Luis Eduardo Enciso Canales.
“El miedo es una emoción provocada por la conciencia de un peligro que nos amenaza».
Alicia Lindón.
Las palabras son solo eso mientras estas no avancen y se consoliden en acciones, es cierto que las frases son una herramienta que ayudan a trasmitir un carácter a las cosas, a revestir una idea, una visión o un plan, pero estas expresiones deben de labrar su propio camino para no extraviar su sentido con el paso del tiempo, ya que si esto no sucede terminan siendo una simple y llana expresión, hueca y sin sentido. Esta consolidación podrá llegar solo cuando las acciones acompañen a esas palabras. Cuando realmente existe un verdadero proyecto que paso previamente por el análisis de los conceptos y la realidad, eso es lo que llevará a los actores de ese plan a encontrar las palabras que ayuden a trasmitir, en el discurso, lo que se pretenda implantar en el imaginario colectivo. Un ejemplo de esto fue el proyecto que impulso en el 2004 en Medellín Colombia el matemático metido a político Sergio Fajardo Valderrrama, cuando fue alcalde de esta municipalidad, él y su equipo diseñaron una idea que llevo por nombre “Del miedo a la esperanza”, este proyecto transversal tuvo como eje rector abolir la violencia en la que estaba inmersa esta ciudad, este faro de esperanza vendió al electorado la anhelada luz al final del túnel que los sacaría del miedo de vivir sumergidos en la incertidumbre del crimen.
La esperanza siempre vende y más aún en lo político, el electorado es un buen cliente para los discursos esperanzadores. Andrés Manuel López Obrador durante años vino amasando con esta idea de la “esperanza” su capital político, encontró justo lo que la gente quería escuchar, aunque en este caso el fin termino por ganarle al medio. Quizás no imagino que elegir esta forma de expresión también implicaría un costo porque la ilusión siempre termina enfrentándose con la realidad. La esperanza es un concepto abstracto porque necesita de condiciones para concretarse, si no hay escenarios tangibles entonces esta se convierte en desesperanza. Frente a esa supuesta esperanza promovida por López Obrador, estaría entonces la des-es-per-ación, que es cuando ya no hay pies para avanzar, cuando ya no hay esperanza se comienza a desmoronar ese discurso. Es evidente que este concepto ya quedo rebasado, le gano la brutal realidad del día a día, la primera víctima de la pandemia fue el gobierno de México. El distractor preferido del presidente tampoco le está funcionando, la estrategia de la polarización, del divide y vencerás hoy se enfrenta a una sociedad que ante la adversidad busca formas de unirse al margen del gobierno. El discurso de odio contra sus adversarios comienza a sonar al cuento de Pedro y el lobo.
Su retórica logro crear un engaño colectivo, pero el cambio no ha llegado y por lo que se prevé no llegara, lo único que cambio fue el cascarón del discurso pero dejándolo sin sustancia y objetivos concretos, sin estrategias razonablemente aceptables, sin un evidente conocimiento del fino entramado que rodean las acciones políticas e institucionales, y con un gran desconocimiento de la diversidad socio cultural del país. Todo esto ha ido formado un caldo de cultivo que tienen al borde, a este gobierno, de perder el control de las riendas del país y con ello la gobernabilidad. Y es que además los tiempos comienzan a ser un factor determinante. Eso tampoco ha sido observado por el presidente, se le ha pasado entender, una vez más, que el mundo ya cambio y que los procesos son más vertiginosos que antes, estamos metidos de lleno en la modernidad liquida de Zygmunt Bauman, una etapa en la cual todo lo que era sólido se ha licuado, nuestros acuerdos son temporales, pasajeros, válidos solo hasta nuevo aviso. Hay sin duda una crisis de lo político y por ende de la democracia, es el colapso de la confianza. Cuando no se avanza se retrocede necesariamente porque todo lo demás si continúa avanzando, la inmovilidad sin duda es una gran tragedia para un pueblo con tantas necesidades apremiantes.
Estamos en el segundo año de esta administración y se ve muy lejano que puede realizar tan siquiera una obra medianamente importante. No se sabe en qué momento del sueño imagino Andrés Manuel que un proyecto nacional sería como un día de campo. Esto implica muchísimas cosas que hay que observar y cuidar celosamente dejando de lado las ideologías personales y los criterios revanchistas, el equilibrio político es extremadamente delicado. Para poder aspirar a corregir en algo el rumbo, necesitaría de entrada, aprender a cerrar la boca a tiempo. Entender que la gobernanza implica formas que hay que respetar y cuidar porque de esto depende la vida y el futuro de millones de mexicanos, sin este cuidado esto puede atraer terribles consecuencias irreversibles. Newton se lo podría explicar sencillamente con el principio de su tercera ley de la física; “A toda acción le corresponde una reacción igual, contraria y de la misma intensidad”. Es decir que todo tiene una consecuencia, tanto lo que se hace como lo que se deja de hacer. En este nuevo orden global que estamos enfrentado debido a la contingencia de salud han aflorado otras crisis que amenazan nuestra seguridad, la esperanza se comienza a transformar en miedo a un futro incierto mientras que nuestro presidente anda como chivo en cristalería.