con él al frente, llegaron hasta el domicilio del gobernador de las Fuentes a proferir insultos. Luego se fueron al domicilio de subsecretario Rodrigo Sarmiento Valtier, para apedrear su casa e insultarlo. Al final de esa violenta noche, Rodolfo Castro, seguido de un grupo de porros, fueron a los medios de comunicación a repudiar la violencia.
El 4 de abril, por órdenes de Villegas, el dócil STUAC (sindicato de la UAC) suspendió las clases “ante la violencia que se vivía en la UAC”. Los estudiantes se opusieron a la suspensión de clases, y el Secretario General, Rodolfo Castro, solicitó la intervención de la policía en las escuelas para controlar la situación. No lograron presionar a José de las Fuentes, quien insistía en evadir su responsabilidad, y como respuesta les reiteró su respeto a la autonomía universitaria, y a su manera les sugirió que si no podían manejar la UAC, buscaran otra alternativa.
Por su parte, Jimmy y Catón se reunieron con el gobernador para informarle de la situación y reiterarle su rechazo a la violencia. Los líderes de los comerciantes de la CANACO, afines al periódico Vanguardia y a Villegas, insistieron en exigir que se restableciera la paz y el orden.
El 10 de abril se realizó un mitín en la Plaza de Armas donde se decidió iniciar una marcha a pie a la ciudad de México integrada por estudiantes, profesores y ciudadanos para entrevistarse con el Presidente de la República y conseguir respuesta a las demandas planteadas. La marcha sería encabezada por Catón y Jimmy, y según cálculos duraría un mes, iniciándose al día siguiente, el 11 de abril.
Mientras tanto, los porros continuaron agrediendo a los universitarios disidentes, y aparecieron las armas de fuego para infundir miedo. Enmedio de las agresiones, el movimiento antivilleguista decidió bloquear nuevamente las carreteras.
Para el 20 de abril, 350 marchistas seguían su camino a México, habían recorrido 155 kilómetros, recibiendo solidaridad, simpatía y bendiciones en los ejidos y poblados rurales. Los marchistas ya sufrían los estragos de la caminata: ampollas en los pies, quemaduras del sol, dolores muscula- lares. Pero siguieron adelante.
Por esos días, un grupo de mujeres manipuladas que se unieron como madres de marchistas, llegaron a la oficina del gobernador en el Palacio de Gobierno para exigir que se resolviera el conflicto universitario, y allí se quedaron hasta no ser atendidas por José de las Fuentes. Se tomó la oficina gubernamental con la intención de devolver el problema al gobernador antes de que los marchistas llegaran al Distrito Federal. JFR, muy a su estilo, eludió a la comisión de madres, argumentando que Valeriano Valdés se negaba a obedecerlo, lo cual era cierto, pero no les dio la cara.
Toda esa noche, el grupo de madres se quedó dentro de Palacio de Gobierno, y sin medir las consecuencias, al día siguiente por instrucciones del subsecretario Rodrigo Sarmiento serían desalojadas por priistas de las colonias armados con palos. Para evitar el violento desalojo, hablé con Catón porque sabía de su relación con ellas y le dije lo peligroso de la situación. Catón convenció a las señoras de que abandonaran la oficina del gobernador. Siempre creí que Catón y el PAN nunca estuvieron al margen de esa temeraria acción.
Días después de este incidente, sucedió una tragedia: el homicidio de Juan Fernando Gallegos Monsiváis, “Kalimán”, quien fue baleado por un viajero molesto que para evadir el bloqueo parcial de la carretera que hacían los marchistas para transitar con seguridad, bajó su vehículo de la cinta asfáltica y al intentar detenerlo les disparó matando a “Kalimán, según él por el terror que le infundieron. El asesino era un ex guarura del ex presidente José López Portillo de nombre Ángel Alvaro Peña, convertido en ganadero.
La muerte de “Kalimán” radicalizó a ciertos grupos universitarios. La desidia de José de las Fuentes indignaba. Por eso un centenar de estudiantes de Ciencias Químicas, comandados por Ramón Castillo, fueron al Palacio de Gobierno para exigirle al gobernador su inmediata intervención en el conflicto, y a gritos pedían hablar con el gobernador. Contrariado y angustiado, JFR bajó al patio a dialogar con los universitarios.
Luego de escucharlos, para evadir el problema, el gobernador les dijo: “Cuál conflicto hay en la Universidad. Yo paso todos los días por la Recto- ría y ésta se encuentra laborando normalmente. No intervendré, porque soy respetuoso de la Autonomía Universitaria”. JFR ya no habló más.
Luego de analizar las evasivas palabras del gobernador se llegó a una conclusión: si De las Fuentes dice que no hay conflicto en la UAC porque la Rectoría sigue trabajando normalmente, entonces hay que tomar la Rectoría para que se dé cuenta del conflicto.
A mediodía del 29 de abril, un grueso grupo de universitarios -sin violencia- se apoderaron de Rectoría. Desde ese momento, el emblemático edificio sería el bastión del Movimiento Pro Dignificación de la UAC, mientras la marcha continuaba.
