Samuel Cepeda Tovar.
De ninguna manera intento justificar bajo ningún enfoque el megaproyecto del Tren Maya del actual gobierno como proyecto sustentable, ni tampoco trato de minimizar sus efectos que sin duda alguna habrá de generar en el ecosistema selvático de la península de Yucatán.
El dilema del crecimiento económico y la preservación del medio ambiente ha sido siempre polémico y por más acciones en materia de desarrollo sustentable, la realidad es que los daños ambientales producto del homo faber son una realidad que no puede soslayarse.
Primero veamos algunos ejemplos. En la comarca lagunera en Coahuila, la empresa LALA ha sido una fuente de empleos significativa para aquella región, pero la sola producción de un litro de leche significa la inversión de 1000 litros de agua. Según Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), se calcula que el 70% de la huella hídrica a nivel mundial está relacionada con lo que se come; es decir, nuestra ingesta diaria de alimentos consume 7 de cada 10 litros de agua dulce en el mundo.
Entonces, por salvar el medio ambiente ¿debemos dejar de beber leche y consumir lácteos y peor aún, debemos dejar de comer? ¿Acaso estamos dispuestos a perder miles de empleos que trabajan en estas industrias? Sucede lo mismo con la industria hotelera, acusada de severos daños a los manglares por proyectos de expansión, pero que sin duda traerán crecimiento económico reflejado en empleos y turismo.
La transformación de ecosistemas naturales para fines agropecuarios u otras formas de degradación del hábitat son, sin duda, las principales amenazas de la biodiversidad mexicana. Las últimas estimaciones realizadas, según la SEMARNAT, indican que cerca de la mitad del territorio nacional ha sido modificado intensamente. Se calcula que anualmente se deforestan más de 700 mil hectáreas y con ello se afecta especies que llegan al borde la extinción. Las estimaciones de la tasa de deforestación de México se encuentran entre las más altas del mundo.
¿Acabamos entonces de tajo con cientos de miles de empleos? Para el caso de la península de Yucatán, existen un millón 814 mil personas en condición de pobreza y 299 mil en pobreza extrema, según datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) del 2018; estas personas no tienen medios que les permitan mejorar su calidad de vida; pero para ellos, proyectos estatales como el Tren Maya sin duda alguna será de gran beneficio para la mejora de su calidad de vida.
Finalmente, desde el punto de vista del desarrollo regional, la península conformada por Campeche, Yucatán y Quintana Roo representan un porcentaje de PIB nacional de solo el 6%, ante lo cual, empresarios y autoridades consideran que habrá un crecimiento económico e integración regional con la construcción de este proyecto de Tren Maya.
Desde luego que habrá daños medioambientales, es cierto que se usarán vías férreas ya construidas, pero lo cierto es que habrá pérdida de vegetación por el desmonte y el despalme y la pérdida de productividad del suelo a causa, entre otras cosas, de la compactación que genera el tránsito de maquinaria durante la construcción, así como problemas hidrológicos por desvíos de cauces de ríos.
El dilema sigue presente: frenamos el desarrollo y salvamos el planeta, o generamos crecimiento económico y condenamos al mundo. Es fácil opinar desde un trabajo estable con aire acondicionado cuando millones de personas en pobreza, rodeadas de flora y fauna sufren los embates del pauperismo extremo.