Prensa estoica

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David Guillén Patiño.

Muy frecuentemente nos enteramos a través de los noticiarios, comentarios y testimonios personales acerca de la entrega con que laboran los trabajadores del sector salud, de quienes se dice que están en la primera línea de batalla contra la pandemia por coronavirus.

Quizás era necesario que ocurriera una crisis sanitaria como la que ahora vivimos para que quedara de manifiesto el sentido ético y, más aún, la abnegación de este ejército de “ángeles”, como también se les ha calificado con un gesto de agradecimiento.

Pero, a decir verdad, y sin demeritar esa actitud tan loable, en el curso de la actual pandemia también nos hemos percatado de la existencia de otros “combatientes” que, de igual manera, e incluso asumiendo mayores riesgos, también ponen en juego su bienestar y hasta sus propias vidas, para salvar a otros de este azote mundial.

Me refiero a quienes deben acudir a los centros de trabajo para no dejar caer la economía, ni los servicios públicos: operarios, ejecutivos, profesionistas, burócratas, comerciantes, transportistas, productores del campo, etcétera.

En lo particular, menciono aquí a quienes sirven a través de los medios de comunicación, informando, investigando y denunciando, con el objeto de proveer a la sociedad de los mejores elementos de juicio para una correcta toma de decisiones.

Ya de por sí, en condiciones normales, el periodismo ha sido considerado como una de las profesiones más riesgosas en el mundo. Pero hay lugares en donde los riesgos son mucho más altos: en junio de 2017 se llegó a afirmar que México era el país más peligroso para ejercer el periodismo, después de Siria y Afganistán.

De entonces a la fecha, la situación no ha cambiado mucho. La organización internacional Reporteros Sin Fronteras (RSF), en su más reciente informe, denominado “Clasificación Mundial de la Libertad de Prensa 2020”, relativo a la situación del periodismo en 180 países, reportó que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador no ha logrado frenar la violencia contra los comunicadores, ni poner fin a la impunidad.

Para este análisis se consideraron los siguientes factores: el pluralismo, la independencia de los medios de comunicación, el ambiente de trabajo y el grado de autocensura de los periodistas. Pero “la amenaza más grave para la prensa en México –señala RSF– es la colusión entre políticos y autoridades locales con el crimen organizado”.

Pero llama mi atención lo que enseguida reporta, textualmente, dicha organización: “La pandemia del Covid-19 resalta y amplifica las múltiples crisis que amenazan el derecho a una información libre, independiente, plural y fidedigna. Existe una clara correlación entre la represión de la libertad de prensa registrada durante la crisis del coronavirus y el lugar que ocupan los países en la Clasificación Mundial de la Libertad de Prensa”.

Por ejemplo, China e Irán, epicentros de la pandemia, establecieron dispositivos de censura masivos. Así mismo, en Irak, el gobierno suspendió la licencia de trabajo de la agencia de noticias Reuters durante tres meses, horas después de que esta publicase una nota que cuestionaba las cifras oficiales de casos de contagio.

En Hungría, el primer ministro, Viktor Orbán, hizo que se aprobara una ley relativa al coronavirus que sanciona la difusión de noticias falsas con penas de hasta cinco años de prisión, lo cual ha sido interpretado como “una forma de coacción completamente desmesurada”. La pregunta es cuántos y cuáles medios estarán a salvo de esta clase de mordaza en el resto del mundo.

Pero a estas acciones de censura y a los peligros que normalmente corren los medios y sus comunicadores, se agregan los serios riesgos que entraña la actual pandemia, que, a mi parecer, constituye una guerra biológica, si bien no declarada, si acordada por el concierto de las naciones, lideradas por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Los periodistas caídos ya suman decenas en México, y el conteo sigue, por desgracia.

Luego de mis 36 años de ejercicio periodístico, me queda claro que un buen número de comunicadores que conozco, haciendo acopio de su vocación, estarían dispuestos, si fuera el caso, a ofrendar su vida, sin soltar la bandera de la justicia y del bien común, como lo demuestra el hecho de que, junto con los profesionales de la salud, también los reporteros se encuentren, estoicos, en la primera línea de la batalla a que obliga la pandemia.

Con ánimo festivo, con motivo del Día de la Libertad de Expresión, vaya hacia ellos mi más profundo reconocimiento, y sirva esta colaboración como sencillo homenaje a quienes contrajeron el COVID-19 en medio de la actual refriega informativa: 14 contagiados en Grupo RCG,  Siete reporteros de Nuevo León, tres comunicadores del equipo de Ciro Gómez Leyva, una reportera de Monclova, un fotógrafo de La Prensa, un periodista acaecido en el estado de Morelos y hasta un miembro de Comunicación Social de la Secretaría de Salud que estuvo presente en una de las conferencias de prensa de Hugo López-Gatell, entre muchos otros que mencionan los propios medios de comunicación.

davidguillenp@gmail.com