Luego de la toma de Rectoría, los estudian- tes se apoderaron en Saltillo del Ateneo Fuente, Ciencias de la Comunicación, Ciencias Químicas, Arquitectura, Economía, y de la Coordinación de la Unidad Torreón; así fue como en la escuela de Sistemas, que fuera el centro de operaciones de la campaña de Valeriano Valdés, se descubrió un arsenal de armas de fuego: siete rifles, 8 pistolas y un sinnúmero de balas útiles.
En respuesta Villegas desató la violencia en Torreón, en donde hubo enfrentamientos a tiros, con saldo de tres jóvenes heridos de bala y uno quemado por una bomba molotov. Por otra parte Villegas le exigía al gobernador, a través de patiños, su intervención “para que la paz, la tranquilidad y el orden regresen a la Universidad”. También los organismos empresariales, sindicales, sociales y culturales de Coahuila (todos aliados villeguistas) se manifestaron en favor de que el gobierno estatal solucionara el conflicto. Pero la solución al problema requería de la renuncia de Valeriano Valdés.
Valeriano Valdés, apoyado por Villegas Rico, se negaba a negociar y a renunciar, ensoberbecido ni le contestaba el teléfono al gobernador. Sin embargo, desde la ciudad de México llegó la orden de arreglar el conflicto universitario.
Para cumplir las “órdenes superiores”, JFR logró reunir a las partes en conflicto. El gobernador nombró a Alfonso Cerpa Salcedo, entonces Director de Productividad Rural, como conciliador y representante gubernamental en las pláticas. Por parte del grupo villeguista fueron: Valeriano Valdés y Rodolfo Castro; por el Movimiento Pro Dignifica- ción de la UAC estuvieron Armando Fuentes Aguirre “Catón” y Jaime Martínez Veloz “Jimmy”.
Siete días después de iniciadas las pláticas, los marchistas llegaron a la ciudad de México y fueron recibidos por el Subsecretario B de la Secretaría de Gobernación.
José de las Fuentes escogió como solución el antecedente del Movimiento por la Autonomía Universitaria: nombrar al Secretario General de la UAC como Encargado del Despacho de la Recto- ría, para que desempeñara las funciones de Rector mientras volvía la calma a la Universidad. Eso requería que Valeriano Valdés y Rodolfo Castro renunciaran a sus cargos, para nombrar a alguien que aceptaran las partes en conflicto.
Pero Valeriano y Castro se negaban a renunciar y no le daban seriedad a la comisión concilia- dora. Ni siquiera tomaban en serio la intervención del gobernador.
Por esos días, JFR me invitó a platicar a su despacho y preguntó a bocajarro: ¿Cual es su candidato a la Rectoría? -Ninguno, le respondí, porque esa decisión no está a mi alcance.
Luego sacó de su escritorio una lista con nombres al tiempo que me decía “Esa lista me la dio nuestro mutuo amigo, el Secretario de Gobierno Enrique Martínez”, y preguntó: “Dígame cuál de estos es el más adecuado para que se encargue del Despacho del Rector”. No leí la lista, pero mientras estuvo el escrito encima del escritorio me percaté que la lista era de 20 prospectos, y comenzaba con José Fuentes García.
José de las Fuentes insistió: “Deme su opinión”. -Solo puedo decirle, contesté, algunas de las características que debe reunir el que usted elija: 1.- Debe ser un universitario que acepten las partes en conflicto. 2.- Debe saber que no se va a quedar como Rector, que se encargará de Rectoría hasta que la tranquilidad retorne la Universidad para que convoque a elecciones. 3.- Debe ser su amigo, para que haga lo acordado.
En eso estábamos cuando se abrió la puerta del despacho gubernamental y apareció Jesús Ochoa Ruesga, entonces Director del Instituto Estatal de la Vivienda, con unos planos enrollados en las manos, y al darse cuenta de mi presencia dijo: “disculpe no sabía que estaba ocupado”. -No te vayas, le dijo el gobernador, para irnos a comer, necesito hablar contigo. Cuando Ochoa Ruesga salió del despacho, el gobernador lanzó su última pregunta: ¿Cómo ve, éste cumplirá con los requisitos? -No sé, le respondí, usted lo sabe mejor, porque es su amigo. Nos despedimos.
Me extrañó que el gobernador nada dijo de la negativa a renunciar de Valeriano y Castro. Pero supuse que JFR ya sabía cómo hacerlos renunciar, por ello estaba recolectando opiniones, pues segura- mente otros grupos y funcionarios querían imponer a su candidato. Por otro lado, supuse que el gobernador me había mandado llamar para que mencionara en mi columna a los prospectos al interinato rectoral que tenía en su escritorio. Nada informé de la lista, pero me involucré en el juego, mencionando en mi columna del 17 de mayo, fecha en que se informó de la renuncia de Valeriano Valdés y Rodolfo Castro, a Jesús Ochoa Ruesga como el virtual Secretario General de la UAC que se encargaría del Despacho de Rectoría. Días después los hechos le darían la razón a mi escrito periodístico.
Una duda me quedaba: ¿Cómo le había hecho el gobernador para convencer a Valeriano Valdés y a Rodolfo Castro que renunciaran a sus cargos para poner a otro en su lugar? ¿Qué les había ofrecido JFR a los que no respetaban su au- toridad para que aceptaran un tercero en discordia en la solución del problema universitario? Días después lo supe, pero esa es otra historia, la que comentaré en la próxima parte de Mis Sexenios…
(Continuará).
El Rectorado de Jesús Ochoa Ruesga…