Elecciones 2021, el eterno virus de las candidaturas

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  • Las elecciones intermedias del próximo año serán una dura prueba para el gobierno de López Obrador.
  • El problema es que los partidos políticos no representan una alternativa para el electorado.

Luis Tovar.

 Este 2020 enfrentamos la crisis mundial generada por el COVID-19. A los mexicanos nos falta enfrentar un virus que se presenta en cada proceso electoral: ¡Las candidaturas! Y es que la eterna ambición por el poder a la que nos tienen acostumbrados la mayoría de los actores políticos, a lo largo y ancho de la nación, presenta su auge cuando comienzan los procesos electorales.

Las candidaturas son un terrible virus que al infectar a un aspirante a cualquier cargo de representación popular lo hace perder toda razón (ideales y principios de paso). Por lo tanto, resulta muy común encontrar personajes que saltan de un partido a otro sin importarles la declaración de principios, estatutos o demás. Lo verdaderamente importante es acceder a la candidatura, sea como sea.

Esta situación se presenta en todas las entidades del país, sin embargo, en esta ocasión me referiré a la CDMX, sin duda una de las entidades más politizadas del país.

Las elecciones intermedias del próximo año en la capital serán sumamente importantes por varias razones: la figura de AMLO estará ausente, MORENA atraviesa por su peor crisis, el trabajo legislativo es inexistente y varias alcaldías dirigidas por morenistas han tenido pésimos resultados. Mención aparte, desde mi punto de vista, merece la Jefa de Gobierno, quién, ante la pandemia ha actuado de forma responsable.

Si bien esto no exime a algunos de sus funcionarios de errores cometidos en áreas como Seguridad Pública o Medio Ambiente, sí deja claro que la doctora Sheimbaun cuando menos avanza en la construcción de un gobierno con ganas de hacer bien las cosas. Aunque sola, no podrá.

El problema para el elector es que los partidos actuales no representan una alternativa para sus demandas. Los actores -los mismos de siempre- encaminan todos sus esfuerzos a mantenerse en los espacios que lograron gracias a Andrés Manuel, mientras la supuesta oposición está desaparecida.

En una ciudad de vanguardia y con espíritu progresista como es la nuestra, a pesar de los avances y la lucha de la izquierda, hay demandas pendientes. Estas no las representan los partidos existentes ni la oposición.

La sociedad y el electorado comienzan a ver como opción a los colectivos de la capital que mantienen una lucha diaria en la reivindicación de sus derechos.

La siguiente elección será un ejercicio sumamente interesante en buena medida por la participación de decenas de colectivos integrados por esa nueva generación que ha hecho suyas las demandas, ajustados a la actualidad.

Estoy convencido que los jóvenes –aún con las voces que los señalan como apáticos ante la situación política-, jugarán el papel más importante, pues su inserción es necesaria en la participación político-electoral y los llevará a ocupar espacios de decisión en los asuntos públicos.

Sobre todo, estoy convencido que muchos de estos jóvenes que ahora enarbolan las banderas del ambientalismo, los derechos humanos, el feminismo, la cultura, la comunidad LGBTTI, los núcleos agrarios, etc, lograrán espacios en el Congreso de CDMX y conformarán una legislatura conforme a lo que necesita la Ciudad.

Ojalá los partidos recientes entendieran que la respuesta está en abrir paso a la nueva generación. Su obligación es ser abiertos, plurales, incluyentes y progresistas. De lo contrario están condenados al fracaso.

En las alcaldías, los eternos aspirantes continúan en la obsolescencia electorera, regalando despensas o algún electrodoméstico; haciendo de todo, menos política. Una puesta en escena que no es más que una tomada de pelo con evidencias fotográficas en las que regalan cualquier cosa.

Hoy se requiere la participación activa en el diseño y elaboración de las políticas públicas, tal como lo hacen muchos colectivos liderados por jóvenes. El virus comienza a propagarse.

Esperemos que esta Ciudad y sus habitantes ya estén vacunados. Los viejos actores deben renovar sus mecanismos de participación o estarán condenados al fracaso y a la desaparición.